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jueves, 6 de mayo de 2021

42: No pude salvarla

 

La tan esperada noche llegó. Nos dirigimos a la colina en el claro del bosque. Ray y yo flanqueamos a Abril; detrás, nuestro clan y Marcos con Andrea; tras ellos, los hechiceros, y detrás de ellos todos nuestros aliados. Íbamos llegando a la colina, yo pensé que Nikolai ya no llegaría, cuando lo vi con un ejército, no solo de vampiros, también de ángeles-demonios, hombres lobo y brujas. Le sonreí, no había tiempo para nada más. Se unió a nuestro grupo. Yo sabía que ganaríamos, pero la ayuda y el apoyo de mi querido amigo era invaluable.

Una vez llegados al lugar donde sería el evento, el miedo se apoderó de Sabrina, había descubierto que Maribel no era su verdadera madre, que Milena lo era y temía ser como ella, aun cuando le aseguraron que la esencia de Martín, su padre angelical, estaba más presente en su alma que la de su madre biológica, además, la educación de Maribel había forjado su carácter y no debía temer por volverse diabólica.

―Te amo, eres la hija nacida de mi corazón, no lo olvides ―le aseguró la hechicera.

Yo envié tranquilidad al ambiente, no podía permitir que el pánico se apoderara de alguno, mucho menos de las chicas.

Catalina llegó con Ricardo a su lado. Me extrañé, no podían llegar solos. Claro que no, al rato apareció una hueste de entes sobrenaturales, pero no me fijé en ellos, mi misión era la maldita bruja y mi hermano. Ambos caminaron y sus acompañantes quedaron atrás por órdenes de ella.

―Vamos ―le susurré a Abril y a Ray.

Los cinco nos encontramos a medio camino, con algunos metros de distancia entre nosotros.

Ricardo miró a Abril y vio en ella a Isabel Castellán, la última vida de mi hija. Catalina le arrebató ese pensamiento, o eso pretendía, pues mi hermano no lo olvidó, es más, vio en mi hija a su sobrina, lo cual me indico que el influjo de esa mujer en mi hermano estaba muy debilitado.

―¿Creen de verdad que pueden destruirme? ―se burló Catalina.

―Por supuesto ―le contesté―, hoy tendrás tu merecido de una vez por todas.

―Claro, ya quisieras.

―Así será ―confirmó Ray.

―Ustedes no son rivales para mí. Y tú, menos, hermanita.

―Eso ya lo veremos ―respondió Abril con voz firme, lo que provocó un ligero temblor en Catalina. Le tenía miedo. Sí.

―¡Ahora! ―ordenó a su ejército, los cuales se abalanzaron sobre nuestro grupo.

Abril creo un escudo invisible ante nosotros y, cuando Catalina lanzó una lengua de fuego y energía hacia nosotros, chocó con el escudo. La bruja no se lo esperaba y resopló, quiso volver a intentarlo, pero mi hija la encerró en una cárcel energética, donde neutralizó los poderes de nuestra enemiga.

Otra hechicera quiso atacar a mi hija por la espalda, Ricardo se lanzó sobre Abril para sacarla del camino. Ray se lanzó sobre él, quería matarlo, yo empujé a Ricardo y me fui en su contra para que él cuidara de mi hija, pero su odio hacia mí lo cegó y no vio cuando otro vampiro se arrojó sobre Abril y la lanzó lejos. Eso no solo rompió el hechizo y dejó fuera de combate a mi hija por un rato, también quedó muy adolorida y tuve que sanarla. Pudo haberla matado. Yo sí maté al desgraciado.

―A ella déjenmela a mí ―le ordenó a su hueste con su voz mental.

Yo me llevé a mi hija a un costado.

―Pon un escudo protector sobre ti ―le indiqué―, todavía no es tiempo para tu lucha, tú eres poderosa, pero Catalina es astuta, cuídate, hasta que llegue el momento. Pase lo que pase, no intentes ayudarnos, ¿sí?

―Sí, papá.

―Te amo, hija.

―Yo también.

Me giré para ayudar al resto.

―¿Papá? ―Me devolví para mirarla―. Ganaremos, ¿verdad?

―Sí, mi niña, y tendrás la vida que siempre mereciste.

Le di un beso en la frente y me fui a la batalla.

Luchar otra vez al lado de Nikolai me trajo muchos recuerdos. Mi vida pasó ante mis ojos como una película con todos los buenos y malos momentos mientras combatíamos juntos.

―Tu amigo ―me dijo Nikolai indicándome a Joseph que peleaba con un gigante y estaba perdiendo―. Ve tú, yo me hago cargo de este.

Corrí para socorrerlo, pero en el momento en el que el gigante le iba a caer encima se me adelantó una vampira a la que conocía muy bien, fue una de las primeras jóvenes a las que Nikolai convirtió tras ser atacada por una jauría de animales… humanos. Nadia botó al gigante y entre Ray y yo lo desmembramos.

