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sábado, 27 de marzo de 2021

29: Cansado de luchar

 

Luego de que Ray subiera a verla y fuera rechazado por ella, se dirigió a su despacho. Yo lo seguí, sabía que Ray podía querer eliminarla en cualquier momento; su lucha interna todavía no cesaba.

Cuando Joseph, en la habitación, nombró a nuestro líder con su nombre, Abril se descontroló, eso no lo hice yo, lo hicieron sus pesadillas. Por las noches, ella despertaba llamando a “Ray”, ella estaba segura de que él era su asesino y al saber quién era Ray en esa casa, el terror la invadió. Cuando Joseph le explicó que Ricardo la había mandado con nosotros a morir, tuve que intervenir, no por ella, por Ray, pues al escuchar el nombre de mi hermano, el odio por Abril volvió a aparecer y sus ansias de matarla también.

No ayudó mucho el que ella justo se envalentonara y se pusiera a discutir con Joseph exigiéndole una explicación a lo que estaba ocurriendo allí. Le gritó que Ray la iba a matar y eso fue la gota que rebalsó el vaso de la ira de ese hombre. Debo admitir que intentó controlarse, pues su primer impulso fue subir y quebrarle el cuello para darle la razón a Abril de que era un monstruo, por lo que ataqué las emociones de mi hija con mayor ímpetu, era inútil intentar actuar sobre él para calmarlo. Decir que me partía el alma verla o sentirla en ese estado, es un eufemismo, mi dolor era superlativo, no obstante, si él la atacaba, yo no me controlaría y lo destruiría, el problema era que todos y cada uno de los habitantes en esa casa eran importantes para acabar con la maldita de Catalina.

Mi hija se encerró en el baño. Joseph le rogaba que saliera. Ray intentaba controlarse y el dolor de mi hija hizo mucho para aplacarlo. Solo entonces pude intervenir las emociones de ambos, claro, las de él eran mucho más difíciles, porque no se trataba de su corazón, se trataba de una maldición. Por fin, nuestro líder sosegó su rabia y eso dio paso a la preocupación. Subió a ayudarla y yo bajé las revoluciones de los sentimientos de mi niña, había sido tan fuerte mi intervención que quedó agotada, incapaz de moverse y salir del baño. Ray, desesperado al saber que ella se encontraba mal, sacó la puerta y la tomó en sus brazos. Ya no había odio en él. Pude descansar.

―¿Qué hacías? ―me preguntó Max, estaba tan embebido en controlarlos a ambos que perdí mi concentración en mi entorno.

―¿Escuchaste lo que pasó allá arriba?

―Sí, estuve a punto de ir.

―Tú puedes hacerlo.

―Escucha, Manuel, Abril es de Ray, él es nuestro líder y debemos respetarlo.

―Él no hace más que lastimarla.

―Él está confundido, como todos nosotros.

―Ustedes no se comportan como idiotas.

―Si te escucha…

Me callé, no porque me pudiera escuchar, pues había cerrado sus oídos a mi voz y conversaciones,  pero eso no se lo diría a Max, ni a ninguno.

Max me miró, él sentía que algo no andaba bien conmigo, estaba comenzando a dudar de que yo fuera quien decía ser, solo que no se atrevía a enfrentarme, no por cobardía, más bien porque creía que, si no había contado la verdad, era por una razón muy poderosa. Al menos no dudaba de mí ni de mis intenciones. Sin decir más, subió a ver a Abril y le llevó un té. Yo, sin poder estar tranquilo, me volví invisible y también fui a ver a mi niña. Vi el amor y la preocupación con el que la trataban y sentí agradecimiento, pero también rabia por no poder acercarme a ella como lo hacían los demás.

Al rato, Leo y Ray salieron en el automóvil del primero. Joseph no se apartó de Abril hasta que Ray volvió, una hora después. Sinceramente, era muy cansador estar pendiente de cada pensamiento, de cada emoción y de cada impulso de ese hombre, pues un momento amaba a mi hija con toda su alma y, al siguiente, estaba dispuestos a destruirla sin contemplaciones. ¿Y cómo no? Marina había implantado el odio hacia el alma de mi hija en su cerebro, pero su corazón era inamovible, algunas veces ganaba uno y otras, el otro y, en esa ocasión, en cuanto terminó de hablar con ella, el odio regresó. Se resistía a esas emociones, era cierto, cosa que no siempre parecía conseguir.

Joseph se fue a cazar, necesitaba desahogarse, Leo y Max jugaban en el bosque, les encantaba hacer competencias de capacidades. Y Ray… Ray pensaba en que, si estaban solos en esa casa, ya que se suponía que yo también andaba de caza, él podría matarla sin que nadie se diera cuenta, de inmediato, se reprochaba esos pensamientos, los que, en nada, volvían.

