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sábado, 17 de abril de 2021

34: Imbécil

 

34: Imbécil

Regresamos a casa en total silencio.

Max le decía a Abril que debían tomar nota de lo que había dicho, había recordado unos enigmas de su abuela. Él los parafraseó a la perfección.

En uno de esos enigmas, habló de Ricardo: “El enemigo se hace amigo”, aunque ellos pensaron que se trataba de mí.

―¿Lo decidiste? ―le preguntó Abril a Ray.

―Sí.

―¿Y?

Ray no se atrevió a contestar.

―No podré ayudarte, Abril, lo siento ―respondí por él.

Ella se frustró e hizo unos pucheros que desarmaron a nuestro todopoderoso líder.

―Está bien, ayúdanos ―cedió―, pero si te veo en un solo renuncio, Manuel, te destruyo con mis propias manos.

―No te defraudaré ―mentí.

Mi niña sonrió feliz.

―¿Cuándo comenzamos? ―me preguntó.

―Ahora mismo, claro, si quieres.

―Por supuesto que quiero, no queda mucho tiempo y tengo que entender tantas cosas todavía.

―¿Tienes algo de tu abuela?

―Solo su fotografía, pero estamos todos juntos. Y el dibujo que hice de ella.

―Veré si puedo hacer algo, si no tiene su energía, no podré hacer mucho.

En cuanto tomé la fotografía, vi cada momento de mi niña con esa familia, el amor que le profesaban, las enseñanzas de su abuela, su accidente y la soledad de mi hija tras la muerte de la mujer.

Aparenté que no lograba ver nada.

Buscó en la caja algo más y encontró el pañuelo donde su abuela tenía sus runas. Esas piedras no solo tenían la energía de su abuela, también tenía la energía de brujas ancestrales. Tomé las pirámides y un golpe de energía me vino sin aviso, lo que hizo que mi mente se abriera unos segundos. Nick lo notó, por suerte, lo que había en mi mente en ese momento fue el accidente de los padres de Abril, lo que no fue un accidente, fue provocado. Por suerte, Nick no alcanzó a ver quién lo había hecho, fue tan corto el pensamiento que Nick pensó que solo había sido una fugaz revelación que no logré retener, por lo cual bufó por la frustración. Ray preguntó en nuestra baja frecuencia lo ocurrido y Nick se lo dijo.

―¡No hablen así! ―protestó Abril―. No sé cómo, pero sé que ustedes pueden hablar así y entenderse y no es justo para mí.

Ray se disculpó con ella, pero no le dijo lo que habíamos descubierto, no valía la pena, no todavía.

De pronto, sentí una corriente eléctrica, la magia de mi hija se estaba activando. Busqué en las paredes las runas con las que Diana había protegido la casa, seguían activas. Solo un cierto tipo de magia podía funcionar dentro de la casa y la magia de mi hija correspondía al tipo, lo cual me alegró, llegado el momento, podría entrenar sin problemas allí.

El inconveniente, una vez más, fue Ray. Recibió una llamada de su secretaria para que fuera a la oficina y mi hija recibió de las runas que aquello era una trampa y que no debía ir. Ray tampoco confiaba del todo en ella y dudaba de que fuera la bruja que nos ayudaría a destruir a Marina.

―Debes hacerle caso, Ray, si lo dice es por algo ―dije molesto.

―¡Tú no te metas! ―rugió y Abril se encogió en su asiento. Luego se echó hacia atrás e hizo unos pucheros.

―No te asustes, Abril, lo siento ―se disculpó el hombre, pero mi hija no respondió―. Abril…

Ella se levantó y caminó hacia el ventanal. Ray siguió disculpándose. Ella no quería ceder, por lo que influí en ella, no para que lo perdonara, sino para que recordara el amor que sentía por él, aun así, seguía sin querer hablarlo, por lo que tuve que volver a quebrantar su espíritu. Y lloró. Y lloró. Y lloró. Hasta que Leo intervino. Mi hija se sintió un fraude.

―No eres un fraude ―le aseguró Nick―, eres a quien necesitamos para terminar con esto.

Saber que sus propias palabras estaban en la mente de Abril y que Nick las acababa de pronunciar, hicieron sentir a Ray un gusano, él pensaba que Abril era un fraude, que no era a quien esperaban.

―Si sigues con esa actitud, Abril no seguirá adelante, lo dejará todo y no habrá vuelta atrás ―terminó Nick.

―-¿Es cierto eso? ―le preguntó a mi hija con preocupación.

―Sí ―respondió más serena y con firmeza, yo ya la había dejado―. Ya estoy lo suficientemente cansada y asustada con todo esto, que es nuevo y no sé cómo asimilarlo, para más encima tener miedo de ti.

Ray prometió no volver a hacerlo, solo que sus palabras y sus promesas pesaban menos que el aire. Fingí cansancio y salí de la casa unos minutos, debía encontrar la forma de irme sin que pensaran que los estaba traicionando.

Ray volvió a recibir una llamada y yo volví al salón. Abril sentía que no servía, que era una inútil y que todo se echaría a perder por su culpa y que, de ser así, Ray no la perdonaría. Me acerqué a ella y la levanté del sillón en el que estaba hundida.

