A cada segundo me desesperaba más, no sabía cómo ayudarla,
cómo devolver a mi hija a la vida, cómo intercambiar mi vida por la suya. En lo
de la hoguera fue fácil, sabía que debía entrar al pentagrama cuando ambas
estuvieran dentro y Mala’ikan haría el resto. Pero en ese instante estaba
perdido. No sabía qué hacer y mi mente se negaba a trabajar.
“Por favor, Mala’ikan, ayúdame una vez más. Selena, mi Luna
eterna, no dejes morir a tu hija, por favor”.
La malévola risa de Nicole me sacó de mi angustia. ¿Qué se
creía esa impostora, se estaba burlando de mi hija?
―Lo siento, querido ―le hablaba a Max―, pero el poder de la
luna es demasiado poderoso para desperdiciarlo.
Los hechiceros formaron un círculo protector alrededor de
Sabrina, a quien Nicole amenazaba con quitar de su camino.
La joven hechicera buscaba, impotente, guía en los enigmas
que su madre le había entregado tiempo atrás. Solo ella debía resolverlos, pero
uno me dio la clave:
La hija que perdió a su hijo
Jamás perdonará,
Aunque todavía no lo sabe,
La venganza traerá.
La madre que perdió a su hijo
En los brazos del maligno,
Volverá del infierno mismo
Para vengar traición y olvido.
A la madre o a la hija
Su poder traspasará
Lado a lado en la batalla
A su hijo vengarán.
Abril, mi Abril perdió a su hijo a causa de Ricardo, el
maligno, y en sus mismos brazos debía regresar del infierno.
“La traeremos de vuelta, hermano”, me dijo mi hermano con su
mente.
Se paró al lado de Nicole en señal de apoyo. Yo, con todo el
dolor de mi desgarrada alma y haciendo acopio de todas mis fuerzas, me situé al
lado de la impostora. Quise quebrarle el cuello en ese mismo instante, pero me
contuve.
―¡Manuel! ―Ray no podía creer lo que veía.
―Lo siento ―respondí con una falsa sonrisa―, debía asegurarme
de que muriera.
―¡Es tu hija, carajos!
―Era, ya no está, no existe. Nunca tuve mucho contacto con
ella, apenas sí la conocí.
―No puede ser, esto no acabará nunca ―masculló.
El clan, junto a Marcos y a Andrea se alinearon para la
lucha.
Nicole, en tanto, trataba en vano de entrar al círculo de
hechiceros, tenían un escudo protector muy poderoso. Cansada ya de los intentos
de intrusión de su nueva enemiga, Nicole encendió una hoguera entre ambos
bandos. Necesitaba tiempo y yo necesitaba que se apresurara en develar los
enigmas.
―La madre que perdió a su hijo… ―repitió―. Si no es ella,
¿quién?
―Abril ―murmuró Joseph.
―¿Abril?
―La profecía dice que ella no lo sabe y Nicole desde hacía
mucho sabía lo de Alex, sabía que no murió en los brazos del maligno. La hija
de Isabel, nuestra Abril, lo perdió cuando Ricardo…
“El poder secreto es el amor”, les hablé a su mente, sobre
todo a Andrea y a Marcos.
―No podrás ganar, Nicole, hay algo que nosotros tenemos y
que tú no ―dijo Andrea con una fortaleza y fragilidad muy parecida a la de su
madre.
―¿Sí? ¿Y según tú qué es eso?
―Tú estás aquí por ansias de poder, en cambio, nosotros,
todos nosotros, estamos aquí por amor, la fuerza más poderosa del mundo, el
poder secreto.
―¡El amor! Por favor, no creerán en esa estupidez. Ni
siquiera es real.
Marcos dio un paso delante de la mano de Andrea, su
compañera de vida desde hacía quinientos años.
―Debí destruirte ―largó Nicole; como si eso fuera posible
para una neófita como ella.
Sabrina apagó el fuego que nos separaba, se veía más
resuelta.
―Pueden tener miles de años y mucho poder ―nos habló a
Ricardo y a mí―, pero jamás podrán tener lo más importante: amor.
―¿Amor? ―se burló Ricardo―. Abril conoció el amor que yo
puedo darle a una mujer, supongo que lo tienen todavía en la memoria.
Lamentablemente, estaba embarazada, esa niña ni siquiera conoció la luz del
sol. ―Miró a Andrea, sabía muy bien quién era ella.
―¡Maldito infeliz! ―gritó Ray que jamás sintonizaba con
nada, se lanzó contra mi hermano, pero lo detuve y lo empujé de vuelta a su
lugar.
―Era niña, bueno, eso ya lo sabías, ¿no? ―La luna estaba
volviendo a brillar por completo, era el momento―. ¿Y qué podrías hacer ahora? ―Siguió
Ricardo―. ¿La vengarás? ¿Acaso podrá volver a la vida?
Apreté mis puños y bajé el rostro, por primera en mi larga
existencia, recé… Pedí que mi hija volviera a la vida, ¡Debía volver!
Una descarga de energía revivió a Abril, pero ya no era la
asustadiza niña de hacía poco, era una gran hechicera. Se levantó sin tocar el
suelo, flotó como un ánima dispuesta a la venganza.
―Mataste a mi hija, Ricardo, ahora deberás pagar caro tu
error.
―No si yo puedo evitarlo ―replicó Nicole, quien se envolvió
en una burbuja de fuego y se elevó para quedar a la altura de su contrincante.
Abril le lanzó cristales de hielo. La magia de Nicole era un
simple truco en comparación a la verdadera magia de mi hija. El único poder que
tenía Nicole era el ser neófita, exceso de fuerza y muy difícil de destruir, su
regeneración era cincuenta por ciento más rápida que la de cualquiera de
nosotros.
