―¿Qué me ocurrió? ―preguntó Livia y se sorprendió de su nuevo tono de voz, más claro y potente.
―Fuiste convertida ―respondí
lacónico.
―¿En lo que tú
eres?
―Supongo. Algo
pasó, debiste morir, pero no lo hiciste, al contrario, ahora estás sana y…
diferente.
―Veo todo
diferente.
―Lo sé, también te
sientes extraña, así será hasta que te acostumbres a tu nueva condición.
Dos golpes en la
puerta interrumpieron las palabras de Livia, era Abril.
―¿Puedo pasar? ―preguntó
asomando la cabeza.
―Claro, claro,
pasa, tu madre ya despertó ―respondí.
Se acercó y la vio
repuesta, sana e, incluso, más joven.
―¿Qué pasó aquí? ―nos
interrogó recelosa.
―Tu madre se
recuperó.
―Hace un momento
estaba a punto de morir.
―Quizá nos
equivocamos.
―Medonte, no me
trates de idiota, sé muy bien que no fue un error y que esto no es normal,
¿acaso es como tú?, ¿le hiciste un hechizo mágico para que se convirtiera en lo
que tú eres? ¿La salvaste para ser un fenómeno como tú?
Me quedé de piedra,
Abril nunca había cuestionado nada de mí, sin embargo, en ese momento, me
recriminaba lo que era y en lo que se había convertido su madre.
―Hija, ¿por qué te
molesta?
―Porque no quiero a
mi madre convertida en algo que nadie sabe lo que es, tampoco quiero que mi
prometido se entere de esto, ¿qué va a decir? Si no quiere casarse... ―sollozó
con frustración.
―Quédate tranquila,
Nikolai lo entenderá ―intercedí.
―Si no lo entiendo
yo, Nikolai lo entenderá menos.
―¿Te ha dicho algo?
―No.
―¿Entonces?
―Medonte, tú eres
muy extraño, perdóname, pero eso está a la vista de todos y ahora mi mamá será
objeto de miradas y murmuraciones.
―Debes calmarte,
Abril, estás preocupándote por algo que ni siquiera ha sucedido, no sabes qué
dirá Nikolai, ni si comprenderá la situación o no; de todas formas, considero
que, en vez de estar enojada de esta manera, deberías estar feliz de la
recuperación de tu madre.
―¡No estoy feliz de
esto! Ella iba a morir y así debía ser.
―¿Qué dices? ―inquirí
molesto.
―¡Eso! ¿Tú crees
que me gusta ser la hija de la empleada?
Si no hubiese sido
porque sabía que mi fuerza y dureza era un peligro para la integridad física de
esa joven, le hubiese dado un buen golpe.
―Livia jamás fue mi
empleada, ustedes han sido mis protegidas todos estos años y nunca las he
mirado como inferiores.
―¿Y por qué nunca
quisiste estar con ella?
―Por razones que tú
no entenderías.
―Soy lo bastante
grande como para entender las cosas ―respondió desafiante.
―No puedo estar con
tu mamá, o no podía, mientras era una humana común.
―No mientas, tú
nunca has querido casarte con ella porque era una simple sirvienta.
―Tu madre fue la
esposa de un líder de los dorios, cuando llegó a mi lado, se convirtió en mi
compañera, si las salvé no fue para que me sirvieran, que, para eso, tengo
bastante gente; has sido criada como una princesa, aquí me consideran su rey,
su líder indiscutible e, incluso, algunos me consideran un dios encarnado, para
todos eres mi hija, si no fuera por eso, Nikolai no habría pensado en casarse
contigo.
―Nikolai me ama.
―No lo dudo, sin
embargo, debes concordar conmigo en que él se acercó a ti, en principio, por
ser mi hija y él, como jefe de los soldados, era el indicado para ser tu
esposo.
Guardó silencio
unos segundos. Livia se había convertido recién y necesitaba alimentarse, podía
sentir su respiración agitada y debía sacarla de allí, antes de que cometiera
una estupidez. Tomé a Livia del brazo y comencé a salir, Abril me detuvo.
