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martes, 13 de abril de 2021

32: Dejar a Abril

Llegué a la casa cerca del mediodía. Habían descubierto que mi hija era bruja, aunque no recordaba casi nada de las enseñanzas de su abuela. Nick trataba, en vano, de hurgar en su mente en busca de información, pero nada. Los demás intentaban imaginar la forma de ayudarla a recordar. Nick entonces pensó en mí, en mi capacidad de recorrer tiempo y espacio, podría ayudar a buscar en su pasado, en las supuestas enseñanzas de su abuela, aunque ella en realidad no le enseñó nada de magia, solo le repetía lo importante que sería ella y lo valiente que debía ser, para dejarlo implantado en su subconsciente.

Entré en el preciso momento en el que Ray les decía que yo no intervendría.

―¿En qué no puedo intervenir? ―pregunté, fingiendo no entender.

―Es un asunto con Abril ―me respondió Ray de mal modo.

Mi hija se acurrucó al pecho de Joseph, asustada.

―No pasa nada, princesa, todo está bien. ―La tranquilizó Joseph, ella escondió su cara en el pecho de su hermano. ¡Mi niña!

―Voy al cuarto de Abril, tengo todo listo ―indiqué.

Mi hija me miró, otra vez debía dejarla sola. Subí apresurado antes de arrepentirme.

Subí las herramientas y el vidrio mientras Leo le contaba acerca de su muerte en su última vida, ella creyó que se podían meter en sus sueños y cuando se dio cuenta de que Leo había vivido aquello con ella hacía más de quinientos años, fue peor, se sintió aturdida. Ray quiso hacerla dormir, pero ella se negó, quería asimilar toda aquella información. Mi hija guardó silencio mucho rato. Nick no lograba captar sus pensamientos, pues eran caóticos. No quería imaginar lo que éramos, le aterraba pensar en la clase de seres con los que estaba. Cuando decidió en su mente que debía buscar la forma de escapar, eché a andar el taladro para que apartara esos pensamientos, no era ella la que debía irse de esa casa.

―¿Cómo estás? ―le preguntó Ray tras breves segundos.

―Asustada ―respondió―, deberían avisar cuando van a echar a andar esa cosa ―reclamó en voz alta, sabía que podría oírla.

―¡Lo siento! ―grité para que me escuchara.

Su amor a Ray fue más fuerte y había ganado la batalla de querer escapar.

Seguí trabajando mientras ellos le explicaban su papel en la batalla contra Marina. Cuando surgió el nombre de mi hermano, encontré una excusa para volver al despacho.

―¿Y Ricardo qué tiene que ver en todo esto? ―preguntó Abril.

―Él nos hizo creer que tú eras Marina ―le contestó Ray.

―¿Para qué?

―Estaba dentro de sus planes que tú llegaras a esta casa ―respondí entrando a la habitación.

―¿Qué haces aquí? ―me interrogó Ray al tiempo que se levantaba del lado de mi hija.

―Quiero contar la verdad, pero también necesito oír la verdad de parte de ustedes.

―Habla ―me ordenó.

―No, necesito tu palabra de que me dirás lo que quiero saber ―respondí a sabiendas de que no lo haría.

No me contestó, no podía confiar en mí. Me di la vuelta para volver al cuarto de Abril.

―¡Espere! ―me dijo ella―. Yo también quiero saber.

Me volví y la miré, mejor dicho, la admiré, ella era mi pequeña y era muy valiente, no cualquiera soportaría todo lo que ella tuvo que pasar, incluso, aunque muchos crean que serían felices si los secuestrara un vampiro, dudo mucho que, en la vida real, lo disfrutarían.

―Abril, será mejor que subas al cuarto ―le ordenó Ray con dureza―. Será mejor que no estés aquí.

―¿Por qué no?

―Porque este momento no es bueno, no ahora.

Ella no obedeció, al contrario, buscó mi mirada, quería respuestas.

―Ricardo planeó todo desde hace mucho tiempo, si yo hubiera sabido cómo eran las cosas, te juro que jamás lo hubiese ayudado, si te hubiese conocido antes… No, no habría servido de nada.

―¿¡Ayudaste a Ricardo?! ―rugió Ray.

Abril no se asustó, se levantó del sofá y se paró frente a mí.

―Por eso me trajo acá, ¿para matarme?

¡Claro que no! La llevé allí para protegerla, aunque no lo lograra del todo.

―Él, ¿qué tiene que ver con Marina?

―Son amantes desde tiempos inmemoriales, cada vez que aparece Marina reencarnada, lo busca e intentan someter, no solo a este clan, también a otros; a veces lo logran, a veces no, a veces lo que consiguen es que más de nosotros se les unan, por miedo más que por simpatía.

―¿Y usted? ¿Fue por miedo o por simpatía?

―Miedo.

―¿Miedo a qué?

―Ella mató a mi familia, mi hermano y yo fuimos los únicos a los que dejó vivos. O me unía o moría. Así de simple y así de terrible.

―¿Ahora sabe que lo está traicionando?

―Seguramente, no lo sé.

Ella mantuvo mi mirada unos segundos, sentí que su alma quería reconocerme eso no debía pasar, no todavía, así es que tenía que hacer algo. Le hice mirar el reloj de pared que estaba a su espalda.

―Tal vez ustedes no coman, pero yo tengo hambre.

―Abril… ―Necesitaba verla a los ojos una vez más, sabía que me quedaba poco tiempo con ella―. Yo…

―Está bien, no se preocupe, no hay problema.

