Llegamos al departamento de Leo en pocos minutos. Ray la
llevó en sus brazos directo a la habitación. En ese lugar se encontraban,
además de mis amigos, Sabrina, la exnovia de Leo, y Nicole, la nueva novia de
Max.
Nick me entregó los papeles en los que Sabrina había escrito
los enigmas que le había entregado su fallecida madre.
―¿Qué significa esto?
―Aún estamos descifrándolos.
―¿Qué harán de ahora en adelante?
―Por lo pronto ―respondió Max―, volveremos a la casa del
bosque, les contaremos a las chicas todo lo que somos, cómo llegamos a esto y
buscaremos un plan de acción.
Pude sentir que Max estaba
confundido. Busqué en su mente la razón de su desconcierto: era Nicole. Ella
les había dicho que era Sonya, cosa que no era cierto, esa mujer era una impostora,
hechizada, quizá, por Catalina, pues ella estaba convencida de que lo era. Solo
en una cosa se habían equivocado, la muerte de su hijo no fue a manos de
Ricardo, Catalina lo asesinó y, según la mente de la joven que tenía al frente,
de mirada altiva y ávida de deseo y poder, la muerte del hijo de Sonya y Max
fue a manos de Ricardo.
―Manuel, ¿tú crees que Sabrina
sea la hija de la Gran Hechicera? ―me preguntó Leo.
―Su madre fue una gran hechicera,
Leo, lo pude ver mientras leía lo que ella escribió y lo más probable es que
ella sea la compañera de Abril.
―¿Y yo? ¿Acaso yo no voy a
ayudar?
Me giré para observar a la
impertinente de Nicole, no aprendía ni siquiera con el escarmiento que le había
dado Ray. Max la apegó a su cuerpo.
―Tú no eres hechicera, Nicole ―contesté
con paciencia―, tú serás vampira, compañera de Max y de nosotros en la batalla.
―¿Me van a convertir, entonces? ―preguntó
alegre, demasiado para mi gusto.
―Es lo más seguro… para ti.
Por fuera mantuvo la compostura,
por dentro, gritaba y bailaba.
―No te emociones tanto, la
transformación no es agradable ―indicó Nick al notar sus pensamientos.
Max se sorprendió y la miró.
―No he dicho nada.
Nick sonrió irónico y se fue al
ventanal. Max buscó mi mirada, yo alcé una ceja. Él se sentía atraído por ella,
pero no podía sentir lo mismo que con Sonya y no lograba encontrar a su mujer
en esa joven.
―Será mejor que vayas a dormir,
Nicole ―hablé―, ya es tarde y mañana nos iremos a la casa del bosque y quizá
sufras la transformación.
―Sí, ya estoy cansada ―mintió.
Max la llevó a la habitación y,
una vez dormida, volvió a la sala, donde cada uno estaba metido en sus
pensamientos.
―Manuel, ¿cómo fue que
encontraste a Abril? ―me preguntó Leo.
―Fue casualidad ―les dije―, yo
buscaba a unos tipos que debían morir y Abril había llegado a ellos, me alegro
de haber llegado antes de que le hicieran más daño.
―Qué gran casualidad ―musitó Leo.
―Quizá no fue casualidad. ―respondió
Max, él no desconfiaba de mí―. A lo mejor el destino lo tenía preparado así
para que volvieras con nosotros, yo estoy seguro de que tú sabes mucho más de
lo que nos has dicho y creo que está llegando el momento de que nos lo digas.
Sonreí apenas.
―Sí, puede ser, ya falta muy poco
para que todo acaba y hay que ir paso a paso.
Ninguno dijo nada; aunque miles
de preguntas pasaban por sus mentes, nadie se atrevió a hablar.
―Estamos a un paso de que todo se
desencadene, debemos permanecer firmes. No puedo ver el futuro de esto ni cómo
terminará, ustedes lo saben bien, es uno de los pocos sucesos que me está
vedado, aun así, ya viene el fin y tanto Abril como Sabrina deben estar
preparadas.
―¿Y Nicole? ―inquirió Leo.
―Nicole será vampira, neófita,
esa será su arma, no es mucho lo que necesitará.
―Pareciera que no te agrada ella ―mencionó
Joseph.
―¿Nicole? No es que no me agrade,
pero ella será vampira, tendrá dones y fuerza sin mover un solo músculo, en
cambio, Nicole y Abril deberán aprender a canalizar su energía. Es más difícil
aprender a usar magia que aprender a pelear ―respondí.
―Es verdad ―accedió Max―, además,
Nicole lleva mucho tiempo esperando ser convertida; sin embargo, Abril y Nicole
le temen a su propia sombra, nunca quisieron esto para sus vidas.
―Sí, les está costando asimilar
todo esto ―concordó Nick.
―Y todavía no saben bien a qué se
enfrentarán ―meditó Leo.
―Así es, por eso debemos darle nuestra
confianza y apoyo a Abril y Sabrina.
―Estoy de acuerdo ―dijo Max―.
Nicole no necesita nuestro empuje, ella se lo da solita.
Pese a que lo quiso decir con
orgullo, la amargura le salió por los poros.
Coloqué mi mano en su hombro en
silencioso apoyo, me miró con todos sus sentimientos en carne viva; cerré su
mente a Nick.
“Necesito saber que esto está
bien, lo necesito”, pensó con angustia.
“Todo terminará bien”, le
aseguré.
Él me miró con sorpresa, pero se
recompuso de inmediato. Miró a Nick, quien conversaba con Joseph al lado de la
ventana. Volvió su vista a mí.
