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jueves, 4 de febrero de 2021

10: regreso

 La transformación de Nikolai fue lenta y dolorosa, tardó más de dos semanas en despertar, lo cual me indicó que ese hombre estaba destinado a grandes cosas.

En la siguiente década, recorrimos el mundo conocido hasta ese entonces, mi nuevo acompañante me ayudó a reclutar a mi primer clan.

Aquellos diez hombres con los que inicié mi clan fueron los únicos capaces de soportar el dolor y sobrevivieron, pues no todos los que convertí lo lograron, varios murieron en el intento, lo que sí pude comprobar fue que los convertidos por Nikolai soportaron mucho mejor su transformación, por lo que decidimos que fuera él quien hiciera la transformación.

Pasaron los años y por más de un milenio no supe, ni de Catalina, ni de Mala’ikan, jamás volvieron. Lo cual me alegraba, no obstante, también me preocupaba, pues no sabía en qué momento podían volver y dañar a mi nueva familia.

Una tarde, mientras hacíamos negocios en las inmediaciones de Mesopotamia, vi a Catalina. Debo confesar que me asusté, sin embargo, pese a que nuestras miradas se cruzaron, no había atisbo de maldad u odio en sus ojos, al contrario, pareció contrariada al verme. Aun así, decidí irme de ese lugar.

―Nos vamos contigo ―me aseguró mi fiel amigo cuando se lo dije.

―A ustedes no les hará daño, Nikolai, ella me quiere a mí, si se van conmigo, ustedes también se convertirán en su objetivo.

―No te dejaré solo.

―Medonte ―me llamó Lanford, uno de mis convertidos―, te busca un hombre, dice que es importante.

―¿Quién es?

―Dijo que es tu hermano.

Me confundí. ¿Mi hermano? ¿Licurgo estaba allí? ¿Acaso Catalina lo había dejado ir?

Salí apresurado a verlo y allí estaba, igual que siempre, como yo, tampoco había envejecido.

―Licurgo… ¿Qué haces aquí? ¿Cómo estás? ¿Cómo es que Catalina te dejó ir? ―atropellé las palabras.

―Lo dices como si estuviera prisionero.

―Hermano…

―Ella me mandó a buscarte, quiere hablar contigo.

―¿Por qué no vino ella? No tiene impedimentos para hacerlo.

―Porque no quiere verte aquí con ellos, necesita hablar a solas contigo.

Me quedé pensando en esas palabras, ¿por qué no quería verme estando mis amigos conmigo? ¿Sería que ella era vulnerable a nuestros poderes? Algo así le dijo Mala’ikan antes de que nos convirtiera.

―Dile que no estoy interesado en nada de lo que provenga de ella.

―Es importante, hermano.

―¿Importante? ¿Qué puede ser importante a esta altura? Tú viniste aquí solo para darme un recado de ella, no te importa lo que le hizo a nuestra familia. Mató a nuestra madre, a nuestro padre, a nuestra hermana. Y a mi hija.

―¿Hija? ¿Tuviste una hija?

―Y tú también, Licurgo ―intervino Mala’ikan

―¿Qué dices?

―Tú también tienes una hija a la que Catalina asesinó.

―Eso es imposible, ella me lo hubiera dicho.

―¿Decirte que había asesinado a tu propia hija y que te había hecho olvidar para que estuvieras con ella?

―Ella no haría eso, ella es una buena mujer.

―¿Una buena mujer? ―exploté―. Ella no es ni lo uno ni lo otro. Es un monstruo lleno de maldad.

―Medonte… ―susurró Licurgo conmocionado por mis palabras.

Mala’ikan sostuvo mi brazo para que me calmara, a punto estuve de lanzarme en contra de mi hermano.

―Dile a esa que no voy a ir, no me interesa hablar con ella, si ella quiere hablar conmigo, que venga, sabe dónde está mi casa. Adiós, hermano.

Licurgo bajó la cabeza y se retiró a gran velocidad de mi casa. Yo me giré para mirar a Mala’ikan.

―¿Él no recuerda nada?

―Nada. Él ni siquiera recuerda con exactitud lo de su familia. Tiene vagos recuerdos de lo acontecido, lo que logra recordar, sucedió hace tanto que ya casi no distingue lo real de la fantasía.

―Yo lo tengo muy claro en mi mente.

―Déjame decirte que estás equivocado. Catalina no te quitó todos los recuerdos, pero los que sí te arrebató no los recuerdas, algunos los puedes sentir, pero estoy seguro de que hay cosas que no sabes si ocurrieron de verdad o son productos de tus fantasías.

―Como mi hija.

―Así es.

―A Luna no la recuerdo muy bien.

―Lo sé.

―¿Volveré a recordar alguna vez?

―No tengo idea, no sé cómo funciona en ustedes este limpiado de memoria. Un eterno se libera de cualquier maldición a los pocos siglos; ustedes están malditos de por vida, si pierden su condición de vampiros, pierden su vida. Además, llevas más de un milenio de vida, has logrado mucho, sin embargo, tu mente no se ha abierto todavía, lo cual no es un buen indicativo para pensar que algún día puedas volver a recordar.

