Páginas

sábado, 6 de febrero de 2021

13: Separación


Pasaron algunas centurias, donde todo estuvo en calma. Nikolai no buscó ni quiso tener una compañera, a mí me preocupaba verlo tan solo.

―Abril fue demasiado importante para mí, Medonte, el dolor que sentí cuando se fue no ha sido superado por nada. No quiero volver a sentir algo similar nunca en mi vida ―respondió cuando le insistí que buscara a alguien con quien compartir su vida.  

―Ha pasado demasiado tiempo.

―Y yo sigo enamorado de ella.

―No creí que te afectaba tanto, es decir, sabía que ya no querías volver a tener una compañera, sin embargo, no creí que siguieras enamorado. ¿Por qué no la has buscado? En más de una ocasión ha debido reencarnar.

―¿Para qué? ¿Crees que me aceptaría siendo lo que soy? Aún si me recordara, ¿olvidas que ella odiaba lo que eras? Y si no recuerda, ¿cómo podría estar con ella como mujer? Sabes que podría matarla.

―Podría ser como tú.

―Eso jamás.

―¿Por qué?

 ―Porque no la condenaría a una vida así.

―¿Lo consideras una condena? Tú mismo me pediste ser como yo.

―Para mí no es una condena, pero ambos sabemos que no para todos es igual y a ella no le gustaba esta vida.

―Tienes razón.

―Prefiero quedarme solo.

―Estás en tu derecho ―respondí con tristeza, no me gustaba verlo tan solo.

―No te preocupes por mí, Medonte, sé que quieres que tenga una compañera, pero de verdad no me hace falta.

―Está bien, pero si alguna vez quieres estar con alguien o si alguna vez quieres irte, sabes que estás en libertad de hacerlo.

―Lo sé, y agradezco tus palabras. Tú has sido un padre para mí, desde que te conocí allá en mi pueblo, te convertiste en mi mentor, aprendí de ti más que de mi propio padre.

―Yo debo confesar que me considero muy afortunado por tenerte a mi lado, todo este tiempo has estado conmigo en tantas cosas, no me has abandonado, podrías haberte ido cuando las cosas se pusieron difíciles, sin embargo, continuaste a mi lado, como un hijo, más que un hijo.

―Siempre estaré contigo, siempre podrás confiar en mí.

―Lo sé, lo sé.

Le di un abrazo, sentía, muy dentro de mí, que muy pronto nuestros caminos seguirían rumbos diferentes. 9

Pasó un buen tiempo, aunque no tanto para mí; después de vivir milenios, un par de siglos era nada. Una tarde, sucedió.

―Tengo que hablar contigo ―me dijo muy nervioso.

―¿Pasa algo malo?

―No. Lo que pasa es que… Me encontré con alguien… Un ser diferente a nosotros… ―titubeó, le costó decir mucho aquellas palabras, yo no quise intervenir en su mente, no era algo que hiciera con frecuencia, pues respetaba su privacidad.

―Nikolai, sabes que puedes decirme lo que quieras, ¿qué pasa?                 

―Podrías verlo tú mismo ―respondió angustiado.

―Sabes que no lo haré, prefiero que me lo digas tú mismo, ¿tan grave es?

―No, no es grave… Es que… El Diablo… El Diablo vino a mí y me pidió ayuda para manejar una ciudad en el otro continente, es una ciudad emergente donde, se supone, convergerán diferentes seres, quiere que me haga cargo de ese lugar para mantener el orden.

―Te he dicho muchas veces que, el día que te quieras ir, debes hacerlo.

―Es que aún no sé si debo aceptar.

―¿No quieres?

―¿Qué dices tú?

―¿Qué quieres tú? Eso es lo importante.

―¿No será demasiada responsabilidad? En realidad, es una ciudad que todavía no está siquiera creada, debo ayudar a reunir a más seres diferentes, para luego ir a fundar esa ciudad. No es un trabajo fácil.

―Nunca le has temido a los desafíos. El mejor guerrero de Egipto, ¿duda ahora de su capacidad? Has manejado ciudades enteras, Nikolai, ¿por qué temes ahora?

―Todo lo que he hecho ha sido bajo tu alero, Medonte, siempre has estado a mi lado, como un padre, guiándome.

―Te subestimas, Nikolai, hace mucho tiempo que dejé de guiarte en tu andar como líder, has sido mi brazo derecho, has tomado decisiones sin necesidad de consultarme, has manejado nuestros asuntos sin que tenga que estar tras de ti para apoyarte. Lo harás sin dificultad. Si el Diablo en persona te quiere a ti para ese cargo, no es por nada, ¿o crees que él no averiguó acerca de ti, antes de pedirte que lo apoyaras?

―¿Crees que esté bien?

―¿Está bien para ti?  

Nikolai guardó un entendido silencio. Él quería hacerlo, su problema era yo, temía a mi reacción y no quería dejarme solo.

―¿Cuándo te vas? ―pregunté para no hacerle más difícil su decisión.