―Pero te hice mucho daño.

Se encogió de hombros.

―Eso ya no importa, usted no sabía.

Se acercó a Ray que estaba a unos pasos y colocó su oído en su pecho, quería comprobar que su corazón no latía. Mi hija, sin entenderlo, sabía mucho más de lo que conscientemente percibía.

Max la llevó al comedor para que almorzara, ya pasaban de las tres de la tarde y sí tenía hambre.

Yo me fui a terminar de arreglar el cuarto, pronto llegó Leo y después Max. Entre los tres terminamos de trabajar, ninguno habló nada, aunque sabía que ellos estaban deseosos de conocer todo lo demás que no conté abajo. Abril volvió a ese dormitorio esa misma noche.

Tras dejarla dormida, Ray bajó, le había prometido a Abril que conversaría con nosotros acerca de que yo les ayudara.

―¿Cómo sé que no nos traicionarás? ―me interrogó.

―No lo sabes, solo tienes mi palabra.

―Palabra que no sirve de nada si has estado más de una década engañándonos.

―No es tan así, yo sí quería escapar de las garras de esa mujer.

―Pues no se nota si hasta hace menos de una semana nos engañaste para traer a Abril a esta casa diciendo que era Marina.

―No fue mi intención.

Ray quiso golpearme, pero Joseph lo detuvo.

―Cálmate, Ray, Abril duerme y no quiero que se despierte asustada por su culpa.

―No será mi culpa ―se defendió.

―Sí, porque no quieres escuchar razones. Manuel nos dijo por qué lo había hecho y Abril te pidió que lo reconsideraras. ¿Qué daño puede hacernos si nos ayuda? Además, Nick podría estar atento a sus pensamientos para saber si nos miente.

―Al menos podrías pensarlo ―intervino Leo.

―Manuel quiere lo mejor para Abril, aunque no te guste, no la volvería a lastimar ―agregó Max.

―Yo creo que es nuestra mejor opción ―replicó Nick―. Y la única.

Ray salió de la casa dando grandes zancos, sin usar su velocidad. Le seguimos.

―No quiero que Manuel intervenga. Punto ―sentenció.

―¡No puedes ser tan idiota! ―explotó Joseph.

―No me busques ―amenazó a Joseph.

―¡Eres un idiota, Ray! ¿No te das cuenta de lo que haces? Manuel nos quiere ayudar y tú no lo dejas ―insistió Leo.

―¿Y a ti te comieron la lengua los ratones? ―me preguntó Ray―, ¿acaso no puedes defenderte solo que necesitas que otros lo hagan por ti?

―¿Qué quieres que te diga? Todo lo que pueda argumentar te parecerá falso, solo ves a través de tus ojos de hombre inseguro.

Eso bastó para que Ray me diera un buen golpe.

―¿Saben qué? ―intervino Max, que se colocó entre nosotros―. Váyanse al bosque, allí Abril no los escuchará si quieren transarse a golpes, yo me quedaré en caso de que despierte.

Sin decir nada, Ray se internó en el bosque, los demás le seguimos. No hacía falta ser adivino para saber lo que se venía: acaloradas discusiones y golpes. Al menos, en aquella ocasión, Ray se desquitaría conmigo y no con mi hija.

―Ray ―le habló Nick en tono conciliador―, no veo en su cabeza que Manuel nos quiera traicionar, él ha sido franco con nosotros y asumió sus errores, no veo razón para seguir desconfiando de él.

―¿Y si nos está engañando? ¿Acaso viste que hace menos de una semana nos engañó?

―No busqué en sus pensamientos más que su cariño hacia ella.

―Puede manejar sus pensamientos para que no lo descubramos.

―¿Se puede hacer eso? ―pregunté fingiendo inocencia.

―Dímelo tú ―reclamó Ray―. Para mí, no eres más que un hipócrita.

El hechizo de Marina lo volvía iracundo y necesitaba desahogarse. Eso lo sabía bien yo tras mi noche de furia. Me acerqué a él y lo empujé. Reaccionó de inmediato y se lanzó contra mí. Los demás quisieron detenerlo, su fuerza, se suponía, era por mucho muy superior a la mía que era un novato, pero no un neófito; sin embargo, era yo quien debía controlar mis golpes para no destruirlo. Les pedí que no intervinieran, eso era algo entre él y yo, ambos necesitábamos aquella batalla, teníamos demasiada rabia dentro y debíamos sacarla afuera.

―Dime por qué, si quisiste traicionarnos, si trajiste a Abril para que la matásemos, ¿debería confiar en ti ahora para ayudarnos? ―me interrogó Ray en medio de la pelea.

―Porque ahora estoy de parte de ustedes, ¿no lo ves?

―¿Por qué? ¿Porque te enamoraste de Abril?

―No sabes lo que dices.

Los golpes no se detenían por la conversación.  

―Acláralo, entonces, ¿por qué ahora tienes este cambio?

―Porque ya no quiero estar de parte de esa mujer.

―¿Solo por eso?

―No estoy enamorado de Abril ―le dije al tiempo que le daba un derechazo―. Mucho menos ella lo está de mí. No debes temer que nadie te la robe.

―No confío en ti.

El silencio cayó de golpe como una lápida sobre nuestras cabezas.

―No puedo confiar ―corrigió.

La noche se volvió negra. ¿Había llegado el momento de dejar a Abril?



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