A punto estuve de sacarla de allí, pero no podía, sabía que
en ninguna otra parte mi hija estaría bien, aunque todavía le quedaba un poco
de sufrimiento.
Ray se sorprendió al verla, pese a que él sabía que sería
igual a la Marina que conoció, no pudo evitar sentir romperse su corazón,
aunque, en realidad, fue porque su alma sintió el alma de mi hija, por más que
no se diera cuenta; Leo la observó confuso, su aura le recordaba a otra que
jamás pensó volver a ver, lo cual era imposible; Max sintió un deseo de
protegerla, sin saber muy bien por qué; Nick hurgó en su mente, solo vio el
miedo que sentía; Joseph se sintió desfallecer al verla, pues no solo era el
mismo físico de su hermana, también eran sus ojos, su mirada… su espíritu.
Ray pasó de la sorpresa al odio. Todo el rencor que sentía
hacia la antigua Marina renació con más fuerza. Quise protegerla de él, pero no
me era permitido, lo que hice, sí, fue crear más pánico en ella para que así
Ray tuviera compasión de ella, sabía que él no era un desalmado y no se
atrevería a lastimarla más de lo necesario. El problema era que, como ella era
idéntica a Marina, no podía evitar sentir amor y odio con la misma intensidad.
Cuando nuestro líder se comunicó con Ricardo para decirle
que teníamos a Marina, él se burló y Abril, en un valiente acto de humanidad,
le pidió que no fuera por ella, que, de todos modos, la iban a matar y no valía
la pena que los mataran a los dos. Ray se enfureció, aun así, no le hizo daño,
al menos no el que quería hacerle, al contrario, los celos despertaron en él su
amor y sus ansias de besarla fueron más fuertes y, para no cometer una
estupidez, la entregó a los demás, lanzándola hacia ellos. Joseph la recibió
con cuidado en sus brazos. Su deseo era protegerla. Ella los miró, uno a uno,
cuando vio a Leo, su mente le recordó cada una de sus pesadillas, iba a colapsa,
su presión arterial subió a niveles nada adecuados; la hice dormir.
―Leo, no creo que sea necesario tanto pánico, con el de ella
es suficiente ―le reprochó Joseph, con mi hija acurrucada en sus brazos, en el
suelo.
―Te juro, por mi larga existencia, que no he sido yo.
Todos quedaron anonadados, se suponía que Leo era quien
manejaba las emociones a voluntad y si no había sido él… ¿Ella fabricaba su
propio miedo? La verdad era que no, yo actuaba sobre ella. Y seguiría
haciéndolo el tiempo que fuera necesario. Ray no lo sabía, pero estaba bajo un
embrujo que lo hacía odiarla hasta el punto de querer matarla y yo no lo iba a
permitir. El miedo de ella, aunado a los celos de él, impedían que la asesinara
y si eso era así, no descansaría hasta que su amor despertara del todo.
Ray no se atrevía a acercarse a Joseph, sabía que su amigo
tenía sentimientos muy profundos por su hermana, la amaba por sobre todas las
cosas, ni siquiera le importó buscar una pareja en todos esos años de espera
para acabar con Marina.
Todos ellos tenían sentimientos encontrados, sabían muy bien
lo que debían hacer, pues matarla en ese minuto no entraba en los planes,
primero debían neutralizarla para llegar al gran día de su destrucción. Una de
las cosas que debían llevar a cabo en cuanto tuvieran a Catalina, era cortarle
las manos, por eso debía hacer parecer a Abril mucho más vulnerable de lo que
era, de otro modo, le harían un daño irreparable. Sobre Joseph o los demás, no
fue necesaria mi influencia.
―Joseph, escucha, haremos algo, no llevaremos a cabo
nuestros planes como lo teníamos previsto, le haremos creer que le cortamos las
manos, con ayuda de Max por supuesto ―sugirió Ray.
Joseph no contestó.
Ray se acercó y tomó a Abril en sus brazos, Joseph se sintió
vacío. Quise hacer algo para ayudarlo, pero no, no podía intervenir más de lo
necesario, además, la tristeza de Joseph ayudaría a que Ray no le hiciera más
daño a Abril.
―Sé que es lo correcto ―aceptó Joseph.
―Todos lo sabemos, a mí también me está costando ―confesó
Ray.
―Ella no es Marina, no al menos la que nos ha hecho tanto
daño.
Nos quedamos en silencio. Ray caminó hasta el sótano con
suma lentitud. Le seguimos, yo al final.
