Aquella noche Ray no fue capaz de hacerle daño. La llevó a
la cama, a su cama, y la arropó con cariño. Sabía y sentía que no podía
demostrar debilidad en caso de que en realidad se tratara de Marina, pero su
corazón estaba seguro de que se trataba de su antiguo y único amor.
Una vez mi hija estuvo instalada en la cama, Ray salió del
cuarto y volvió a hablar con Ricardo, se enojó más ante las burlas de su
enemigo, incluso amenazó con quemar a Abril, cosa que sí estaba dispuesto a
hacer, pese a que mi hermano le aseguró que no era a Marina a quien teníamos
secuestrada.
―Debes dejarla ir
―le dije, sabía que aquello lo exacerbaría mucho más, pero solo así podría
darse cuenta de lo que sentía por ella.
―No. ―Caminó
hacia el salón.
―Vamos, Ray, no
puedes darle en el gusto a Ricardo. ―Le seguí.
―Si la dejo ir,
le daré la razón y en el gusto a Ricardo.
―Pero ella no tiene
la culpa de lo que haga o diga Ricardo.
―Son novios,
¿acaso no ves como el la trata?
―Pero ella
insiste que no.
―Manuel, no sabes
nada de todo esto.
―No es justo.
―La vida no es
justa, Manuel, ya deberías saberlo. ―Se giró para mirarme, momento que aproveché
para tranquilizarlo un poco, sus emociones estaban demasiado alteradas y en ese
momento era capaz de cualquier cosa.
―Ray… Ray
escucha…
―Está amaneciendo
―dijo más tranquilo.
―¿Qué vas a
hacer? ―preguntó Max.
―Esperar hasta
esta noche.
―¿Y si no viene? ―inquirí.
―La quemaré. ―Pude
ver en su mente que seguía dispuesto a hacerlo.
―¿Viva?
―Así es, ¿quieres
que la mate y luego la queme? No se puede morir dos veces.
Volví a intentar
calmarlo, su rabia era demasiada y no podía actuar del todo sobre sus
emociones.
―¡No puedes hacer
eso! ―grité para que sus celos, su amor, ganaran la batalla al odio que sentía
por Marina.
―¿Ah no?
Caminó hacia la
escalera, iba a ver a Abril y no estaba seguro de su reacción al verla, bien
podía calmarse, como asesinarla sin compasión. Lo intercepté en el camino. Mientras
tanto, hice que mi hija siguiera llorando casi al punto del colapso, debía
hacer que sus emociones fluyeran de ese modo para que Ray al menos sintiera
compasión por ella.
―No la puedes
quemar viva, no merece eso.
―¿Tanto te
importa? ¿Nick? ―Por supuesto, hice que Nick viera en mí el amor que supuestamente sentía por ella.
―Le gusta, sí, se
siente atraído a ella.
―Y no quiere que
hagamos sufrir a su mortal ¿verdad?
―Ray, nunca te vi así, al contrario, siempre
has…
―No me conoces de
nada, Manuel, todavía no… Ahora vas a empezar a conocerme.
El odio comenzaba
a dar paso a los celos puros.
―No puedes
hacerle eso ―insistí en voz baja.
―Sí puedo y lo
disfrutaré más todavía.
―¡No!
―Mientras más te
metas, peor le irá a ella, mejor que no intervengas.
Ya no
intervendría. Su odio había menguado. Hice dormir a mi hija antes de que él
subiera. Estaba seguro de que no le haría daño, por más confundido que
estuviera no podría lastimarla, la guerra la estaba ganando el amor. Al poco
rato salió de la casa a la velocidad del rayo, necesitaba pensar y aclarar su
mente. Respiré aliviado, mi hija ya no corría peligro.
Nick me miró de un modo extraño.
―¿Pasa algo? ―inquirí.
―Tú no la amas como mujer ―respondió con seguridad.
―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Leo―, tú no puedes ver los sentimientos.
―No, no puedo ver los sentimientos, pero sí los pensamientos
y, aunque él la quiere, no veo en sus pensamientos nada que sea carnal…
―Ella no merece que la tome…
―Va más allá de merecer o no, Manuel ―me interrumpió―, esto
va de lo que piensas acerca de ella. Ray quiere besarla, sabe que no puede,
pero eso no le impide desearla, en cambio tú… Tú no la ves como un hombre a una
mujer.
Bajé la cabeza, no podía mentir, tampoco podía implantar en
mi mente imágenes de mi hija conmigo, era imposible, Nick tenía razón, no podía
verla como hombre, solo como padre.
―Manuel, ¿qué pasa? ―me preguntó Leo.
