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jueves, 4 de febrero de 2021

7: Huida

 

7: Huida

Livia llegó a la biblioteca a primera hora de la mañana, yo no había dormido nada, había leído cada libro, cada historia de nuestra familia, todo aquello que consideré mitos hasta hacía poco tiempo.

―Buenos días, ¿tomó desayuno? ―me saludó.

―Buenos días, ¿cómo amaneciste? ¿Y la niña?

―Sigue durmiendo.

―Tienes que desayunar, puedes ver en la cocina lo que hay para comer.

―¿Y usted?

―Yo no quiero comer.

―¿Tampoco durmió?

―No tengo sueño.

―No se vaya a enfermar.

―No ―respondí con sorna, de algún modo, dudaba que pudiera enfermar.

El llanto de la bebé llamó mi atención y un vuelco sentí en mi corazón, o en lo que quedaba de él, como si su llanto me angustiara más a mí que a la niña. Livia no se inmutó.

―Tu hija está llorando ―le dije.

―¿De verdad? No la oí.

―Sí, ya despertó.

Por un momento me sorprendió saber que ella no la había escuchado, sin embargo, pronto recordé que mi oído era mucho más agudo que el del resto de los mortales, que era capaz de percibir hasta los pequeños y rápidos latidos del corazoncito de la niña, aun a la distancia.

―¿Sacaste algo en limpio? ―me preguntó Mala’ikan después de que Livia saliera de la biblioteca.

―No ―contesté con sinceridad―, en ninguna de las historias que encontré, aparece lo que soy.

―Porque tú no eres alguien que aparezca en los libros de historia.

―¿Entonces?

―Eres un ser creado. Catalina buscó por mucho tiempo realizar un hechizo que los convirtiera en lo que son.

―¿Somos? ¿Quiénes?

―Tú y tu hermano.

―Ella mencionó algo de vampiros, yo no había escuchado nada igual antes.

―Vampiros. Monstruos. Seres que se alimentan de los demás humanos, ya lo comprobaste ayer.

La niña volvió a llorar, al parecer, su madre le estaba cambiando ropa.

―Dime algo, Mala’ikan, ¿conocía a Livia desde antes? No la recuerdo, pero siento...

―No, no la conocías, ni a ella ni a su hija.

―Siento deseos irrefrenables de protegerlas, de...

―No es a ellas a quienes quieres proteger, Medonte.

―¿A qué te refieres?

―A que ellas representan al objeto de tu amor, no son ellas a quienes tú amas y por quienes hubieras dado tu vida.

―¿Qué quieres decir?

No quería creer que yo tenía una hija y una esposa que me fueron arrebatadas.

―Así es, tal como lo piensas, tu hija te fue arrebatada, mejor dicho, fue asesinada por Catalina.

No pude recordar ese episodio, aun así, pude sentir el dolor en mi pecho.

―¿Y mi mujer?

―Ella se tuvo que marchar ―respondió en tono severo.

―Sí, ella debía volver a su lugar ―agregué, eso sí lo pude recordar a la perfección.

―Así es.

―A mi hija no la recuerdo, no logro retener su imagen en mi memoria.

―Catalina te hechizó para que la olvidaras, al parecer, no salió como ella esperaba.

―¡Era mi hija! No puedo olvidarla.

―Tu memoria se borró.

No contesté.

―Tus sentimientos, no.

La bebé de Livia volvió a llorar, en ese momento, su llanto me desesperó, ¿por qué yo no tenía a mi hija conmigo?

―Espero que ellas no paguen por tu impotencia.

―No podría lastimarlas ―repliqué.

―Será mejor que te vayas de este lugar, Medonte, debes iniciar una nueva vida, lejos de aquí.

―¿Y Livia? ¿Y la pequeña? Morirán si las dejo aquí a merced de cualquier asesino que venga por acá.

―Los dorios llegarán muy pronto, las noticias de un “ejército asesino” que asoló a los recién llegados ya se esparcieron, así que no tardarán en volver para recuperar la tierra recién adquirida.

―Puedo contra diez de sus ejércitos.

―Estoy seguro de ello, sin embargo, no es bueno que te expongas, aunque tienes la vida eterna por delante, no eres inmortal, si descubren tu debilidad, créeme que no tardarán en eliminarte.

―¿Punto débil?

―¿Qué creías? Catalina no te dejaría para ser invencible, estipuló una forma de terminar con ustedes y con los de tu especie, con todos los que vengan después de ustedes.

―¿Hay más?

―No. Todavía no, solamente ustedes sobrevivieron, los demás no lograron hacerlo, no obstante, presumo que ella no descansará hasta crear más como ustedes.

―¿Para qué quiere más como nosotros?

―Para una batalla que tendrá que lidiar muy pronto, necesita un gran ejército.

