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sábado, 6 de febrero de 2021

15: Preparación

 

15: Preparación

¿Por dónde empezar cuando no conoces tus poderes, en especial poderes que ni sabes que tienes?

―¿Necesitas ayuda? ―me preguntó Mala’ikan con una sonrisa irónica.

―Siempre la he necesitado, pero parece que a ti no te interesa mucho ayudarme a potenciar lo que soy.

―Claro que me interesa, ya sabes que tú eres uno de los que destruirá a Catalina, solo que no era el momento, estaba esperando la señal para iniciarte en el camino de la guerra.

―¿Acaso no lo sabes todo? ¿Tuviste que esperar que una vieja hechicera te indicara que había llegado el momento de entrenarme? ―pregunté socarrón y sin respeto.

El ángel sonrió divertido.

―No soy Dios para saberlo todo, Medonte, por supuesto que no sabía cuándo debía iniciarte, cada persona en tu vida, cada una, ha cumplido o cumplirá un papel importante en tu vida para que llegues al momento de la destrucción de Catalina. Creo que, en eso, tienes más juicio que yo.

―¿En qué?

―En escoger las personas de las que te rodeas. Livia, Nikolai, Sonya…

―Nikolai ha sido el único que se ha salvado de las garras de Catalina.

―Él está protegido por alguien superior, no te preocupes por él.

―¿ Y ese alguien superior no puede hacerse cargo de Catalina?

―Por supuesto que no, en el mundo espiritual hay rangos y reglas que no deben olvidarse. Ciertas criaturas no se pueden meter con otras. Aunque seamos todos lo mismo, quien ayuda a Nikolai, no se mete con los demás.

―Bueno, da igual. ¿Qué hacemos? ¿Cómo puedo potenciar todos mis poderes para destruir a Catalina? Y, más importante aún, ¿cómo lograré recordar?

―Tendrás que trabajar muy duro y no siempre será algo agradable ―me previno.

―¿Crees que eso me importa? Mala’ikan, llevo milenios a la sombra de esa mujer, llevo siglos sin recordar mi vida, llevo demasiado odio y rencor dentro como para echarme para atrás porque no será agradable el proceso, mucho más desagradable ha sido ver morir a mi hija, a mi mujer, a mi sobrina… No, Mala’ikan, créeme que nada de lo que pase de aquí en adelante me detendrá.

―Si estás tan decidido, comencemos de inmediato.

Expandí mis pulmones, no necesitaba el aire para vivir, sin embargo, hice el ejercicio de tomar aire para prepararme para lo que venía. Mala’ikan me advirtió que no sería agradable, pero no creí que fuera, no solo desagradable, sino que muy doloroso.

―Lo primero que haré será abrir tu mente a los recuerdos anteriores a convertirte en vampiro.

―¿Cómo harás eso?

―Es lo más fácil.

El ángel se acercó a mí y puso su mano en mi frente, como si me fuera a bendecir, pero creo que fue todo lo contrario. Un dolor lacerante me cruzó de sien a sien y una luz muy brillante pasó ante mis ojos, sin embargo, fue extraño, pareció como si esa luz hubiese pasado por dentro de mi cabeza. Quise gritar, pero no fui capaz siquiera de moverme. El dolor continuó por varios e interminables minutos. La luz que atravesó mi cabeza se convirtió en miles de destellos de luz que me enceguecían por dentro. Esa luz corrió por mi cuerpo, fue algo muy extraño, pues era como si cada terminación nerviosa llevara su propia iluminación.

En algún momento, eso terminó y mi cuerpo no fue capaz de sostenerme y caí al suelo de rodillas. Pensé en la razón por la que Mala’ikan no me sostuvo, abrí los ojos con dificultad y lo vi, estaba en el suelo tan agotado como yo.

―¿Qué pasó? ―le pregunté jadeante.

―Llevabas demasiado tiempo con tu mente cerrada; demasiadas capas para llegar a tus recuerdos, Catalina hizo un buen trabajo de sellar tus pensamientos. De todas maneras, ya hice el primer trabajo ―respondió tan cansado como yo.

―¿El primer trabajo?

Sonrió con divertida ironía.

―Todavía quedan muchas capas que sacar de ahí. ―Señaló con un dedo a mi cabeza, apenas sin fuerzas.

―¿Y seguirá doliendo?

Largó una amarga risotada.

―Este dolor es nada comparado al que vendrá. Es como una herida que ha sido cicatrizada con toda la infección dentro, sacar la primera capa duele, pero no te imaginas lo que significa sacar la podredumbre que se esconde dentro. Algo así será contigo, ya logré sacar la primera capa, que es la más dura, lo que queda no es tan difícil, pero es lo más doloroso.

Se sentó en el suelo, pues aún seguía de rodillas, al igual que yo; también me dejé caer, sentado, al piso.

―¿Por qué crees que Catalina se ha empecinado en mi contra? ―consulté.

―Ella no necesita razones, Medonte, ella es como es. Punto. No eres el único al que ha vuelto su atención, aunque debo admitir que tú y tu hermano han sido los que más tiempo han permanecido en su objetivo. ¡Vaya uno a saber por qué! Si de por sí las mujeres son volubles, ella más. La emoción le nubla la razón.

―Dudo que ella actúe por simple emoción.

―Ella es la más emocional de las criaturas que habitan este planeta, Medonte, por eso es tan difícil acabar con ella, alguien que sepa controlar sus emociones podrá acabar con ella.

―Llevo siglos en ello. He debido aprender a la fuerza a mantener mis emociones a raya.

―No te confundas, amigo, lo que has hecho no es controlar tus emociones, es esperar paciente a que algo ocurra.

Lo miré desconcertado y confundido por dos razones.

―¿Amigo? ¿Esperar paciente? ―inquirí.

Se levantó y me dio la espalda.

―Volveré en cuanto te recuperes de la sesión de hoy.

―¿No me vas a contestar?

―No, Medonte, hoy no.

Y desapareció.

Yo me quedé un rato más en el suelo, el dolor y el cansancio habían sido cosas que parecían tan lejanas en mi vida que para mí en ese minuto se sintieron como nuevas sensaciones. ¿Debería acostumbrarme a ellas?

Cerca de una hora más tarde, me levanté y me fui a caminar, hubiese querido poder sentir la brisa o el sol, como lo hacían los humanos, poder tomar aire y mantenerlo en mis pulmones para oxigenar mi cuerpo y cerebro, pero nada de eso era posible para mí, ni siquiera podía correr para liberar tensiones, o dormir… Llegué a un acantilado y me senté allí a contemplar el horizonte. Si me hubiese lanzado de allí, nada habría ocurrido, simplemente mi cuerpo maltrecho por el golpe se habría regenerado en poco tiempo. Pensé que también era incapaz de llorar. No niego que ganas no me faltaban. La impotencia y la rabia parecían espuma que crecía en mi interior.

Cerré los ojos y pude sentir a Livia a mi lado.

―Cálmate, Medonte, recuerda que las emociones no te pueden ganar. Tú debes ser más fuerte que ellas. ―Escuché con claridad su voz.

―Lo seré, Livia, lo seré por mi hija, por ti, por el mundo. Por Catalina, para que sea destruida de una vez y que su reguero de daño y muerte se termine para siempre ―sentencié en voz alta, esa mujer nunca más me ganaría. Nunca.



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