―Y ahora que ha pasado tiempo, ¿vas a decirme por qué me ayudas?

―No. Ya te he dicho que no lo entenderías, además, no tiene sentido.

―Para mí sí lo tiene, ha pasado mucho tiempo y no comprendo el odio que siente Catalina, por qué mantiene a mi hermano cautivo, ¿celos?, no, ya no me trago ese cuento. Ni de ti ni de ella.

―Los celos son un sentimiento humano muy básico, ya te dije que a mí no me mueven los celos, me mueve algo más profundo, algo que no comprenderías, hay un sentido del deber, de llevar las cosas en su propio orden, de mantener los parámetros establecidos, de seguir el rumbo natural de la vida.

―¿Natural? ¿Consideras que esto en lo que esa mujer me convirtió es natural?

―No, por eso traté de impedirlo, pero si sucedió fue por algo.

―Algo que en un milenio no he logrado descifrar.

―Y quizá te tome un tiempo más.

―¿Tú sabes lo que se viene a futuro?

―No con exactitud. Hay cosas que escapan a mi visión.

―¿Qué pasará conmigo y con mi hermano?

―Pasará que serán los que logren destruir a Catalina. No sé de qué modo ni cuándo, solo sé que ustedes dos serán artífices y protagonistas de ese evento.

―Si supiera cómo destruirla, te juro que lo haría ahora mismo.

―Sí, lo imagino, pero no es momento.

―Los míos pueden destruirla, ¿verdad? Por eso no quiso venir.

―No exactamente. Ella tiene un cuerpo humano, que es mortal, solo su alma es eterna; al igual que la de tu hija y la de Licurgo, si los de tu especie la atrapan, la podrían matar fácilmente, solo que se trataría de su cuerpo, no de ella. Su alma se cambia constantemente de cuerpo.

―Yo la vi en el centro, no se veía diferente.

―No era ella.

―¿No? Era igual.

―Ella no ocupa siempre el mismo cuerpo. Hoy no es como la conoces.

Me quedé callado, esa mujer que vi pareció reconocerme, lo que no esperaba era verme.

―La mujer que viste no es Catalina, eso te lo puedo asegurar, aunque, en cierto modo, ustedes sí se conocían.

―¿La conozco? No la recuerdo.

―Ni ella a ti. Es su corazón quien habla por ustedes.

―Ella no es Luna.

Mala’ikan sonrió condescendiente y lo entendí.

―¿Mi hija? ―pregunté para asegurarme.

Él asintió apenas con la cabeza.

―¿Ella…? Pero ¿ella está…?

―Te explicaré algo, no espero que lo entiendas de inmediato, pero te lo diré de todas formas.

‹‹Hay personas que reencarnan, en otro cuerpo, en otro tiempo, en otro lugar. Son ellas, es su alma, pero que al nacer son incapaces de recordar nada de su vida anterior, quizá, puedan tener vistazos de su o sus vidas pasadas, actuar inconscientemente de acuerdo a sus recuerdos reprimidos, nada más. Su vida cambia de una vida a otra, inevitablemente. Hay seres diferentes, que parecen humanos y, sin embargo, no lo son. Como tú, tus hermanos, tu hija, tu sobrina y otros tantos que andan por ahí. Si tú hubieses quedado vivo, habrías reencarnado una y mil veces, solo que siempre habrías sido como lo que fuiste: un rey, un líder poderoso o algo similar, sin recordar tus vidas pasadas, aun así, habría llegado el momento en el que tu mente se abriría y recordarías gran parte de lo que fuiste, aunque, al parecer, con los años de reencarnaciones, esa capacidad se pierde. Así lo he comprobado en otros seres que han reencarnado este tiempo.

―Y dices que mi hija reencarnó con el cuerpo de Catalina.

―Catalina puede ser muy cruel cuando quiere.

―Y cuando no, también ―repliqué enojado, ¿cómo era posible que mi hija tuviera la apariencia de Catalina? No podía recordarla, solo sabía que existía, ¿podría verla sin sentir odio por ella, con ese cuerpo?

―Eso será muy difícil, aunque no lo sabemos en realidad, ¿qué sentiste cuando la viste?

―No lo sé… ¿Miedo?

―Miedo a Catalina. ¿Sentiste odio, ganas de matarla?

―No… No… ―respondí confundido.

―Puedo arreglar un encuentro entre ustedes.

―¿Y si quiero asesinarla?

―No lo hiciste con una joven que no era tu hija, ¿lo vas a hacer con la verdadera Abril? Además, no eres un asesino, te controlas muy bien en tu día a día, no creo que haya problema, ahora, si no quieres…

―Sí, quiero conocerla.

―Esta tarde, a las seis, preséntate en el pozo de Jen, allí te veré con ella.

Mala’ikan se iba a retirar, cuando lo detuve del brazo.

―Gracias ―dije, a pesar de querer preguntar, una vez más el porqué de su ayuda.

Él me sonrió benevolente.

―De nada ―respondió y desapareció de mi vista.  



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