―Escúchame, Abril, tú eres a quien necesitamos para acabar con esa mujer de una vez, no te preocupes por lo que no sabes, buscaremos las respuestas de algún modo, cuando llegue el momento, tú estarás preparada.

―No creo, Manuel, míreme, yo soy una tonta y una...

―No. ―La interrumpí―. No vuelvas a decir eso ni nada que se le parezca

―Pero ¡si parece que soy de agua!

Sonreí con cariño y culpa, yo era el culpable de aquello. A causa de Ray, claro.

―Eso no te hace tonta, pequeña, eso te hace humana y real.

―No sé si podré.

―Podrás, créeme cuando te digo que serás capaz de grandes cosas que ni siquiera logras ima…

―¡Aléjate de ella! ―aulló Ray con los ojos rojos.

―Ray, Abril no está bien y necesita de toda nuestra ayuda. ―Comencé a decir mientras intentaba calmarlo, también sentí la energía de Leo actuando sobre él, entre los dos nos resultó imposible, al contrario, él comenzó su transformación y, entonces, no habría quién lo detuviera… Bueno, sí, yo, pero me dejaría en evidencia.

Abril se asustó y se agarró de mi chaqueta.

―¡Abril, sube a tu cuarto! ―le gritó sin mirarla, no quería que lo viera así, aunque claro, ella sí lo estaba viendo.

―Ray…

―¡Sube a tu cuarto! ―gritó más fuerte, lo que hizo eco en la casa.

Ella no se movió. Sin mi intervención, no tenía nada de cobarde, y ese era un gran problema.

―¡Suuuuubeeeee! ―Su voz animal, su expresión y su rostro casi transformado, la hicieron correr de puro pánico. Y algo de susto que le hice sentir yo.

Joseph cruzó la sala para ir detrás de ella, pero Ray lo agarró del brazo.

―¡Déjala! Aquí hay asuntos más importantes que resolver ―le ordenó.

―¡Le gritaste, Ray!

―¡Debe obedecer!

―¡No es un animal!

―Es una rehén, ¿lo olvidas?

―¿Qué?

―Vino aquí secuestrada, nunca vino por propia voluntad, ¿no es así, Manuel?

―No puedes hablar en serio ―musitó Joseph con el dolor instalado en su pecho.

Ray continuaba a medio transformar, lo que indicaba que estaba hablando como líder de los vampiros y no como amigo.

―Esto es serio, Manuel nos traicionará en cuanto tenga la oportunidad y se llevará a Abril con él para hacerla parte de la conspiración de Ricardo y Marina.

―¿Cómo será eso posible? ―intervino Max con mala actitud.

―Así, como lo está haciendo, que cada uno la sienta vulnerable y quiera protegerla. Incluso haciendo que nos enamoremos de ella. ―Me miró a mí y luego a Joseph que seguía conmocionado.

―No lo creo ―rebatió Leo―, si así fuera, ¿por qué arriesgarse a venir a morir si su fin era destruirnos?

―Además, Nick lo hubiese sabido ―agregó Max―. ¿Ha pasado algo así por su mente, Nick?

―No, al contrario, su miedo ha sido real y se siente frustrada al no saber qué hace aquí.

―¿Y Manuel?

―No, nada. No entiende qué te pasa con él.

Ray no lo creyó, mejor dicho, no lo quiso creer y encontré la excusa perfecta para irme.

―Será mejor que me vaya ―dije―, si no soy bien recibido aquí y si vas a gritar a Abril por mi culpa, prefiero irme, lo único que puedo decirte, Ray, es que estás equivocado, es cierto que quiero a esa niña, pero jamás le haría daño. No a propósito.

―Ya intentaste separarla de mí, la querías marcar, ¿o se te olvida?

―No quería separarla de ti, quería salvarla de ti, lo sabes.

―No busques excusas, sabes que no es verdad, ¿qué estabas haciendo cuando entré aquí? ¿De qué intentabas salvarla?

―Ella esperaba que yo pudiera ayudarla, necesita entender muchas cosas.

―Ella necesita saber lo que yo le pueda decir, nada más.

Caminé hacia la puerta y sentí que Abril estaba a punto de escapar, lo que sería muy peligroso. Me volví.

―Vete, no te quiero en esta casa ―espetó.

―Estás cometiendo un error, Ray, esto no debería ser así.

―¿Y cómo debería ser, según tú?

―Deberíamos estar ayudando a Abril a recordar, demostrarle que no nos debe temer, hacerla confiar en sí misma y en nosotros, no que esté en su cuarto, asustada con ganas de escapar.

―¿Y cómo sabes que quiere escapar?

―¡Vamos, Ray! ¿De verdad no lo sabes?

―Vete, Manuel, antes de que cometa una estupidez.

―Claro que me voy a ir, no voy a quedarme a ver cómo arruinas todo por tus celos enfermizos y tu falta de confianza.

Salí de esa casa antes de arrepentirme de dejar a mi hija en manos de ese imbécil y llevarla conmigo.

Tras andar un par de kilómetros, detuve la camioneta y me bajé, un pobre árbol pagó las consecuencias de mi ira. Lo golpeé hasta derribarlo. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?



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