“No estoy equivocado, tú eres
mucho más de lo que dices”, me habló, seguro de que lo podía escuchar.
“No es tiempo de develar mi
verdadera identidad, ya llegará el momento, pero te aseguro algo, todo lo que
he hecho y todo lo que haré, es para acabar con Marina”, le aseguré.
Asintió con la cabeza, puso su
mano sobre la mía que seguía en su hombro.
“Eres un buen hombre, Manuel”
“Gracias”.
Abril se quejó en el dormitorio.
Puse mi atención, mi Selena estaba con ella, se despedían, mi pequeña había
conocido a su madre. Por fin. Eso significaba que quedaba muy poco tiempo para
darme a conocer como su padre.
Joseph se apresuró a ir a la
habitación al escuchar sollozar a su hermana. Leo se puso nervioso, pero él no
se sentía con el derecho a ir a verla, no tenía la libertad que tenía su amigo.
―Quiere a su madre ―nos dijo
Nick, que solo podía leer los pensamientos y no ver los sentimientos.
Ray y Joseph se alegraron de que
Abril ya no estuviera oculta a sus ojos, así estaría mucho más segura.
Al día siguiente, a eso del
mediodía, nos fuimos a la casa del bosque. Max me llevó a mí en su auto, por lo
que pasé a mi departamento a buscar mi automóvil. No había rastros de Mala’ikan
ni de la chica. Esperaba que ella se encontrara bien.
Nada más llegar a la casa del
bosque, encendí la chimenea con mi poder sobre los elementos, como el
fuego. Hacía frío. Se sentaron en la alfombra. Sabrina se acercó a Leo quien la
recibió feliz. Yo me quedé de pie a un costado de la chimenea.
Nick tomó la palabra.
―La historia nuestra se remonta a
cinco siglos atrás, al año 1512 en Europa, específicamente en España, donde
vivíamos.
―¿Y qué hacen aquí, en un país
pequeño y…? ―preguntó Nicole con altivez, como si ella fuera europea.
―Con quinientos años a nuestras
espaldas no podemos estar mucho tiempo en un lugar y con la tecnología y
comunicaciones de hoy en día, no podemos darnos el lujo de que nos descubran,
entonces, tenemos que movernos por diferentes lugares, además, la reencarnación
de Marina, en esta vida, sería aquí, algo debe tener este lugar que lo hace
especial, sobre todo para la guerra que nos espera.
―¿Con qué se supone que nos
estamos enfrentando? ―preguntó Sabrina.
―Con fuerzas muy poderosas que
vienen del principio de los tiempos ―contesté yo―, con fuerzas y seres que ni
siquiera imaginan.
―¿Qué tipos de seres? ―preguntó
Nicole.
―Seres poderosos, con magia capaz
de matar y destruir en segundos, con seres que viven desde que la Tierra es
Tierra y que año a año y siglo a siglo han multiplicado su conocimiento y
poder. A ellos se les han unido algunos otros, seres malignos destinados a
nacer en esta época para librar esta batalla que no solo nos afectará a
nosotros, si no, a todos los seres vivientes. Si lo logramos, habremos salvado
la Tierra, si no, será destruida por tiranos dictadores que abusarán de su
poder para someter a todo aquel que no esté de acuerdo con el Nuevo Orden.
―Si es así, ¿cómo lograremos
vencer? Míranos, somos cobardes, débiles; nosotras, yo por lo menos, no
represento ningún peligro para ellos.
―No lo creas, hija.
Maribel hizo su magistral
aparición desde el mundo de los muertos. Ella contó la historia tal como
sucedió, hacía quinientos años.
Tras dos días de ver lo que había ocurrido hacía cinco
siglos, las cosas que me perdí mientras dormí por veinte años, cortesía de
Mala’ikan, mi hija se sentía todavía más confundida con lo que le había dicho
su madre, no entendía por qué le había hablado de mí si era Ray quien estaba
dispuesto a dar su vida por ella, ¡cómo no!, cuando yo la tuve que defender mil
veces de sus ataques de ira, incluso, en ese momento, él seguía sin confiar del
todo en sus capacidades, mientras que yo estaba seguro de que sería una hermosa
mini versión de su madre. Sin querer, hice un gesto de desagrado que ella notó,
pues se dio cuenta de que yo podía leer las mentes. Salí del salón para no
exponerme. Necesitaba calmarme, recuperar mi compostura, todavía no era tiempo
para que decir quién era yo y qué papel jugaba en todo aquello.
Una vez calmado, pude escucharla hablar con Ray de mí. Volví
al salón en el preciso momento en el que él le preguntó si temía que los
traicionara al final. Negó con la cabeza y, al hacerlo, me vio. Su ser interior
buscaba la respuesta de cómo encajaba yo en su vida y a poco estuvo de
descubrir la verdad.
―Yo no los traicionaré. ―Llegué a su lado para cortar sus
pensamientos―. Tienes dentro de ti todos los poderes, solo necesitas sacarlos,
entrenarlos. Serás más fuerte que todos nosotros juntos y acabarás de una vez
por todas con tu hermana y sus fechorías.
―¿Puede leer la mente? ―me preguntó con inocente rebeldía.
No pude evitar sonreír.
―No, pero eres tan transparente que no se necesitan poderes
especiales para saber lo que piensas, ¿no es así, Ray?
―Sí, es verdad ―confirmó―, muchas veces tus ojos dicen más
que tus palabras.
Ella se quedó prendada en la mirada de él y yo salí de la
casa. Necesitaba apartarme de allí.
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