Cayó al suelo, derribada por mi hija. Salté sobre ella para
inmovilizarla y mi hermano le dio el golpe mortal. Abril encendió una hoguera,
sabía que estábamos en contra del tiempo con esa mujer.
Apenas vi a Ricardo lanzarla al fuego, me acerqué a mi hija
que había bajado a tierra, en su aspecto normal.
―¿Puedo abrazarte? ―le pregunté temeroso.
―Eres mi papá, ¡claro que puedes! ―me respondió con sus
ojitos aguados.
La abracé con toda la fuerza que me era permitida.
―Te amo, hija, pensé que… que…
―Estoy aquí, papá, gracias a ti.
―No solo a mí. ―Miré a mi hermano que hablaba con Max.
Ray llegó a mi lado y mi hija se olvidó de mí. Los dejé
solos, necesitaban su tiempo y espacio.
―Ricardo ―le hablé, él se dio vuelta y me dio un gran abrazo
que correspondí sin dudar.
―Perdóname, hermano, no sabía lo que hacía.
―Lo sé, no te preocupes, ahora estás libre de la influencia
de esa mujer.
―Hice demasiado daño. ―Miró por sobre mi hombro, me giré y
vi a Abril caminar decidida y con sus pensamientos bloqueados.
―¿Dónde está mi hija? ―le exigió a mi hermano.
―Detrás de ti.
Abril se dio la vuelta y se encontró con Andrea junto a
Marcos.
―La he cuidado bien todos estos años ―explicó Marcos―. La
oculté de ti ―le dijo a Ray―. Si la hubiese expuesto…
―Lo sé, estaba mucho más segura contigo que conmigo ―respondió
Ray.
Observé a Max que continuaba al lado de la fogata, me
acerqué.
―¿Cómo estás? ―le pregunté por cortesía, sabía muy bien lo
que ocurría en su mente y corazón.
―¿Tú sabías que no era Sonya?
―Lo supe por casualidad.
―Quedé como un idiota.
―No digas eso.
―Lo soy, Manuel, me dejé engañar como un idiota.
―Jamás te dejaste engañar, Max, siempre dudaste.
―Tu hermano tuvo razón en una cosa, ella me dijo que era
Sonya y le creí sin preguntar, caí como un estúpido.
―Nunca terminaste de creerle.
―¿Y de qué me sirvió? ―preguntó en retórica y caminó de
vuelta a la casa.
Joseph se acercó a mí.
―Le costará un poco asumir su pérdida ―lo justificó. Yo lo
miré y sonreí.
―No tanto como crees. Sonya, la verdadera, está aquí, estaba
esperando el momento preciso para acercarse a él.
―¿De verdad? ¿Cómo?
―Es una historia larga, aunque parece que no es la única que
terminó bien ―dije mirando a Nidia que se acercaba a nosotros.
―No, creo que ya era hora de que yo también conociera el
amor, ¿no?
―Así es, ya cumpliste con tu hermana. Gracias por hacer
tanto por ella.
―Es mi hermanita, siempre lo será, no podía dejarla.
―Lo sé, no sabes cómo me tranquiliza el saber de tu amor por
ella, cuídala. Espero que seas muy feliz, te lo mereces.
―Parece que te estuvieras despidiendo.
―Tu chica te espera, ve con ella.
Nikolai apareció a mi lado y Joseph nos dejó solos.
―¿Te vas? ―me preguntó.
―Sí, ya cumplí mi misión, mi hija vivirá una vida plena y
feliz.
―Diste tu vida por la de ella.
Lo miré sin contestar.
―Mala’ikan me lo dijo ―explicó.
―Pues sí, esta noche antes del alba reclamará mi alma.
Mi amigo me abrazó.
―Nikolai, debes saber algo antes de que me vaya. Aclaro que
yo solo lo diré, la decisión que tomes respecto a ello solo dependerá de ti, no
te sientas presionado, mucho menos obligado, yo ya no estaré así que no tendrás
ningún compromiso conmigo.
―Me asustas, Medonte, ¿pasó algo?
―Encontré a Abril.
Me miró confundido y buscó a mi Abril con su mirada.
―A tu Abril, Nikolai, la hija de Livia.
―¿Qué?
―Sí, no la encontré en buenas condiciones, tiene un hijo
pequeño. Fue apostada por su padrastro en un juego de azar y quien ganó la
maltrataba. ―Hizo un gesto de dolor―. Como te dije, no tienes que hacer nada,
dejé todo cubierto para que se hicieran cargo de sus necesidades y de las del
niño, nada les faltará.
―Después de todos estos años y del desaire que te hizo,
sigues ocupándote de ella.
―No puedo dejarla sola. Es mi hija. Sigue siéndolo.
Le conté cómo la había encontrado y lo que había hecho. Él
guardó silencio. Su mente se debatía entre olvidarse de ella o ir a buscarla.
―Tómate tu tiempo, asimílalo y luego toma una decisión, con
calma ―le aconsejé.
―La amo.
―Lo sé.
―Pero me hizo mucho daño.
―También lo sé, por eso te digo que lo pienses bien. Si no
quieres volver con ella, nadie te obliga, solo pensé que debías saberlo.
―Gracias.
Mala’ikan hizo su aparición.
―¿Listo, Medonte?
Asentí con la cabeza.
―Nikolai, un gusto verte.
―No puedo decir lo mismo si te llevarás a mi amigo.
―Así lo quiso él.
―No hay problema, Nikolai, mi hija está bien, será feliz y
mis amigos también. Catalina y su gobierno del terror, terminó.
―Sí, Medonte, se acabó. Vamos. Ya va a amanecer.
Le di un abrazo a Nikolai y me dejé conducir por el ángel de
los muertos a mi nueva morada. Una muy extraña, por cierto.
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