Páginas

sábado, 6 de febrero de 2021

16: Galiana


Marcos regresó con la noticia de que toda la familia de Galiana, mi hija, estaba en proceso de ser convertida, excepto la madre por ser una bruja.

―Tuve que negar tu existencia y decir que no tengo clan ―me explicó―, les dije que me había enviado una vieja amiga.

―¿Y eso?

―Cuando iba en camino, Estrella me lo dijo. No sé bien la razón, solo obedecí.

―Está bien, seguramente es para ponerlos a salvo de mi persona, Catalina puede saber dónde están ellos a través de mí.

―Sí, es lo más probable.

―¿Qué debes hacer ahora?

―Esperar.

―¿Esperar a qué?

―A tener nuevas instrucciones, mucho me temo que tendré que dejar tu clan, debo ir a reclutar más gente y, además, tengo que separarme de ti si queremos que esto funcione. Yo debo ir y venir por el mundo.

Me quedé en silencio. Una separación más por la estupidez de Catalina.

―Siento mucho tener que dejarte, si no fuera necesario…

―Lo sé, Marcos, no lo sientas por mí, lo siento yo por haberte metido en este lío.

Me dedicó una agradecida sonrisa.

―No lo sientas, esto es lo que quiero, así me siento vivo, tú sabes que me gusta la aventura, además, así tendré posibilidades de sacar afuera lo que soy.

―Tienes razón, estoy seguro de que lo harás muy bien.

―Eso espero.

Nos dimos un abrazo fraterno. Ese muchacho sería muy importante en mi vida y en la de mi hija, aunque es ese momento no me imaginaba el cómo.

―Adiós, Medonte, ya nos veremos por ahí.

―Seguro que sí, si me necesitas, sabes cómo encontrarme.

―Claro. Gracias.

―Gracias a ti.

Se fue.

Debo admitir que me sentí solo. Más solo de lo que nunca había estado. Corrí por varios kilómetros y me senté a la orilla de un acantilado. De pronto, allí pude percibir una energía. Tuve una visión. Una hermosa muchacha, a mi hermano y a Catalina. Esa joven era arrastrada por Licurgo, mientras Catalina hacía callar a un perro que los seguía, ladrando y gruñendo.

―¡Calla a ese perro! ―le gritó a mi hermano.

Licurgo dejó a la joven y caminó hasta el perro. Con la fuerza de sus manos, lo partió en dos, le abrió las entrañas y comió de él. Dejó sus restos tirados. Volvió con la muchacha y la agarró del pelo.

―Lo mismo te va a pasar a ti ―la amenazó.

Tuve que repetirme que era solo una visión, de otro modo, me hubiera lanzado a defenderla.

Catalina la agarró del pelo y la escupió en la cara.

―Querida hermanita, eres tan estúpida, siempre, en cada vida, en cada una de ellas, te me entregas en bandeja. Podrías escapar de este cuerpo, pero jamás te has preocupado de aprender, tampoco es que mamá haga algo al respecto, ¿verdad? Pareciera que no te quisiera. Bueno, siempre he sido la favorita.

¡Esa era Abril! Mi pequeña.

No quería seguir con esa visión, pero me fue imposible apartarme, necesitaba saber lo que había ocurrido.

Los detalles de tan horrible desenlace me tuvieron por mucho tiempo con el alma en carne viva. Aunque hubiese carecido de alma.

El dolor que le provocaron…

Licurgo abusó de ella, le quebró diversos huesos, le arrancó el cabello, Catalina la quemó, sin matarla. Al final, la dejaron abandonada en un basural. Murió sola, adolorida y asustada.

Al rato, llegó un hombre joven que se quedó estático al ver la escena. Cuando reaccionó, corrió hacia ella, luego llegaron otros dos. Uno de ellos dio un grito desgarrador y tomó a mi hija en sus brazos. Parecía ser su novio. La besaba y lloraba con gran desespero.

Por mis mejillas corrían densas lágrimas de sangre.

―Debemos llevarla a casa ―dijo el primero que había llegado.

―Sí, no puede quedarse aquí ―replicó el que la sostenía en sus brazos―. Este no es lugar para ella.

Se levantó con ella y el primero la cubrió con su propio abrigo. Se fueron en total desolación.

Lloré por mucho tiempo, hasta que mis lágrimas cesaron.

―Lo siento ―dijo Mala’ikan a mis espaldas.

―Esa mujer debe morir. Y mi hermano también.

―Tu hermano está bajo un hechizo muy poderoso.

―No puede ser que tanta maldad sea provocada por un hechizo, si él no quisiera.

―Licurgo duerme bajo esa fachada, Medonte, él no sabe lo que hace.

―¿Cuándo pagará por sus atrocidades?

―Falta para eso. Se deben dar ciertas características. Pero no te preocupes, cada vez falta menos.

―¿Y sabes cuántos faltan en realidad?

―En menos de dos siglos todo debería estar terminado.

―¡Dos siglos!

