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sábado, 24 de abril de 2021

36: Un nuevo reencuentro


Hice lo que Mala’ikan me recomendó, aquella noche salí en busca de delincuentes, pandillas que solo hacían daño a la sociedad.

Mis sentidos no anduvieron bien y terminé sin cazar una sola presa. Me iba derrotado hasta que pude escuchar una interesante conversación. Cinco tipos hablaban por teléfono con unos amigos que se ufanaban de sus proezas esa noche. Debía buscarlos, al menos ya sabía por dónde empezar, aunque no sería fácil; eran muy escurridizos y nadie conocía sus planes. Solo después sus amigos se enteraban de sus hazañas y esa noche habían violado a una chica y la habían dejado medio muerta en la calle y tal vez todavía estaba allí tirada. En sus mentes pude ver dónde había sido.

Me convertí en humo y me fui en busca de esa pobre criatura, si no podía salvarla, al menos sabría que no estaba sola.

La encontré tirada en la acera, con su ropa desgarrada, ensangrentada y aterrada, casi congelada. La tomé en mis brazos.

―No, por favor, ya no más ―suplicó, sus ojos moreteados no la dejaban ver.

―Tranquila, pequeña, te ayudaré.

―Ellos… Ellos… ―Lloró desconsolada.

―Ellos pagarán por lo que hicieron.

Corrí con ella hasta mi departamento que estaba a unas pocas cuadras. Eran las cinco de la mañana y nadie andaba en el sector.

De un salto, subí hasta el balcón de mi departamento y entré a oscuras. No iba a pasar por la recepción para que me viera el guardia, no tenía ganas ni tiempo. La dejé sobre mi cama. La sané con mi poder. Sus heridas fueron curadas, las físicas, porque las otras le quedarían.

―¿Qué pasó? ―preguntó.

―Te traje a mi casa. ¿Tienes familia a quien avisarle que estás aquí?

―Mi mamá.

―La llamaré. ¿Cómo te sientes?

―No sé. Hasta recién me dolía todo.

Sonreí.

―¿Qué me hizo?

―Curé tus heridas.

―¿Se puede hacer así? ¿Es médico?

―No, pero sí puedo hacer eso.

―¿Es un ángel?

No reí por respeto a su padecimiento.

―No, niña, soy cualquier cosa, menos un ángel.

―Pero me curó.

―Sí.

―Ellos… Yo… Pensé que iba a morir. ―Volvió a llorar.

Vi a mi Abril en ella y la abracé.

―Ahora estás a salvo. En tu cuerpo no quedan huellas de lo que te hicieron, no puedo hacer lo mismo con tu mente, a no ser que quieras que borre tu memoria.

―Quiero ―respondió de inmediato con seguridad.

Tomé su cara entre mis manos.

―¿Estás segura? ¿Quieres que borre esta noche de tu cabeza?

―Sí, por favor, si puede hacerlo, no quiero recordar todo lo que pasó… Ellos… Ellos… Deberían morirse, gente así no merece la vida.

―Estoy de acuerdo contigo y créeme, les queda muy poco para seguir haciendo sus fechorías.

―¿Qué le diré a mi mamá? Me va a matar.

Ante esas palabras, entré en sus pensamientos, no quería para no ver lo que esos tipos le habían hecho, pero lo hice y vi su mal día, la habían despedido de su trabajo, no quería llegar a su casa porque su madre la correría, era una mujer que la castigaba por cualquier cosa y que solo se aprovechaba de su dinero. Entonces me di cuenta de que varias cicatrices que tenía su cuerpo eran de parte de esa mujer. ¿Cómo era posible que padres y madres hicieran esas cosas con sus hijos?

―¿Quieres volver con ella?

―¿Y si no qué hago?

―Tú la mantienes a ella, te ocupas de tu casa, tus gastos, puedes estar sola.

―Hoy me echaron de mi trabajo.

―Puedes conseguirte otro, yo puedo ayudarte.

―No, ya ha hecho demasiado por mí, no quiero abusar.

―Yo te lo estoy ofreciendo.

Me miró con ilusión en sus ojos y en su mente pude descubrir que ya no tenía esperanza de vivir, quería morir, pero no con cinco bastardos abusando de ella.