Aburrido y ya cansado de ser chaperón de mi líder, decidí aparentar que marcaba a Abril. La marca para los vampiros consiste en besar al humano en cuestión y morder su labio para beber una pequeña porción de su sangre, de inmediato, el vampiro debe morder su propio labio y dar de beber al sujeto. Ese pequeño acto convierte a la persona en propiedad de quien lo marcó y ningún otro vampiro puede acercarse a él. En mi caso, no necesito hacer eso, basta con mi sola voluntad para adueñarme de cualquiera. Eso tampoco se los diría a ellos, por lo que aparentaría hacerlo del modo tradicional para que, de esa forma, Ray sintiera que podría perderla y que, de una vez por todas, apartara el odio que sentía por ella o al menos el deseo de asesinarla. Debía hacer que su corazón ganara a su cabeza.

Subí al cuarto de mi hija y la desperté. Ella sintió algo de miedo, pero también fascinación por mí, además de que algo en su alma debía reconocerme. Yo le hice sentir desagrado por mi persona, ella debía pensar en Ray. No fue muy difícil, su amor superaba con creces cualquier dificultad y a medida que yo me acercaba, ella se resistía y deseaba que fuera Ray quien la quisiera besar. Él, que había salido al jardín para calmarse, escuchó lo que estaba sucediendo en la habitación y saltó por el ventanal, el que se rompió en mil pedazos. No le importó que ella lo viera como un monstruo. Su único fin era salvarla de mis manos, incluso, cuando ella se lastimó los pies a causa de los vidrios rotos, no afloró su ansia de sangre, al contrario, me agarró y me lanzó fuera del alcance de su mujer para protegerla. Max y Leo llegaron arriba y yo volví a entrar por el ventanal, si ellos querían su sangre… Pero no, Ray cubrió a mi hija con su cuerpo y los otros dos se lanzaron contra mí, me agarró cada uno de un brazo y salimos por donde mismo había entrado.

Una vez abajo, corrieron sin soltarme hasta el centro del bosque, solo entonces me soltaron, Max se acercó y me dio un pequeño golpe en el pecho.

―¿Qué pensabas hacer?

―Ray no hace más que lastimarla.

―Ray se controla cada vez más ―me dijo Leo, algo más conciliador.

―Sí, ¿y cuánto le durará? En cualquier momento pierde los estribos, ¿qué pasará entonces?

―No estás en condiciones de irte en contra de Ray, Manuel, que te hayas fijado en ella, aunque no sea como mujer, hace que él te vea como a un rival ―me explicó Max, quien se sentía algo decepcionado por sus pensamientos de que yo les iba a ayudar más de lo que decía―. No te busques más problemas y no nos traigas más problemas a nosotros. Es más, déjala tranquila si quieres que ella esté bien.

―Lo siento.

―Yo te entiendo, amigo ―-me dijo Leo con su mano en mi hombro―, yo también he querido hacerlo, esa chica no se merece el trato que ha tenido, pero Max tiene razón, con los problemas que tenemos, es más que suficiente.

Bajé la cabeza, me sentí derrotado, estaba cansado. Max y Leo respetaron mi silencio.

―No creí que esto sería tan difícil.

―¿Qué es tan difícil? ―inquirió Max.

Caminé de vuelta a la casa. Ellos me siguieron.

―Manuel, ¿qué es tan difícil? ―insistió Max al llegar a la orilla del bosque.

―Esto. Tenerla aquí, estar cerca y no poder protegerla, no poder hacer nada por ella ―respondí con sinceridad.

―Te enfrentaste a Ray como ninguno más lo hizo.

―No como debería haberlo hecho, no como podría haberlo hecho, no como quisiera.  

―¿A qué te refieres?

Alcé la cabeza y miré a mi amigo. Él estaba seguro de que yo no tenía cincuenta años y comprendió que cargaba a cuestas siglos y siglos de maldición.  

Ray salió de la casa y me dio un golpe. Yo no me defendí, lo dejé hacer, necesitaba descargar su frustración.

―Cálmate, Ray ―intervino Leo y sentí su calma en el ambiente―, si Abril despierta se asustará más y creo que ya está bastante aterrada con lo que sucedió.

Ray no le contestó, mantuvo su atención sobre mí.

―Aléjate de ella, la próxima vez que te acerques, te destruyo sin contemplaciones.

―Lo siento mucho, Ray, de verdad, yo solo quería protegerla, no quería que la volvieras a lastimar, no lo merece ―respondí sincero.

―Sabes que no la volvería a dañar.

―¿De verdad? ¡Estás loco, Ray! Desde que Abril llegó a esta casa no has hecho más que volverte un idiota, has… has… ―Quería confrontarlo con su ser interior.

―Como sea, no quiero que te vuelvas a acercar a ella, ¿me oíste?

Asentí con la cabeza, por fin podía estar seguro de que, aunque su mente renegara contra mi hija, no la volvería a lastimar, al menos no físicamente.

Tras aquel incidente, me fui a la ciudad a comprar un nuevo vidrio para el ventanal, yo me ofrecí a repararlo, nadie ajeno a la casa podía ir allí, por más que pudiéramos hipnotizarlo, dejar entrar a alguien, significaría dejar abierta una brecha para que cualquiera pudiera entrar.

Aquella noche no volví a la casa, no quería volver, estaba cansado. Los días que llevaba mi hija ahí se me habían hecho eternos. Sentía que la mitad de mi vida había transcurrido defendiéndola de Ray.


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