―Ella es muy poderosa, no creo que necesite un ejército para acabar con quien se le antoje.

―Hay fuerzas por mucho muy superiores a ella, Medonte, no te confundas, incluso tú, con todo lo poderoso que te sientes ahora, te darás cuenta de que todavía te falta mucho por aprender y mucho por superar estos, tus iniciales poderes.

―¿Seré más fuerte de lo que soy ahora?

―Sí, mientras más años tengas, más potente serás.

―¡Señor! ―Entró, gritando, Livia.

―¿Qué pasa?

―Viene un ejército en la colina, son muchos, señor, vienen con antorchas.

―Prepárate con la niña, nos iremos.

―¡No puedes irte con ella! ―protestó Mala’ikan.

―No las dejaré a su suerte, ellas me necesitan, son mi familia ahora.

―Apenas las conociste ayer, no puedes preocuparte por ellas arriesgando tu vida.

―¿Mi vida? Mi vida me la arrebataron tú y Catalina de todas las formas posibles.

―No digas idioteces, vamos, no puedes quedarte aquí.

―¡No me iré sin ellas!

―Señor, váyase, ellos vienen a matarlo, con la niña estaremos bien, me conocen, soy la última esposa de Regil, un hombre conocido en la ciudad, dudo que nos hagan algo.

―No, no voy a dejarlas aquí.

―Entiende, Medonte, que tú ya no tienes familia, estas mujeres son unas desconocidas, son tus enemigas, del pueblo de tus enemigos. Tu familia murió y de ahora en adelante ya no tendrás familia alguna. Si alguna vez llegas a formar alianza con alguien, sea quien sea, formarán un clan; la familia, como tal, se acabó para ti.

Me eché hacia atrás. Me daba lo mismo si ellas eran mi familia, mi tribu, mi clan, mis amigas; no las abandonaría. No podía.

―Vamos ―le dije a Livia―. ¿Dónde está la niña?

―En la sala, señor, pero no se preocupe por nosotras, estaremos bien, váyase usted con su amigo, no se arriesgue por mí, yo no puedo apresurarme, lo sabe, seré un estorbo en su huida.

―No te dejaré sola.

Salí de allí y me dirigí a buscar a la pequeña. La tomé en mis brazos, con sumo cuidado para no lastimarla, mis brazos eran duros como piedra y no quería hacerle daño.

―¿De verdad piensas llevarlas contigo? ―insistió Mala’ikan.

―Ya te dije que no las dejaré aquí solas.

―Sé que me arrepentiré de esto.

Me quitó a la niña de los brazos y se la entregó a su madre.

―Abraza a Livia, sostenla ―ordenó.

Obedecí sin comprender. Una ráfaga de viento huracanado nos envolvió, yo apreté a Livia contra mi cuerpo para protegerlas y que no se escaparan de mis brazos. Cuando se detuvo, nos encontramos en un sitio muy diferente, era un lugar muy frío y lleno de vegetación, a pesar de no ser un bosque.

―¿Mala’ikan?

―Aquí estarán a salvo, los alejé de tu pueblo, están al otro lado del planeta, aquí pueden empezar una nueva vida, lejos de las guerras. Aquí hay paz, ten cuidado, Medonte, puedes ser muy poderoso, pero no eres inmortal; Catalina te buscará e intentará destruirte. Si los humanos descubren que eres diferente, también querrán darte caza, no te expongas demasiado, quizá solo lo suficiente para hacer que te respeten... o te crean un dios.

―Claro ―respondí irónico.

―Eres un dios, no lo olvides, ahora eres especial, pues, dejando de lado tu dependencia de la sangre, tus poderes de dios se te abrirán uno a uno hasta conseguir ser lo que siempre debiste ser.

―Espero algún día entender el porqué de tu actuar.

―Cuando llegue ese día, espero estar del otro lado.

No entendí su comentario.

―Y no necesitas entender. No por ahora.

Miró a Livia y a su hija, no me había percatado, pero ellas estaban inmóviles, como detenidas en el tiempo.

―Ni ante ellas te debes exponer, los humanos son volubles, eso ya lo sabes tú, por lo mismo, mientras menos sepan ellas, mejor será para ti. Consejo: si ellas se enteran de algo que no deben, puedes hipnotizarlas, tu sola mirada y deseo hará que ellas olviden, o recuerden, lo que tú quieras. Claro que no es un poder para jugar con él.

―Mucho me temo que ningún poder es para jugar.

―Así es. Mientras más supremacía tengas, más responsabilidades conlleva, eso deberías saberlo, estabas destinado a ser el sucesor del rey.

―Sí.

―Bien, ahora me voy, inicien una nueva vida, espero que con ellas se te olvide el amor por Luna, ella no es para ti.

Sonreí con amargura. Pensar que todo lo que estaba pasando eran por unos estúpidos celos.



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