―Dime que no la
llevarás a matar.
―No matará.
―No sabes mentir.
―No sé qué pasará,
pero no la dejaré convertirse en asesina, de todas formas, es mejor que se
alimente fuera de aquí antes que de ti, ¿no lo crees?
Se asustó, pude
sentir los latidos apresurados de su corazón. Me soltó el brazo y yo saqué a
Livia de allí.
―¿Cómo te sientes?
―Con ganas de
matar.
―Lo sé, debes
controlarte un poco más.
―Quería lanzarme
contra mi hija, Medonte, ¿te das cuenta? La puedo matar en cualquier momento.
―No, eso no pasará,
si te pudiste controlar al despertar, te controlarás mejor después.
―¿Estás seguro?
No lo estaba, pero
no se lo diría.
―No te preocupes, querida,
las cosas estarán bien.
―Si la mato, no me
perdonaré jamás.
―No serás capaz, la
esencia no cambia.
Decidí llevarla a
un pueblo cercano, pero antes de llegar vimos a un grupo de hombres a la salida
del bosque. Sin pensarlo y sin poder controlarse, Livia saltó sobre uno de
ellos y lo mordió, sin cuidado ni contemplación. Los otros tres hombres se
sorprendieron en un primer momento y quedaron estáticos; poco después,
reaccionaron y se lanzaron sobre ella. Yo los detuve y los hipnoticé para que
no intervinieran.
Aparté a Livia del
hombre, antes de que lo matara. Ella se me resistió un poco, pero se dejó
hacer.
―Quiero más ―suplicó.
―Ahí hay tres
hombres más, ve con ellos, yo me haré cargo de este.
No tuve que
repetirlo, se dirigió de inmediato a otro de los hombres y se alimentó. Aquella
vez, se detuvo sola, no tuve necesidad de detenerla. Continuaba con hambre, por
lo que siguió con otro de los hombres.
Al sentirse
satisfecha, provoqué que ellos corrieran pensando que un animal los estaba
atacando. Eso siempre funcionaba.
―¿Lista para volver
a casa?
―Sí.
―¿Ves que pudiste
controlarte con esos hombres? Con mayor razón podrás con tu hija.
No dijo nada.
Caminamos en silencio por un buen rato, de pronto, me detuvo.
―¿Por qué lo
hiciste?
―¿Hacer qué?
―Esto. Convertirme
en una como tú. Por qué ahora y no antes.
―Porque no sabía
que lo podía hacer. Esto fue casualidad, no fue porque lo buscara, de haberlo
sabido antes...
―¿Me hubieras
convertido antes?
―Por supuesto que
sí, ¿crees que hubiese permitido tu sufrimiento del último tiempo?
―Eres un buen
hombre, Medonte, espero que algún día puedas encontrar la paz que necesita tu
alma.
Ladeé la cara algo
confundido, esas palabras sonaron a despedida.
―Te mereces la
felicidad que tan temprano te fue arrebatada...
―¿Qué pasa, Livia?
―No sé si pueda
volver a nuestro hogar, no sé si podré controlarme, no quiero hacer daño...
―¿Y qué harás? No
puedes irte, sola por el mundo será más peligroso para ti y para los demás.
Se abrazó a mí y
escondió su cara en su pecho.
―Estuve a punto de
matar a ese hombre, ¿te das cuenta?
―Pero no lo
hiciste, te controlaste muy bien, mucho mejor que yo al principio. Y con
ustedes me he podido controlar todo este tiempo, tú también lo harás.
―¿Y si no?
―Lo harás. Te
necesito, Livia, no puedes dejarme ahora.
―Te iba a dejar de
todas maneras.
―Pero no ahora, no
así, ¿te das cuenta de lo que esto significa? Podremos estar juntos, podemos
vivir para siempre...
―Para siempre es
mucho tiempo.