―Quédate aquí, serás mi ama de llaves.

―¿Qué quiere de mí? ¿Quiere que sea su…?

―Mi ama de llaves, nada más. No tengo interés romántico en ti.

Bajó la cara y se asustó pensando en mis intenciones.

―Mucho menos sexual. Podrías ser mi hija, de hecho, me recuerdas mucho a ella.

―¿De verdad? Después de lo que viví esta noche…

Mis manos subieron un poco hasta sus sienes y cerré mis ojos, extraje los sucesos vividos con esos imbéciles, pero no borré todo, dejé el principio, cuando ellos comenzaron a molestarla, luego implanté mi presencia y la rescaté, tenía que saber por qué estaba allí y que yo no le haría daño, tampoco borré su reciente conversación conmigo.

Abrí los ojos, ella me miraba.

―Gracias.

―De nada.

―Si no hubiera llegado, esos hombres…

―Lo sé, pequeña, lo sé.

Se abrazó a mí y lloró. Sí, el miedo estaba allí, pero no la habían lastimado, jamás sabría que lo hicieron.

―Descansa, mañana será otro día.

La dormí y le cambié la ropa, estaba ensangrentada y rota. Al terminar, le acaricié el rostro.

―Pequeña… Nadie debería querer hacerle daño a alguien como tú.

La ira crecía en mí, esos tipos pagarían con su vida, pero sabrían lo que era el miedo antes de morirse.

Me fui al balcón. Pensé en mi pequeña, ¿estaría bien? Miré mi móvil, quería llamar para saber de ella, pero no podía arriesgarme a que Ray se enojara con ella por mi culpa, yo no estaría allí para protegerla y los poderes de Leo no eran lo suficientemente fuertes para contrarrestar el poder de Catalina, a duras penas lograba hacerlo yo con su ayuda, sin que él lo supiera, claro está.

Encendí la televisión, necesitaba algo de distracción, daban las noticias repetidas del horario central. El edificio de Ray aparecía allí, lleno de policías, ambulancias y bomberos. Nicolás Gárate había muerto. Por fin lo había conseguido. Catalina quería matarlo desde hacía mucho, pero Nicolás pertenecía a una antigua familia de hechiceros y estaba protegido contra maleficios en su contra, al igual que su hermano Sebastián. La diferencia entre ellos era que el mayor de los hermanos siempre se inclinó por los asuntos esotéricos y, al irse al extranjero, ejerció su oficio y obtuvo ayuda de diferentes hechiceros para ayudarlo a crecer. Nicolás jamás se enteró de aquello, por alguna razón, sus padres nunca lo dejaron conocer el secreto familiar.

Pensé en mi hija, ella hubiera sido tan feliz con Nicolás y Viviana, pero, de haber logrado su adopción, Catalina los hubiera hecho sufrir de otro modo, habría buscado la forma de asesinar al matrimonio y culpar a Abril, así, si no la mandaban de vuelta a un Hogar, habría ido a dar a un centro de reclusión, una cárcel para menores, de la cual, nunca hubiera salido, solo lo podría haber hecho para el gran encuentro. Sí, tuve que intervenir muchas veces para evitar que lograran su tan ansiado deseo. En las sombras, pues, si Catalina me descubría… No sé qué hubiera pasado.

Esperé, de todo corazón, que Nicolás se hubiese reunido al fin con su esposa, llevaban tantos siglos encontrándose solo en vida, nacían y morían con años de diferencia, por lo que, al llegar al lugar de descanso, donde debían encontrarse para estar juntos en la eternidad, el otro ya no estaba allí y debían volver a nacer.

De pronto, lo comprendí. Aquel no era un atentado en contra de Nicolás, era en contra de Ray. Abril lo había visto por la mañana en las runas celtas, por eso le pidió que no fuera. Pero, si fue así, ¿cómo pretendía matarlo? Él hubiese podido abrir las puertas del ascensor sin problemas; la adrenalina hace milagros.