―No, no la veo como mujer, es hermosa, sí, creo que aquí
todos nos dimos cuenta, pero la siento más como a una hija, como alguien a
quien cuidar, siento una enorme necesidad de protegerla, de tenerla para mí.
―Quizá sea la hija que perdiste ―mencionó Leo.
―¿Perdiste a una hija? ―me interrogó Max.
―Sí. Hace mucho, dudo que sea ella, mi hija no era más que
una bebé cuando falleció. No. Es imposible. Además, se supone que Abril es
Marina, ¿no?
―Yo no estoy tan seguro ―intervino Joseph.
―Pues yo tampoco ―replicó Leo.
―Yo menos ―dijo Max.
―Sus pensamientos no muestran a una hechicera poderosa, lo
único que muestran es a una muchacha vulnerable y temerosa a la que le ha
tocado sufrir lo indecible en esta vida ―acotó Nick.
―No entiendo… Hay tantas cosas que no entiendo. ¿Por qué Ray
la odia tanto? ―pregunté, por supuesto que lo sabía, pero debía aparentar que
no, se suponía que ellos nunca me habían involucrado bien en sus asuntos, además,
Ray venía de regreso dispuesto a torturar más a Abril, pues sus pensamientos lo
habían llevado al día en que Isabel Castellán lo abandonó y debía lograr
calmarlo, cosa nada sencilla por lo demás, pues no solo debía luchar con sus
pensamientos y emociones, también debía hacerlo en contra del maleficio de
Catalina.
―Cuando te uniste
a nosotros sabías que teníamos una disputa con Ricardo y Marina ―comenzó a
explicar Max―. Bueno, Abril es idéntica a Marina, físicamente por lo menos y se
supone que estaban juntos ellos dos, lo lógico era pensar que Abril era Marina…
―Pero no es ella ―dije
para asegurar lo que ellos ya me habían dicho.
―Al parecer no,
pero el parecido es extraordinario y bien podría ser ella, lo que hace difícil
no querer matarla lenta y dolorosamente.
―Pero ustedes no
la odian como lo hace Ray.
―Él estuvo muy
enamorado de Marina y ella le destruyó la vida en todo el sentido de la
palabra, si hoy somos lo…
―¡Basta de
explicaciones! ―interrumpió Ray entrando a la casa como una estampida.
―Ray, yo solo
quiero entender ―supliqué.
―No tienes nada
que entender. Abril se parece mucho a Marina, pero en realidad, no tienen nada
en común. Marina era fuerte, desafiante y valiente, no como esa pobre mujercita
que trajiste, que es una cobarde por donde se le mire. No entiendo qué te gusta
de ella si no ha parado de llorar desde que llegó aquí. Marina y Abril no
tienen punto de comparación.
―Y la odias.
―No la odio,
simplemente no me cae bien ―replicó con ironía.
―Pero no puedes
torturarla simplemente porque no te cae bien.
―No lo hago solo
por eso, también me divierte, el pánico la domina y ella no es capaz de luchar
contra él, eso hace más fácil todo… y más entretenido.
―Nunca te vi así.
―No me conoces lo
suficiente, Manuel y no te conviene criticar lo que hago, porque podría cambiar
de víctima.
―Eres un…
―Sí, lo soy y no
me provoques.
Se fue a su
despacho, ya no estaba tan seguro de querer asesinarla, los celos, en su caso,
lo hacían querer defenderla, aunque sus pensamientos lo torturaran con
recuerdos del pasado en los que no quería pensar.
Por lo menos,
podía estar tranquilo; hasta esa noche Abril estaría segura. Lo que pasara al
anochecer, era otra cosa, tendría que estar muy al pendiente, pues si Ricardo
aparecía o no, no sería relevante, Ray de todas formas podría querer acabar con
ella. Aun así, estuve todo el día pendiente de él y sus pensamientos, no sabía
qué había hecho Catalina y, por lo que había podido ver, podía estar bien un
momento y al siguiente, sentir todo el odio del mundo en su corazón.
Cayó la noche y,
entre desvaríos y confusiones, Ray decidió que solo fingirían quemar a mi hija
para darle caza a Ricardo, con él fuera de las canchas, sería más fácil atrapar
a Marina.
Ray preparó todo,
Nick y Max le ayudarían, yo solo era un observador, no se me permitía acercarme.
Ray seguía enojado conmigo y, por supuesto, desconfiaba de mí.
Leo y Joseph no
se encontraban en la casa, Leo se había llevado a Joseph para hablar con él y
tranquilizarlo, sus emociones estaban demasiado alteradas con la llegada de
Abril y debía sacarlo para trabajar con él.