Joseph se quedó en un rincón y yo, en el opuesto, los demás
ayudaron a Ray a atar a Abril a la mesa. Una vez completa la labor, Ray se
arrepintió y bufó. Desperté a mi hija, era mejor salir de eso lo antes posible.
―¿Qué me van a
hacer?
―Pagarás lo que
hiciste ―contestó Ray.
―Él no es mi
novio, se lo juro.
―Y si no lo es,
¿por qué lo protegiste?
―Porque es una
persona, un ser humano, como todos, además, de todas maneras, me va a matar,
¿no?
Se sorprendieron,
¡vaya que sí!, ¿acaso Marina no sabía que Ricardo no era un ser humano? Ray se
obligó a recomponerse.
―Da lo mismo,
desobedeciste y ahora tienes que pagar.
Abril buscó a Leo
con la mirada, sentía que él era el único que podía salvarla, eso era lo que
estaba en su destino. Nick nos dijo sus pensamientos en nuestra baja
frecuencia. Ella lo escuchó, pero no alcanzó a reaccionar del todo antes de que
Ray volviera a hablarle de un modo brusco.
―¿Acaso puedes
ver el futuro? ¿Eres bruja? ―la interrogó con el odio de nuevo instalado en su
corazón.
―No ―contestó, yo
le provoqué enormes deseos de llorar.
Ray tomó un hacha
y ella, al verlo, no evitó el llanto, le hice ver que la cortarían a cuadritos,
comenzando por sus manos para que no muriera de inmediato.
―¿No te gustó
desobedecer? Ahora tendrás que pagar… y agradece que solo te cortaré una mano
para enseñarte.
―¡No! ¡Por favor!
No lo haga, haré lo que me pida, por favor, no.
Buscó a Leo de
nuevo, pero él no pudo soportar su mirada desesperada sin poder hacer nada, así
que salió del sótano; Joseph lo siguió, impotente de ver a su hermana
maltratada.
―Tengo que
enseñarte que conmigo no se juega.
―¡Por favor! ¡Por
favor! ¡No lo haga! Se lo suplico…
―Le suplicas al
hombre equivocado, niña, yo no me doblego ante el dolor ni ante las súplicas.
―No lo haga
―intentó suplicar una vez más dejando salir el llanto.
Él se acercó a su
oído.
―Si tu novio
quería casarse contigo, ahora tendrá el privilegio de tener tu mano, yo mismo
se la enviaré.
Nick le dijo que ella
se sentía culpable, que él no la lastimaría si hubiese hecho caso. Ray se
hundía cada vez más ante la actitud sumisa de ella.
―Listo. ¿Estás
preparada?
Ella cerró los
ojos, a la espera. Yo sabía que no era cierto y me lo tuve que repetir mil
veces, aun así, no dejé de observar a Ray, si él se equivocaba, si decidía a
última hora hacerle daño, no podría detenerme, no me importaría que todo se
echara a perder.
Golpeó el costado
de la mesa con el hacha, muy lejos de ella. El grito que dio me estremeció. Max
no pudo continuar causándole dolor. Ray tomó su cara con cuidado.
―Abre los ojos ―le
suplicó, quería hacerla dormir, pero debía mirarlo.
Ella obedeció y
susurró un adolorido “lo siento”. Él la hizo dormir. Por aquella vez, ganó su corazón,
pero su odio avanzaba a pasos agigantados.
Joseph apareció
en ese momento y Ray salió de la estancia. Lo seguí, debía hacer que se enojara
conmigo y con ella. No al punto de hacerle daño, más bien al punto de hacerle
entender que la amaba, aunque no lo quisiera reconocer. Debía remover sus
emociones, así, solo así, no lograría lastimarla; si no, Ray, en su odio, podía
hacerle mucho daño.
Abogué por ella, le hice creer que me gustaba,
que me había enamorado de ella. Me golpeó. Los celos pudieron más. Esa se
convirtió en un arma que podría usar cuando lo necesitara.
Bajé al sótano, debía mantener la mentira de mi amor por
ella, lo cual no era mentira, la amaba, pero no como un hombre ama a una mujer,
no, más bien como un padre a una hija, porque eso éramos, padre e hija,
separados por una cruel bruja que debía pagar con su vida todo el mal causado
y, aunque me doliera el corazón, llevaría a cabo todo lo necesario para eliminar
cualquier rastro de Catalina en la tierra y que mi hija, por fin, fuera feliz
por el resto de la eternidad.
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