15: Preparación
¿Por dónde empezar cuando no conoces tus poderes, en
especial poderes que ni sabes que tienes?
―¿Necesitas
ayuda? ―me preguntó Mala’ikan con una sonrisa irónica.
―Siempre
la he necesitado, pero parece que a ti no te interesa mucho ayudarme a
potenciar lo que soy.
―Claro
que me interesa, ya sabes que tú eres uno de los que destruirá a Catalina, solo
que no era el momento, estaba esperando la señal para iniciarte en el camino de
la guerra.
―¿Acaso
no lo sabes todo? ¿Tuviste que esperar que una vieja hechicera te indicara que
había llegado el momento de entrenarme? ―pregunté socarrón y sin respeto.
El
ángel sonrió divertido.
―No soy
Dios para saberlo todo, Medonte, por supuesto que no sabía cuándo debía
iniciarte, cada persona en tu vida, cada una, ha cumplido o cumplirá un papel
importante en tu vida para que llegues al momento de la destrucción de
Catalina. Creo que, en eso, tienes más juicio que yo.
―¿En
qué?
―En
escoger las personas de las que te rodeas. Livia, Nikolai, Sonya…
―Nikolai
ha sido el único que se ha salvado de las garras de Catalina.
―Él
está protegido por alguien superior, no te preocupes por él.
―¿ Y ese alguien superior no puede hacerse
cargo de Catalina?
―Por
supuesto que no, en el mundo espiritual hay rangos y reglas que no deben olvidarse.
Ciertas criaturas no se pueden meter con otras. Aunque seamos todos lo mismo,
quien ayuda a Nikolai, no se mete con los demás.
―Bueno,
da igual. ¿Qué hacemos? ¿Cómo puedo potenciar todos mis poderes para destruir a
Catalina? Y, más importante aún, ¿cómo lograré recordar?
―Tendrás
que trabajar muy duro y no siempre será algo agradable ―me previno.
―¿Crees
que eso me importa? Mala’ikan, llevo milenios a la sombra de esa mujer, llevo siglos
sin recordar mi vida, llevo demasiado odio y rencor dentro como para echarme
para atrás porque no será agradable el proceso, mucho más desagradable
ha sido ver morir a mi hija, a mi mujer, a mi sobrina… No, Mala’ikan, créeme
que nada de lo que pase de aquí en adelante me detendrá.
―Si
estás tan decidido, comencemos de inmediato.
Expandí
mis pulmones, no necesitaba el aire para vivir, sin embargo, hice el ejercicio
de tomar aire para prepararme para lo que venía. Mala’ikan me advirtió que
no sería agradable, pero no creí que fuera, no solo desagradable, sino que muy
doloroso.
―Lo
primero que haré será abrir tu mente a los recuerdos anteriores a convertirte
en vampiro.
―¿Cómo
harás eso?
―Es lo
más fácil.
El
ángel se acercó a mí y puso su mano en mi frente, como si me fuera a bendecir,
pero creo que fue todo lo contrario. Un dolor lacerante me cruzó de sien a sien
y una luz muy brillante pasó ante mis ojos, sin embargo, fue extraño, pareció
como si esa luz hubiese pasado por dentro de mi cabeza. Quise gritar, pero no
fui capaz siquiera de moverme. El dolor continuó por varios e interminables
minutos. La luz que atravesó mi cabeza se convirtió en miles de destellos de
luz que me enceguecían por dentro. Esa luz corrió por mi cuerpo, fue algo muy
extraño, pues era como si cada terminación nerviosa llevara su propia iluminación.
En
algún momento, eso terminó y mi cuerpo no fue capaz de sostenerme y caí al
suelo de rodillas. Pensé en la razón por la que Mala’ikan no me sostuvo, abrí
los ojos con dificultad y lo vi, estaba en el suelo tan agotado como yo.
―¿Qué
pasó? ―le pregunté jadeante.
―Llevabas
demasiado tiempo con tu mente cerrada; demasiadas capas para llegar a tus
recuerdos, Catalina hizo un buen trabajo de sellar tus pensamientos. De todas
maneras, ya hice el primer trabajo ―respondió tan cansado como yo.
―¿El
primer trabajo?
Sonrió con
divertida ironía.
―Todavía
quedan muchas capas que sacar de ahí. ―Señaló con un dedo a mi cabeza, apenas
sin fuerzas.
―¿Y
seguirá doliendo?
Largó
una amarga risotada.
―Este
dolor es nada comparado al que vendrá. Es como una herida que ha sido cicatrizada
con toda la infección dentro, sacar la primera capa duele, pero no te imaginas
lo que significa sacar la podredumbre que se esconde dentro. Algo así será
contigo, ya logré sacar la primera capa, que es la más dura, lo que queda no es
tan difícil, pero es lo más doloroso.
Se
sentó en el suelo, pues aún seguía de rodillas, al igual que yo; también me dejé
caer, sentado, al piso.
―¿Por
qué crees que Catalina se ha empecinado en mi contra? ―consulté.
―Ella
no necesita razones, Medonte, ella es como es. Punto. No eres el único al que
ha vuelto su atención, aunque debo admitir que tú y tu hermano han sido los que
más tiempo han permanecido en su objetivo. ¡Vaya uno a saber por qué! Si de por
sí las mujeres son volubles, ella más. La emoción le nubla la razón.
―Dudo
que ella actúe por simple emoción.
―Ella
es la más emocional de las criaturas que habitan este planeta, Medonte, por eso
es tan difícil acabar con ella, alguien que sepa controlar sus emociones podrá
acabar con ella.
―Llevo
siglos en ello. He debido aprender a la fuerza a mantener mis emociones a raya.
―No te confundas,
amigo, lo que has hecho no es controlar tus emociones, es esperar paciente a
que algo ocurra.
Lo miré
desconcertado y confundido por dos razones.
―¿Amigo? ¿Esperar paciente? ―inquirí.
Se
levantó y me dio la espalda.
―Volveré
en cuanto te recuperes de la sesión de hoy.
―¿No me
vas a contestar?
―No,
Medonte, hoy no.
Y
desapareció.
Yo me
quedé un rato más en el suelo, el dolor y el cansancio habían sido cosas que
parecían tan lejanas en mi vida que para mí en ese minuto se sintieron como
nuevas sensaciones. ¿Debería acostumbrarme a ellas?
Cerca
de una hora más tarde, me levanté y me fui a caminar, hubiese querido poder
sentir la brisa o el sol, como lo hacían los humanos, poder tomar aire y
mantenerlo en mis pulmones para oxigenar mi cuerpo y cerebro, pero nada de eso
era posible para mí, ni siquiera podía correr para liberar tensiones, o dormir…
Llegué a un acantilado y me senté allí a contemplar el horizonte. Si me hubiese
lanzado de allí, nada habría ocurrido, simplemente mi cuerpo maltrecho por el
golpe se habría regenerado en poco tiempo. Pensé que también era incapaz de
llorar. No niego que ganas no me faltaban. La impotencia y la rabia parecían espuma
que crecía en mi interior.
Cerré
los ojos y pude sentir a Livia a mi lado.
―Cálmate,
Medonte, recuerda que las emociones no te pueden ganar. Tú debes ser más fuerte
que ellas. ―Escuché con claridad su voz.
―Lo
seré, Livia, lo seré por mi hija, por ti, por el mundo. Por Catalina, para que
sea destruida de una vez y que su reguero de daño y muerte se termine para
siempre ―sentencié en voz alta, esa mujer nunca más me ganaría. Nunca.
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