La tan esperada noche llegó. Nos dirigimos a la colina en el
claro del bosque. Ray y yo flanqueamos a Abril; detrás, nuestro clan y Marcos
con Andrea; tras ellos, los hechiceros, y detrás de ellos todos nuestros
aliados. Íbamos llegando a la colina, yo pensé que Nikolai ya no llegaría,
cuando lo vi con un ejército, no solo de vampiros, también de ángeles-demonios,
hombres lobo y brujas. Le sonreí, no había tiempo para nada más. Se unió a
nuestro grupo. Yo sabía que ganaríamos, pero la ayuda y el apoyo de mi querido
amigo era invaluable.
Una vez llegados al lugar donde sería el evento, el miedo se
apoderó de Sabrina, había descubierto que Maribel no era su verdadera madre,
que Milena lo era y temía ser como ella, aun cuando le aseguraron que la
esencia de Martín, su padre angelical, estaba más presente en su alma que la de
su madre biológica, además, la educación de Maribel había forjado su carácter y
no debía temer por volverse diabólica.
―Te amo, eres la hija nacida de mi corazón, no lo olvides ―le
aseguró la hechicera.
Yo envié tranquilidad al ambiente, no podía permitir que el
pánico se apoderara de alguno, mucho menos de las chicas.
Catalina llegó con Ricardo a su lado. Me extrañé, no podían
llegar solos. Claro que no, al rato apareció una hueste de entes
sobrenaturales, pero no me fijé en ellos, mi misión era la maldita bruja y mi
hermano. Ambos caminaron y sus acompañantes quedaron atrás por órdenes de ella.
―Vamos ―le susurré a Abril y a Ray.
Los cinco nos encontramos a medio camino, con algunos metros
de distancia entre nosotros.
Ricardo miró a Abril y vio en ella a Isabel Castellán, la
última vida de mi hija. Catalina le arrebató ese pensamiento, o eso pretendía,
pues mi hermano no lo olvidó, es más, vio en mi hija a su sobrina, lo cual me
indico que el influjo de esa mujer en mi hermano estaba muy debilitado.
―¿Creen de verdad que pueden destruirme? ―se burló Catalina.
―Por supuesto ―le contesté―, hoy tendrás tu merecido de una
vez por todas.
―Claro, ya quisieras.
―Así será ―confirmó Ray.
―Ustedes no son rivales para mí. Y
tú, menos, hermanita.
―Eso ya lo veremos ―respondió
Abril con voz firme, lo que provocó un ligero temblor en Catalina. Le tenía
miedo. Sí.
―¡Ahora! ―ordenó a su ejército,
los cuales se abalanzaron sobre nuestro grupo.
Abril creo un escudo invisible
ante nosotros y, cuando Catalina lanzó una lengua de fuego y energía hacia
nosotros, chocó con el escudo. La bruja no se lo esperaba y resopló, quiso
volver a intentarlo, pero mi hija la encerró en una cárcel energética, donde
neutralizó los poderes de nuestra enemiga.
Otra hechicera quiso atacar a mi
hija por la espalda, Ricardo se lanzó sobre Abril para sacarla del camino. Ray
se lanzó sobre él, quería matarlo, yo empujé a Ricardo y me fui en su contra
para que él cuidara de mi hija, pero su odio hacia mí lo cegó y no vio cuando
otro vampiro se arrojó sobre Abril y la lanzó lejos. Eso no solo rompió el
hechizo y dejó fuera de combate a mi hija por un rato, también quedó muy
adolorida y tuve que sanarla. Pudo haberla matado. Yo sí maté al desgraciado.
―A ella déjenmela a mí ―le ordenó
a su hueste con su voz mental.
Yo me llevé a mi hija a un
costado.
―Pon un escudo protector sobre ti ―le
indiqué―, todavía no es tiempo para tu lucha, tú eres poderosa, pero Catalina
es astuta, cuídate, hasta que llegue el momento. Pase lo que pase, no intentes ayudarnos,
¿sí?
―Sí, papá.
―Te amo, hija.
―Yo también.
Me giré para ayudar al resto.
―¿Papá? ―Me devolví para mirarla―.
Ganaremos, ¿verdad?
―Sí, mi niña, y tendrás la vida
que siempre mereciste.
Le di un beso en la frente y me
fui a la batalla.
Luchar otra vez al lado de Nikolai
me trajo muchos recuerdos. Mi vida pasó ante mis ojos como una película con
todos los buenos y malos momentos mientras combatíamos juntos.
―Tu amigo ―me dijo Nikolai
indicándome a Joseph que peleaba con un gigante y estaba perdiendo―. Ve tú, yo
me hago cargo de este.
Corrí para socorrerlo, pero en el
momento en el que el gigante le iba a caer encima se me adelantó una vampira a
la que conocía muy bien, fue una de las primeras jóvenes a las que Nikolai
convirtió tras ser atacada por una jauría de animales… humanos. Nadia botó al
gigante y entre Ray y yo lo desmembramos.