Mi hija encendió una gran fogata en medio de los dos grupos. A la rápida, vi a Joseph y a Nadia prendados uno del otro, si seguían en su burbuja, serían los próximos en morir, así es que los saqué de su ensueño, ya llegaría el momento de estar juntos al fin.

Seguimos batallando por casi una hora, a decir verdad, no eran tan buenos rivales o no tenían la suficiente motivación, pues, en tanto ellos caían como moscas, de nuestro lado no había una sola baja.

Solo quedaron dos vampiros del lado de Catalina, aparte de Ricardo y ella misma, los cuales huyeron para no terminar alumbrando la noche.

El eclipse lunar comenzó y el silencio se volvió denso.

―Ahora es mi turno, querida ―dijo Catalina con excesiva teatralidad.

Abril formó el pentagrama de fuego en el suelo y quedaron ambas en su centro.

―¿Crees que eso me atemoriza? Estoy segura de que ni siquiera sabes para qué sirve ―se burló desafiante y saltó fuera de él.

―No soy tan inútil como piensas, hermanita, crees que no sé nada y que no podré destruirte, ¿verdad?

Catalina no contestó, solo sonrió burlesca, esperaba al eclipse para atacar, pero mi hija se le adelantó y con un látigo de viento, la volvió a meter al pentagrama.

Ricardo quiso entrar, pero Ray y yo lo detuvimos, esa pelea era de ellas. Miré a mi alrededor, todos estaban detenidos en el tiempo, busqué la mirada de mi hija, solo ella podía liberarlos. Me sonrió, hizo un ademán con sus manos y todos volvieron a la normalidad. Mi hija era tan poderosa.

Las dos mujeres se enzarzaron en una lucha feroz. Catalina no intentó volver a salir o quizá no podía. La luna cada vez estaba más oculta. Abril le hacía frente a su hermana, pero la habilidad de esa mujer y la oscuridad de la noche le jugaban en contra. Abril quiso formar de nuevo una burbuja para contener a Catalina, pero no lo logró; en cambio, la hechicera golpeó una y otra vez con látigos de energía a mi pequeña. Mi hija era incapaz de defenderse y en uno de los ataques, cayó inconsciente. Esa era mi señal, había llegado mi turno de actuar.

Me lancé en contra de Catalina que le iba a dar el golpe de gracia a mi hija y comenzamos a luchar, ella con su magia, yo con fuerza y rapidez.

Ray dejó a Ricardo con Joseph y Max y también entró al círculo, pero Catalina lo sacó de inmediato.

La Luna ya estaba por ocultarse.

“Mi Luna, ayúdame esta vez”, rogué y vi a Mala’ikan que nos observaba. Hizo un gesto de asentimiento y yo me abracé a mi enemiga para inmovilizarla y que Mala’ikan me transfiriera su esencia, lo cual hizo pocos segundos después. Mi alma y la de Catalina estaban mi cuerpo.

Abril se aterró y no supo qué hacer.

―Hazlo, hija, termina con esto, mátame antes de que tome el control de mí.

No me obedeció. De haberlo hecho, Catalina y yo hubiésemos muerto y todo habría acabado. Intenté leer en su mente, pero la tenía bloqueada.

Las llamas del pentagrama se elevaron al menos veinte metros.

―Hija, mátame, así podrás vivir la vida que te corresponde ―rogué una vez más.

―Ella no ganará, papá, no la dejaré ganar.

―Mátanos a los dos, esa es la única forma.

―No es la única, papá.

―Es la única en la que podrás vivir, hija, por favor ―le supliqué desesperado. O era mi hija o era yo, pero uno de los dos tenía que morir y prefería ser yo.

―No, papá, esta es mi lucha.

No sé cómo lo hizo, pero devolvió el alma de Catalina al cuerpo de Milena y a mí me expulsó del pentagrama.

―¡No! ―grité desesperado y me levanté para entrar de nuevo. Catalina y yo deberíamos morir juntos.

Leo y Joseph me detuvieron.

―Cálmate, si entras, el fuego acabará contigo ―me dijo Leo.

―¡Ella está sola con Milena! ―protesté, sabía que ambas morirían.

Busqué a Mala’ikan, pero no lo encontré. Nikolai y Marcos estaban juntos y, al parecer, ya conocían el desenlace.

―Es impresionante lo que puede hacer ―comentó Maribel acercándose a nosotros―. Ese tipo de llama no lo hace cualquiera, es imposible.

―¡Está en peligro! ―grité, nadie comprendía la gravedad de lo que pasaba.

―No lo está ―confirmó Sebastián.

―¿Vamos? ¿Es que solo yo veo lo que se viene? ―Por supuesto que era así―. La luna está a punto de desaparecer y cuando eso ocurra…

―Yo confío en que lo sabrá hacer, solo necesita un motivo para destruirla ―me respondió Luisa, la abuela biológica de Abril.