‹‹Según bomberos, el ascensor fue rodeado por el calor, sus paredes lo convirtieron en un horno, en el sentido literal de la palabra, esto ocurrió en cosa de segundos. Al parecer, un desperfecto abrasó el ascensor antes de que salieran las llamas, las que se extinguieron a los pocos minutos››, explicó un oficial de la policía en televisión y lo comprendí, Ray no habría podido sobrevivir.

Sí. El atentado era para él.

Pensé en cómo tomaría aquella noticia mi hija. ¿Ya sabría que Nicolás no estaba muerto? Por un instante pensé en ir al velorio, al fin y al cabo, yo también era amigo de la familia, pero Ray lo tomaría como una afrenta.

Mi nueva protegida se despertó cerca del mediodía. Se asomó por la puerta del dormitorio. Sacó solo su cabeza.

―Buenos días, ¿cómo te sientes? ―la saludé con una sonrisa afable.

―Bien, demasiado bien.

―¿Y eso es malo?

―No. ―Se encogió de hombros.

―¿Tienes hambre? ¿Quieres desayunar?

Asintió con la cabeza.

―Hoy iremos de compras, necesitarás ropa y algunas otras cosas de chicas.

―No tengo dinero…

―¿Quién habló de eso? Ven.

La guie a la cocina, donde ya estaba servido su desayuno.

―Iremos de compras y luego te quedarás aquí, esta será tu casa de ahora en adelante.

―¿A cambio de qué?

―A cambio de nada.

―Nadie hace nada por bolitas de dulces.

Sonreí ante esa expresión.

―No lo estoy haciendo por nada, tú necesitas un lugar y yo necesito que alguien lo mantenga, yo tengo poco tiempo y casi no paso aquí, viajo mucho y esta casa la uso muy poco, así que no te molestaré. Si tú estás aquí, estaré seguro de que no llegarán los bichos a ocuparla.

―Puede contratar a alguien.

―Podría, pero no quiero.

Se concentró en su desayuno, no quería pensar.

―¿Qué es usted? ―me preguntó al rato.

―Un hombre.

―No, usted no es un hombre común. Vampiro no es porque hay sol y saldremos afuera, negó que sea un ángel, ¿es un demonio?, ¿un hombre lobo?

―Dios me libre de ser un hombre lobo, me parezco más a un demonio, sí. ¿Te asusta?

―No. Si me quisiera lastimar, lo hubiera hecho anoche. A no ser que me considere su mascota.

―Jamás serías mi mascota.

Me senté a su lado y tomé su mano.

―Es frío y duro, si no fuera porque en este mismo momento le está llegando el sol y no…

―¿Brillo? ―le pregunté burlón.

Ella largó una carcajada.

―¡No! A mí me encanta Edward, pero no iba a decir eso. No se está quemando, eso. A lo mejor ese anillo es como el que tienen los Salvatore.

Esbocé una sonrisa.

―No necesito un anillo para andar a la luz del día.

El único anillo en mi mano, herencia de mi padre, me lo quité.

―¿Entonces? ¿No puede decirme lo que es?

―Acertaste, soy un vampiro, pero no de serie de televisión.

―O sea, ¿puede andar a la luz del día?

―Ajá. El sol no es nuestro enemigo.

Se puso tensa. En realidad, si ella esperaba encontrarse con un vampiro, sería con uno tipo Edward o Damon, no con uno real.

―Descuida, no te haré daño.

―Por alguna razón, me siento segura aquí.

―Lo estás.

―¿Nos conocemos?

―No lo creo, lo recordaría.

―¿A mi mamá?

―Lo dudo.

―No lo sé, siento que lo conozco.

―Déjame ver.

Tomé sus manos y busqué, en su vida actual no había rastro de que siquiera nos hubiéramos topado, sus vidas pasadas estaban muy enmarañadas, como si alguien hubiese querido ocultarla de mí, pero eso no podía ser, ¿verdad? Mi hija Abril estaba conmigo, sabía quién era y no tenía más hijos. La hija de Livia también estaba en un lugar conocido y protegida. ¿Quién era esa niña de la que se me velaba su pasado?

Seguí buscando, viajando en sus memorias más recónditas hasta que di con el día de su muerte… hacía tres mil años.

 



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