Mi hija encendió una gran fogata en
medio de los dos grupos. A la rápida, vi a Joseph y a Nadia prendados uno del
otro, si seguían en su burbuja, serían los próximos en morir, así es que los
saqué de su ensueño, ya llegaría el momento de estar juntos al fin.
Seguimos batallando por casi una
hora, a decir verdad, no eran tan buenos rivales o no tenían la suficiente
motivación, pues, en tanto ellos caían como moscas, de nuestro lado no había
una sola baja.
Solo quedaron dos vampiros del
lado de Catalina, aparte de Ricardo y ella misma, los cuales huyeron para no
terminar alumbrando la noche.
El eclipse lunar comenzó y el silencio se volvió denso.
―Ahora es mi turno, querida ―dijo Catalina con excesiva
teatralidad.
Abril formó el pentagrama de fuego en el suelo y quedaron
ambas en su centro.
―¿Crees que eso me atemoriza? Estoy segura de que ni
siquiera sabes para qué sirve ―se burló desafiante y saltó fuera de él.
―No soy tan inútil como piensas, hermanita, crees que no sé
nada y que no podré destruirte, ¿verdad?
Catalina no contestó, solo sonrió burlesca, esperaba al
eclipse para atacar, pero mi hija se le adelantó y con un látigo de viento, la
volvió a meter al pentagrama.
Ricardo quiso entrar, pero Ray y yo lo detuvimos, esa pelea
era de ellas. Miré a mi alrededor, todos estaban detenidos en el tiempo, busqué
la mirada de mi hija, solo ella podía liberarlos. Me sonrió, hizo un ademán con
sus manos y todos volvieron a la normalidad. Mi hija era tan poderosa.
Las dos mujeres se enzarzaron en una lucha feroz. Catalina
no intentó volver a salir o quizá no podía. La luna cada vez estaba más oculta.
Abril le hacía frente a su hermana, pero la habilidad de esa mujer y la
oscuridad de la noche le jugaban en contra. Abril quiso formar de nuevo una
burbuja para contener a Catalina, pero no lo logró; en cambio, la hechicera
golpeó una y otra vez con látigos de energía a mi pequeña. Mi hija era incapaz
de defenderse y en uno de los ataques, cayó inconsciente. Esa era mi señal,
había llegado mi turno de actuar.
Me lancé en contra de Catalina que le iba a dar el golpe de
gracia a mi hija y comenzamos a luchar, ella con su magia, yo con fuerza y
rapidez.
Ray dejó a Ricardo con Joseph y Max y también entró al
círculo, pero Catalina lo sacó de inmediato.
La Luna ya estaba por ocultarse.
“Mi Luna, ayúdame esta vez”, rogué y vi a Mala’ikan que nos
observaba. Hizo un gesto de asentimiento y yo me abracé a mi enemiga para
inmovilizarla y que Mala’ikan me transfiriera su esencia, lo cual hizo pocos
segundos después. Mi alma y la de Catalina estaban mi cuerpo.
Abril se aterró y no supo qué hacer.
―Hazlo, hija, termina con esto, mátame antes de que tome el
control de mí.
No me obedeció. De haberlo hecho, Catalina y yo hubiésemos
muerto y todo habría acabado. Intenté leer en su mente, pero la tenía
bloqueada.
Las llamas del pentagrama se elevaron al menos veinte
metros.
―Hija, mátame, así podrás vivir la vida que te corresponde ―rogué
una vez más.
―Ella no ganará, papá, no la dejaré ganar.
―Mátanos a los dos, esa es la única forma.
―No es la única, papá.
―Es la única en la que podrás vivir, hija, por favor ―le
supliqué desesperado. O era mi hija o era yo, pero uno de los dos tenía que
morir y prefería ser yo.
―No, papá, esta es mi lucha.
No sé cómo lo hizo, pero devolvió el alma de Catalina al
cuerpo de Milena y a mí me expulsó del pentagrama.
―¡No! ―grité desesperado y me levanté para entrar de nuevo.
Catalina y yo deberíamos morir juntos.
Leo y Joseph me detuvieron.
―Cálmate, si entras, el fuego acabará contigo ―me dijo Leo.
―¡Ella está sola con Milena! ―protesté, sabía que ambas
morirían.
Busqué a Mala’ikan, pero no lo encontré. Nikolai y Marcos
estaban juntos y, al parecer, ya conocían el desenlace.
―Es impresionante lo que puede hacer ―comentó Maribel acercándose
a nosotros―. Ese tipo de llama no lo hace cualquiera, es imposible.
―¡Está en peligro! ―grité, nadie comprendía la gravedad de
lo que pasaba.
―No lo está ―confirmó Sebastián.
―¿Vamos? ¿Es que solo yo veo lo que se viene? ―Por supuesto
que era así―. La luna está a punto de desaparecer y cuando eso ocurra…
―Yo confío en que lo sabrá hacer, solo necesita un motivo
para destruirla ―me respondió Luisa, la abuela biológica de Abril.