Una vez que todo
estuvo preparado, apareció Leo y, al ver que Ray estaba a punto de quemar a
Abril, se lanzó en su contra, quise intervenir, pero si lo hacía, todo se
saldría de control, nuestro líder no permitiría una intrusión mía a no ser que
me la hubiera pedido, tampoco quise intervenir para calmarlo, pues mi hermano
estaba cerca y eso le daría la certeza de que lo que estaba a punto de ocurrir,
era cierto. Además, si intervenía en eso, Ricardo se daría cuenta y, esa noche,
tenía un influjo muy poderoso de Catalina.
Al escuchar la
pelea, Joseph se apresuró a llegar y también se fue en contra de nuestro líder.
Ray estaba desesperado, no sabía cómo hacerles entender que no sería real.
Entonces, Leo se fue, furioso por no poder ayudar a esa joven de nuevo.
Joseph no cejó en
su empeño por hacerlo desistir de sus intenciones, por lo que Ray nos hizo un
gesto, a Nick y a mí, de que lo sacáramos de allí, a lo cual, por supuesto,
obedecimos sin chistar.
Poco rato
después, Abril dio un grito que no solo nos paralizó a todos, el tiempo y el
espacio se detuvieron. Por un momento, pensé que Ray lo había hecho de verdad.
El silencio fue roto por la risotada de Ricardo, quien pensó lo mismo que
nosotros. Centré mis sentidos, pues el grito de mi hija me había descolocado y
me di cuenta de que la había dormido. Ray no le haría daño. No esa noche.
Salimos corriendo
en busca de mi hermano, al que casi agarramos después de un par de horas, pero
eso era algo que no podía permitir, no dejaría que lo mataran, no antes de
quitarle ese maldito hechizo que lo tenía embrujado y volviera a ser él mismo.
Al volver a casa
por la mañana, Nick, Joseph, Max y Leo estaban enojados conmigo, iban
protestando en mi contra, me sentían un traidor, y sí lo era… en parte.
Joseph subió de
inmediato a ver a Abril.
―¿Cómo está? ―le
pregunté, quería saber cómo reaccionaba, esperaba que su odio por mi hija fuera
menguando.
―No te importa. ¿Qué
pasó?
Luego de que le
contaron a Ray lo ocurrido en el bosque, de mi supuesto error por dejar escapar
a Ricardo, pude ver en su mente la idea de asesinar a Abril, pensó que los tres
estábamos coludidos en su contra y que ella no era una víctima, sino una
victimaria. Tuve que usar todos mis poderes para hacer sentir peor a Abril y
tratar de calmar a Ray; para mi sorpresa, no me costó tanto. Seguía enojado
conmigo, pero al menos sus ansias de matarla habían disminuido. Me lanzó contra
la pared y Abril despertó aterrada, odiaba hacerla sentir así, pero no tenía
más opción, era lo que debía hacer según Mala’ikan, “el sufrimiento de Abril
será lo único que calme al demonio que habita en él”, me indicó en más de una
de sus clases para prepararme para ese momento.
Me incorporé y
corrí hacia la escalera, esperaba que Ray me interrumpiera y así lo hizo.
―No te acerques a
Abril. ―Me detuvo antes de subir, lleno de celos.
―Quiero ver cómo
está.
―¡No te metas!
―¡Yo la traje,
tengo derecho a verla!
―La trajiste, sí,
pero no tienes derecho a nada.
―¿Tienes miedo de
que me prefiera a mí?
―No digas
estupideces.
―¡Basta! Dejen de
pelear como niños ―intervino Nick―. Abril está asustada. Manuel, ya bastante
has hecho con dejar escapar a Ricardo para seguir con este teatro, no sigas
interviniendo.
Di un paso atrás
antes de que Nick dijera que yo no tenía sentimientos románticos por Abril
―No te metas con
Abril ―me advirtió Ray antes de que él mismo subiera a verla.
Resoplé, el amor
había ganado una vez más. Lidiar con mi yerno no era nada fácil. Esperaba que
ese rencor se apartara de él antes de que fuera demasiado tarde, pues, si
seguía igual una vez que todo se develara, no estaba seguro de permitir que
estuviera con mi pequeña.
Si fuésemos
personas normales, habría hecho que se separaran, pero sabía que estaban
destinados a estar juntos y no podía intervenir en ello, lo que más podía hacer
era enfrentar a Ray con sus propios sentimientos y provocar llanto y cobardía en
mi hija para que le tuvieran lástima. Si ella mostraba algún atisbo de valentía
o fuerza, estaba perdida. Si no la mataba Ray, lo haría cualquiera de los
otros.
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