―Él quiere que me vaya lo antes posible.

―¿Dónde quedará esa misteriosa ciudad?

―Al otro lado del mar, al norte, mucho más al norte de donde estuvimos en las montañas hace unos siglos.

―Sí, es una tierra que promete.

―Según me dijo, se vienen grandes cambios para esas civilizaciones, él estará detrás de aquello, aunque aún no sé a qué se referirá.

―Ya lo sabrás y me contarás. O quizá me enteré por las noticias que, seguro, se esparcirán por el mundo.

―Claro.

―Te irá bien, ten confianza, has sido un hombre leal, fuerte y capaz y así seguirá siendo por los siglos de los siglos y, si necesitas de mí, de mi apoyo o consejo, no dudes en avisarme, sabes que seguirás contando conmigo siempre.

―Gracias ―me dijo con una aliviada sonrisa.

―Sé que te irá muy bien, serás un hombre respetado y estarás por sobre miles, serás el líder natural de esas tierras.

―Gracias por tu voto de confianza.

―No es un voto de confianza, Nikolai, es una profecía, un vaticinio que se cumplirá.

Sonrió otra vez y me estrechó la mano.

―Espero que nos veamos pronto.

―Yo también lo espero.

Se fue. No tenía cosas que arreglar ni llevar nada, cuando nos cambiábamos de sitio, jamás cargábamos con nada, no nos hacía falta. Simplemente se despidió de sus compañeros y se fue.  

―¿Qué vamos a hacer ahora? ―me preguntó Marcos, uno de los de mi clan, al rato.

―¿A qué te refieres?

―Ahora que Nikolai no está…

―A nosotros también nos toca irnos, ya llevamos demasiado tiempo aquí, debemos decidir a dónde nos iremos.

―¿Reúno a los demás?

Lo miré y sonreí, él era el líder natural tras Nikolai y, por su actitud, quería tomar su lugar en el grupo.

―Claro, Marcos, gracias.

―Es un placer ―me respondió con satisfacción.

Desde aquel día, Marcos se convirtió en mi mano derecha. Era un buen líder, consejero y amigo.

Un día recordé ciertas cosas. Recordé a mi hija. Recordé lo ocurrido. Recordé a mi sobrina. Catalina había asesinado a ambas. Licurgo se fue con la maldita. Yo me quedé solo. Los recuerdos parecían dagas que se me enterraban en mis sienes.

―¿Pasa algo, Medonte? ―me preguntó Marcos.

―Tú no conoces mi historia, Marcos, creo que es hora de que la sepas.

Le conté todo lo ocurrido, todos esos siglos, desde que conocí a Luna, la madre de Abril.

―Es una historia muy… extraña, por decir lo menos. Hace trescientos años fui convertido por Nikolai, lo cual he agradecido cada día, estuve a punto de morir y ahora soy un eterno y, aunque la alimentación que debemos llevar no es la mejor para mi conciencia, no me arrepiento. Pero ¿sabes qué?, tengo un don, un don que solo un par de mis compañeros conoce, porque es un don que, hasta el momento, no me había servido de nada.

―¿Qué don?

―Puedo ver las vidas anteriores de las personas. Es decir, puedo saber quién fue en su vida anterior, o en su primera vida.

No comprendí del todo su mención.

―Puedo buscar a tu hija cuando quieras.

―¿Cómo sabrías que es ella?

―Dudo mucho que haya muchos bebés asesinados por Catalina de la forma en la que dijiste.

―¿Me ayudarías?

―Para eso estoy, ¿no? ―me dijo con una sincera sonrisa.

―Gracias, Marcos.

Me dio un par de golpecitos en el brazo.

―De nada, siento que esto también me incumbe, aunque todavía no sé cómo.

―Ya lo averiguaremos ―respondí, también sentí que ese joven sería parte importante en esa madeja de lana que se estaba desenredando poco a poco. Demasiado lento, a mi parecer, aunque, ¿quién era yo para querer apurar la causa?

Mala’ikan no apareció en un buen tiempo y, cuando lo hizo fue para decirme que debía llevarse a Marcos, lo necesitaba para una misión, que después, cuando estuviera terminada, me lo diría.

―¿Es por Abril?

Me sonrió benevolente.

―Así es, Medonte, ahora que recordaste, tendrás la misión de rescatarla.

―¿Por qué te llevas a Marcos entonces? ¿Por qué no voy yo?

―Tú solo la pondrías en más riesgo, Catalina no descansa, ni descansará, mientras ella siga viva. Y sabe que tú puedes conducirla a ella, como lo has hecho todos estos años.

―¿Qué dices? Yo no…

―La ves vida tras vida, solo que no recuerdas, ahora que recordaste, cada vez que la veas, la pondrás en más peligro.

Acepté su decisión, si de mí dependía el que esa bruja no le hiciera daño a mi pequeña, aceptaría estar lejos de ella, por la eternidad, si fuera necesario.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenidos a comentar con respeto.