―Quizá, más
adelante, abriremos nuestros caminos, pero ahora te necesito y tú me necesitas
a mí, Livia, no te puedes ir.
La aparté un poco y
acuné su rostro que se había tornado más albo con la transformación. La
contemplé unos minutos. Era una bella mujer, ya lo sabía, solo que se había
vuelto más deseable. Y la besé. La besé con el cariño que había crecido en
todos esos años, con la tranquilidad de saberme amado por ella y por la
seguridad de que estaríamos juntos sin prisas.
Abril se tomó muy
bien el hecho de que su madre y yo estuviéramos juntos, cómo no, dejaría de ser
la “empleada”, como la había llamado. Niña malcriada.
Nikolai, por otra
parte, no mencionó nada, simplemente lo dejó pasar, como todo lo anterior.
Nunca hizo mención de cosa alguna respecto a mí o a mis poderes, para él, le
bastaba saber que no le haría daño ni a él ni a su familia. Y eso estaba claro.
El matrimonio de
Abril y Nikolai fue todo esplendor, la comida, la bebida y los adornos tenían
el sello de mi protegida, solo lo mejor para su día.
Un año más tarde,
nació el pequeño Girbal, lamentablemente, Abril murió en el parto. No pudimos
hacer nada. Intenté convertirla, no lo logré. Su corazón dejó de latir al
mediodía a fines de abril. Livia no pudo soportarlo y se fue de mi lado, no
quería que los recuerdos de su hija la atormentaran. Sentí que también para mí
era momento de irme.
―Desde ahora serás
el nuevo Rey del lugar ―le indiqué a Nikolai.
―No, Medonte, no
puedo con esto solo ―replicó.
―Debes poder, eres
el guerrero más valiente de todos los pueblos vecinos, has vencido más
ejércitos que cualquiera, tienes a tu mando a más de diez mil hombres, todos te
temen y respetan, ¿cómo puedes decir que no puedes?
―No puedo, estoy
solo, Abril murió, Livia se fue y tú también te vas. Mis padres creen que estoy
maldito, que por eso falleció mi mujer y me quitaron a mi hijo; obvio que como
hombre no me puedo hacer cargo de él, pero ya ves, tampoco me dejan verlo. No
puedo, Medonte.
―¿Qué pretendes hacer?
―Llévame contigo.
―No puedo.
―Sí, puedes, tú has
sido más padre para mí que mis propios padres, que siempre me han repudiado,
déjame ser como tú.
Me quedé estático,
¿cómo me pedía eso? ¿Acaso sabía lo que yo era?
―Escucha, yo sé que
tú no eres un dios, quizá sí, medio dios, pero tus poderes actuales no te los
dio la divinidad, tus poderes vienen de otra parte, tú eres un convertido.
―¿Un convertido? ―¿Qué
sabía él que no supiera yo?
―Escucha, en una de
mis tantas batallas, conocí a una mujer, Catalina, ella me habló acerca de una
nueva raza que se estaba creando, una raza inmortal y poderosa; me invitó a
participar a cambio de traicionarte a ti y a nuestro pueblo, por supuesto, no
acepté, ya estaba comprometido con Abril y no quería dejarla, tampoco a ti, ya
te dije que tú eres un padre para mí, por eso nunca he cuestionado, ni tu
procedencia, ni tus poderes, ni siquiera tu alimentación.
―¿Sabes de qué me
alimento?
―Sí, recuerda que
cuando era pequeño no me despegaba de ti.
―Y me seguías.
―Quería seguir
todos tus pasos, eras... eres mi referente.
Sonreí, ese joven
que tenía frente a mí había sido más leal que nadie y no lo defraudaría.
―¿De verdad quieres
ser como yo?
―Estoy seguro.
―Perfecto, el
proceso no es fácil.
―No me importa.
Asentí con la
cabeza y acerqué mis colmillos a su cuello, él sería el primero de mi primer
clan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenidos a comentar con respeto.