―Motivos le sobran ―agregó Ray.
―Sí, motivos le sobran, pero aún le cuesta sentirlos desde
las entrañas.
―Se metió con su padre recién encontrado ―indicó Joseph.
―Sí, así es, veremos si eso es suficiente. ―Yo sabía muy bien
que no.
―¿Dudas de su amor por ti? ―inquirió Ray, sorprendido.
―No, no es eso, es que… Tengo miedo por ella. ―Yo sabía que
mi pequeña iba a morir y no era justo.
―Yo también tengo miedo ―confesó Ray―, pero no podemos
entrar allí, es demasiado peligroso… para ella ―aclaró.
―Lo sé, no debió sacarme ―musité. Ray tenía razón, si
lográbamos entrar, ella se desconcentraría y podía terminar muriendo por
nuestra imprudencia sin matar a Catalina.
La hoguera donde habíamos quemado los cuerpos de nuestros
enemigos se apagó. Mi Luna había quedado cubierta por completo. Ese era el
momento decisivo.
El tiempo se detuvo.
―¿Darías tu vida a cambio de la suya? ―me preguntó
Mala’ikan.
―Por supuesto que sí, lo sabes ―respondí sin dudar―. Ella no
quiso.
―Abril está rompiendo los hechizos de Catalina, quedará sin
fuerzas y morirá, para salvarla, tendrás que dar tu vida a cambio de la de
ella. Tu vida se reclamará esta noche, antes del alba.
―Ni siquiera deberías preguntar, sabes que si mi hija muere
mi vida ya no tendrá sentido.
―Perfecto. Solo necesitaba asegurarme.
―¿Qué tengo que hacer?
―Deberás traerla de vuelta.
―¿Y cómo haré eso?
―Tienes que descubrirlo tú mismo, tienes hasta el amanecer.
―¿Qué? ¡Dime cómo lo hago! ―exigí.
―Cálmate, Medonte.
―¡Mi hija va a morir si no la traigo de vuelta!
―Sabrás cómo hacerlo y recibirás ayuda, no te preocupes. ―Desapareció
de mi vista.
―Mala’ikan… ―dije en un ruego, no quería perder a mi hija.
―Tranquilo, Medonte, sigo aquí, yo
te dije que iba a estar presente, aunque no pudiera pelear a tu lado.
―Sálvala, por favor.
―No, Medonte, sálvala tú ―sentenció
antes de que perdiera, no solo la visión de él, también su esencia.
El tiempo volvió a andar, la luna se asomó e iluminó el
centro de las llamas.
Pocos minutos después, una espiral llevaba un alma de vuelta
al Cielo.
―¿Quién es ella? ―preguntó un nervioso Ray.
―No lo sé, no es fácil distinguirlas así ―respondí peor que
Ray.
―Sus auras son muy parecidas y enredadas en esa luz, no
logro verla como para notar la diferencia mínima que existe entre ambas ―indicó
Leo.
―No oigo nada
proveniente del interior ―reafirmó Nick―, tampoco estoy seguro de quién es.
―Es Abril, ¿quién más? ―se
burló Ricardo―. Milena saldrá mucho más poderosa y ustedes ya pueden darse por
muertos.
Ray la dio un golpe que
le partió la cara.
―¡Nadie ha pedido tu
opinión!
―Ya verán cuando salga
Milena y me libre, ¡yo mismo te mataré!
No entendía por qué
Ricardo actuaba así, ya no estaba bajo el hechizo de Catalina, pero su mente
estaba bloqueada para mí.
Nicole se acercó a él.
―¿De verdad quieres
matarnos a todos? ¿Quieres matarme a mí?
―¿Sonya?
―Sí, soy yo.
―No, no puede ser.
―Sí, lo soy, tú
intentaste salvar a mi bebé.
Ricardo se tambaleó y se mostró confundido. ¿Por qué lo
hacía? No lo entendía, ¿es que acaso le quedaba algo de los hechizos de
Catalina dentro?
Sabrina se acercó y colocó su mano en su hombro. Sí, aún
quedaba en su interior un último hechizo, que la joven hechicera eliminó y
envió hacia el espiral que todavía permanecía uniendo a la Luna con el
Pentagrama.
Ya no seguí escuchando lo que pasaba entre mis amigos y mi
hermano, mi interés estaba puesto en mi hija, no sabía lo que había ocurrido y
temía no ser capaz de salvarla.
Una gran llamarada se alzó desde el pentagrama y luego se
apagó por completo. Los cuerpos inertes de las dos hermanas quedaron al descubierto.
Corrí para ver a mi hija, ella no debía morir, ¡yo había
cambiado mi vida por la de ella! Mala’ikan lo había asegurado. La tomé entre
mis brazos y amargas lágrimas de sangre corrieron por mis mejillas.
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