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martes, 4 de mayo de 2021

41: Efímera felicidad


Aquella noche me fui al bosque, necesitaba pensar, pronto todo terminaría.

―¿Preparado para el gran evento? ―me preguntó Mala’ikan tras aparecer ante mí.

―Eso espero.

―No será fácil.

―Lo sé, solo espero que salgamos victoriosos.

―Tienen mucha ayuda y seguirán llegando más ―me dijo mirando a la casa, yo me volví y vi que desde el cielo caían espirales de luces.

―Son ángeles que vienen a luchar.

―¡Vaya! ―exclamé sorprendido.

Hubo un minuto de silencio que se tornó muy tenso.

―Medonte… ―habló al fin con duda, lo cual me resultó muy extraño―. Mañana alguien tiene que morir.

―Espero que sea Catalina.

―Además de ella.

―¿Qué?

―Hay una muerte segura que creo no te importará.

―¿Quién! Todos aquí son importantes.

―Nicole ―dijo lacónico.

―Ah, ella…

―Sí, ella. Las otras dos muertes todavía no están claras.

―Si me vas a decir que una de ellas es mi hija…

Un silencio respondió más que un grito.

―¡No! ¡No! Si ella muere, esto no habrá servido de nada. Todo lo que he hecho no habrá servido para nada.

―No te pongas así, Medonte.

―¿No? ¿Cómo quieres que me ponga? Mi vida entera la he sacrificado para terminar con Catalina y darle a mi hija la vida que merece, ¿y tú me dices que no me ponga así?

―Cálmate, nada está dicho, todavía, además, si muere Catalina, habrás salvado al mundo.

―¡A la mierda el mundo si pierdo a mi hija! ¿Sabes todo lo que ella ha sufrido? ¿Sabes todo lo que he vivido para llegar a este momento con vida? ¿¡Lo sabes?!

―Lo sé, Medonte, lo sé, yo solo vine a advertirte.

―Puedes irte con tus advertencias a la cresta.

―¡Medonte!

―Mi hija no puede morir. ¡No puede! ―Lloré con amargura.

Mala’ikan se acercó y me abrazó como un padre. En ese amargo llanto descargué toda mi frustración por ser incapaz de salvar a mi pequeña.

―Hay un modo, Medonte.

―Un modo de qué.

―Un modo de salvarla.

Yo me aparté y lo miré esperanzado.

―Dime, lo que sea con tal de que ella viva la vida que se merece.

―Debes prestar mucha atención ―me ordenó antes de explicarme paso a paso lo que debía hacer.

 

 

La mañana llegó temprano para Abril, se despertó antes de la siete y no pudo ni quiso seguir durmiendo.

―Deberías descansar ―le dije―, puedo ayudarte, si quieres.

Ray estaba con algunos de nuestros amigos en una reunión de planificación.

―No, no quiero. ¿Podemos practicar?

―¿Por qué no vamos a dar una vuelta? Ya has practicado lo suficiente, no debes gastar tus energías.

―¿No que soy energía pura?

―Así es, mi niña, pero también eres humana, además, quiero pasear contigo.

Comencé a caminar con ella de la mano, de pronto, me detuvo, yo la miré.

―Papá, lo lograré, ¿cierto?

Le sonreí y acuné su dulce rostro.

―Claro que sí, hija, esta noche ganarás, no te quepa duda de eso.

―¿Has visto este futuro?

―No, es una de las cosas que me está vedada, pero sí recibí iluminación de alguien que sí lo sabe.

―Entonces, estás seguro de que ganaremos.

―Sí, mi amor, tú ganarás.

Seguí caminando y me dirigí al bosque con ella.

―¿Papá?

―¿Pasa algo?

―¿Dónde vamos? Este lugar me da miedo.

―No debes temer, mi niña, nada malo te va a pasar aquí, mucho menos conmigo, solo quiero que veas algo.

Nos detuvimos en el acantilado, donde hacía un tiempo había querido suicidarse.

―¿Qué hacemos aquí?

―Abril, hija, yo soy tu padre, jamás te haría daño, no te traje aquí para matarte, sería estúpido, estamos rodeados de vampiros que saben quién eres tú y quién soy yo ―respondí a sus pensamientos―. Además, con tus poderes, si quisieras, o tuvieras la necesidad, me podrías eliminar.

―Es que no entiendo.

La guie hasta la orilla, desde donde se podía ver el mar y, a lo lejos, extensiones de tierra, hasta donde el ojo podía observar.

―Este mundo, hija, dependerá de ti esta noche, y no solo este plano, los otros también, ya has visto que han llegado seres de todo tipo y lugar. Tú eres la elegida para salvar a este y otros mundos. Tú eres fuerte, tú eres vida, tú eres energía, tú eres todo lo que se necesita para acabar con Catalina y sus maldades. Ven, que te voy a llevar a recargar energías.

La subí a mi espalda.

―Afírmate muy bien ―le indiqué.

Ella se aferró a mi cuello y salté al abismo. Ella gritó aterrada y se agarró más fuerte de mí. A medio camino, me convertí en un águila calva; se relajó.

―¿Eres como Leo?

―Sí. ¿Estás bien?

Por respuesta se recostó en mi lomo.

―Gracias, papá.

―Te amo, hija.

―¿Puedes bajar al mar? ―me preguntó al rato.

Al llegar abajo, me volví hombre de nuevo, quise leer sus pensamientos al ver que no hablaba, pero no pude. Ella sonrió.

―¿Qué pasa?

―Puedo bloquear mis pensamientos.

Sonreí.

―Vaya, vaya, entonces ya no puedo leerte, aunque ahora piensas en lo orgulloso que quieres que me sienta por tus logros.

Hizo un puchero y dejó caer los brazos.

―¡Me leíste! -protestó.

Me acerqué y la abracé con toda la fuerza que podía infundir.

―Mi pequeña, una vez te dije que eras muy transparente y tus ojos dicen más que tus palabras. Te aseguro que tu mente está bloqueada para mí y sí, soy el padre más orgulloso y feliz de todos los mundos por tenerte como hija. Te amo, te amo y durante mucho tiempo he esperado este momento, estar contigo, hablarte, contemplarte, saber que tú también me quieres… Verte feliz y completa. Claro que soy el padre más orgulloso y jamás lo dudes.

Ella se apretó más a mí.

―Te amo, papá, te amo mucho y me alegra haberte encontrado.

No podría describir la felicidad que me embargó en ese momento, aunque sabía que sería efímera… como siempre.



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