―Motivos le sobran ―agregó Ray.

―Sí, motivos le sobran, pero aún le cuesta sentirlos desde las entrañas.

―Se metió con su padre recién encontrado ―indicó Joseph.

―Sí, así es, veremos si eso es suficiente. ―Yo sabía muy bien que no.

―¿Dudas de su amor por ti? ―inquirió Ray, sorprendido.

―No, no es eso, es que… Tengo miedo por ella. ―Yo sabía que mi pequeña iba a morir y no era justo.

―Yo también tengo miedo ―confesó Ray―, pero no podemos entrar allí, es demasiado peligroso… para ella ―aclaró.

―Lo sé, no debió sacarme ―musité. Ray tenía razón, si lográbamos entrar, ella se desconcentraría y podía terminar muriendo por nuestra imprudencia sin matar a Catalina.

La hoguera donde habíamos quemado los cuerpos de nuestros enemigos se apagó. Mi Luna había quedado cubierta por completo. Ese era el momento decisivo.

El tiempo se detuvo.

―¿Darías tu vida a cambio de la suya? ―me preguntó Mala’ikan.

―Por supuesto que sí, lo sabes ―respondí sin dudar―. Ella no quiso.

―Abril está rompiendo los hechizos de Catalina, quedará sin fuerzas y morirá, para salvarla, tendrás que dar tu vida a cambio de la de ella. Tu vida se reclamará esta noche, antes del alba.

―Ni siquiera deberías preguntar, sabes que si mi hija muere mi vida ya no tendrá sentido.

―Perfecto. Solo necesitaba asegurarme.

―¿Qué tengo que hacer?

―Deberás traerla de vuelta.

―¿Y cómo haré eso?

―Tienes que descubrirlo tú mismo, tienes hasta el amanecer.

―¿Qué? ¡Dime cómo lo hago! ―exigí.

―Cálmate, Medonte.

―¡Mi hija va a morir si no la traigo de vuelta!

―Sabrás cómo hacerlo y recibirás ayuda, no te preocupes. ―Desapareció de mi vista.

―Mala’ikan… ―dije en un ruego, no quería perder a mi hija.

―Tranquilo, Medonte, sigo aquí, yo te dije que iba a estar presente, aunque no pudiera pelear a tu lado.

―Sálvala, por favor.

―No, Medonte, sálvala tú ―sentenció antes de que perdiera, no solo la visión de él, también su esencia.

El tiempo volvió a andar, la luna se asomó e iluminó el centro de las llamas.

Pocos minutos después, una espiral llevaba un alma de vuelta al Cielo.

―¿Quién es ella? ―preguntó un nervioso Ray.

―No lo sé, no es fácil distinguirlas así ―respondí peor que Ray.

―Sus auras son muy parecidas y enredadas en esa luz, no logro verla como para notar la diferencia mínima que existe entre ambas ―indicó Leo.

―No oigo nada proveniente del interior ―reafirmó Nick―, tampoco estoy seguro de quién es.

―Es Abril, ¿quién más? ―se burló Ricardo―. Milena saldrá mucho más poderosa y ustedes ya pueden darse por muertos.

Ray la dio un golpe que le partió la cara.

―¡Nadie ha pedido tu opinión!

―Ya verán cuando salga Milena y me libre, ¡yo mismo te mataré!

No entendía por qué Ricardo actuaba así, ya no estaba bajo el hechizo de Catalina, pero su mente estaba bloqueada para mí.

Nicole se acercó a él.

―¿De verdad quieres matarnos a todos? ¿Quieres matarme a mí?

―¿Sonya?

―Sí, soy yo.

―No, no puede ser.

―Sí, lo soy, tú intentaste salvar a mi bebé.

Ricardo se tambaleó y se mostró confundido. ¿Por qué lo hacía? No lo entendía, ¿es que acaso le quedaba algo de los hechizos de Catalina dentro?

Sabrina se acercó y colocó su mano en su hombro. Sí, aún quedaba en su interior un último hechizo, que la joven hechicera eliminó y envió hacia el espiral que todavía permanecía uniendo a la Luna con el Pentagrama.

Ya no seguí escuchando lo que pasaba entre mis amigos y mi hermano, mi interés estaba puesto en mi hija, no sabía lo que había ocurrido y temía no ser capaz de salvarla.

Una gran llamarada se alzó desde el pentagrama y luego se apagó por completo. Los cuerpos inertes de las dos hermanas quedaron al descubierto.

Corrí para ver a mi hija, ella no debía morir, ¡yo había cambiado mi vida por la de ella! Mala’ikan lo había asegurado. La tomé entre mis brazos y amargas lágrimas de sangre corrieron por mis mejillas.



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