―¿Qué son dos siglos para los casi dos milenios que has vivido?

―Dime algo, esa visión que vi…

―Ella era Galiana, su última reencarnación.

―Esa es la familia a la que ayudó Marcos.

―Sí.

―La amaban ―dije con lágrimas rubíes que no querían dejar de brotar.

―Mucho. Ella fue muy feliz en esa vida.

―¿Y si no sale como esperamos? ¿Qué pasa si no logramos acabar con ella?

―Habrá que esperar quinientos años.

Resoplé. Podía esperar dos siglos, pero ¿setecientos años?

―Recuerda, la paciencia es…

―La virtud de los dioses, siempre me lo dices ―lo interrumpí con fastidio.

―Bien, la verdad es que me gustaría seguir compadeciéndote, pero lo siento, hay que seguir sacando las capas de olvido en las que te atrapó Catalina.

―Está bien. Ahora más que nunca estoy decidido a sufrir lo que sea con tal de acabar con esa mujer.

―No será agradable, ya te lo dije.

―No me importa, no será peor de lo que sufrió mi hija antes de morir.

―En eso tienes razón, pero será muy similar, te lo puedo asegurar. El que hayas tenido esa visión es parte de lo que está saliendo a flote y saldrá mucho más.

―No me importa. Por vengar a mi hija y acabar con esa bestia, estoy dispuesto a todo.

―Sigamos, entonces, nos queda un largo camino por delante.

Al igual que la primera vez, un dolor lacerante se apoderó de mi cabeza, pero en aquella ocasión, un dolor punzante, como golpes, lastimaban mi pecho; la luz que enceguecía mi mente, a la vez que la iluminaba, me desorientaba; no necesitaba el aire, sin embargo, parecía que me había quedado sin aliento. De pronto, sentí como si alguien hubiese agarrado mi corazón y comenzado a estrujarlo; sentí que la vida se me iba y, por un segundo, pasó por mi cabeza que Mala’ikan no hacía aquello por ayudarme, al contrario, que había encontrado la manera perfecta de aniquilarme.

Abrí los ojos para ver lo que ocurría, si Mala’ikan quería destruirme, no se lo permitiría, lucharía con todas mis fuerzas hasta el final. Lo que vi, me conmocionó. Él tenía los ojos cerrados y de mi cuerpo al suyo, pasaban un millar de pequeñas luces que golpeaban su cuerpo como puntas de lanzas. El dolor debió ser insoportable. Volví a cerrar los ojos, no era capaz de mantenerlos abiertos.

―Τελείωνε. Μέχρι εδώ!!! Telione. Mejri edo!! (¡Termina, hasta acá!) ―gritó de repente y todo se detuvo.

Caímos ambos al suelo como la primera vez, solo que mucho peor que ese día.

―¿Estás bien? ―me preguntó.

―Sí… ¿y tú? ―contesté y él me miró sorprendido.

―Bien, creí que pensabas que te quería asesinar ―me respondió burlesco.

―Viste mi mente.

―Tu mente debe estar abierta en el proceso, Medonte, debo sacar hasta los más recónditos recuerdos, de otro modo, de nada servirá. Obviamente, los más recientes y los que te surgen en el momento son los más fáciles de ver.

―Lo siento.

―No lo sientas, es normal que hayas pensado eso, yo te dije que no iba a ser fácil, además, fue un pensamiento efímero en tu mente, sé que, pese a todo, confías en mí.

―Sí, y no me preguntes por qué.

Volvió a sonreír con su típica expresión de ironía y compasión.

―Ya lo comprenderás algún día.

―¿Cuánto tardará esto? ―Cambié el tema a propósito.

―Bastante, ¿qué quieres que te diga? Empezando por el hecho de que no podemos hacer esto todos los días, las fuerzas, las energías se escaparían de nuestros cuerpos, eso es un lujo que no podemos permitirnos.

―¿Entonces? ¿Cada cuánto será?

―¿Te recuperaste en esta semana?

―Sí.

―Perfecto. Entonces, será una vez por semana. De todas maneras, debemos estar atentos, tienes que estar recuperado, de otra forma, esto no dará buenos resultados.

―Está bien. ¿Y tú?

―No te preocupes por mí, yo me recupero enseguida.

Asentí con la cabeza.

―Bien, me voy. Recuerda, aliméntate, descansa, relájate.

―Sí.

―Recordarás, tendrás visiones, tendrás que aprender a controlarlas. Mientras menos gente veas, mejor, intenta mantenerte dentro de ciertos límites. Uno de tus dones es ver cosas que han pasado en un lugar o a una persona, si no lo controlas, te desquiciarás. Por eso tuviste esa visión en el acantilado, pudiste ver lo que había ocurrido allí. Eres un rastreador, Medonte, ya trabajaremos en eso.

―Está bien.

Sonrió.

―Y no, no te quiero matar. Digamos que te he tomado afecto.

Dicho eso, desapareció sin darme tiempo a responderle.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenidos a comentar con respeto.