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sábado, 20 de marzo de 2021

28: El sufrimiento de mi hija

 


Aquella noche Ray no fue capaz de hacerle daño. La llevó a la cama, a su cama, y la arropó con cariño. Sabía y sentía que no podía demostrar debilidad en caso de que en realidad se tratara de Marina, pero su corazón estaba seguro de que se trataba de su antiguo y único amor.

Una vez mi hija estuvo instalada en la cama, Ray salió del cuarto y volvió a hablar con Ricardo, se enojó más ante las burlas de su enemigo, incluso amenazó con quemar a Abril, cosa que sí estaba dispuesto a hacer, pese a que mi hermano le aseguró que no era a Marina a quien teníamos secuestrada.

―Debes dejarla ir ―le dije, sabía que aquello lo exacerbaría mucho más, pero solo así podría darse cuenta de lo que sentía por ella.

―No. ―Caminó hacia el salón.

―Vamos, Ray, no puedes darle en el gusto a Ricardo. ―Le seguí.

―Si la dejo ir, le daré la razón y en el gusto a Ricardo.

―Pero ella no tiene la culpa de lo que haga o diga Ricardo.

―Son novios, ¿acaso no ves como el la trata?

―Pero ella insiste que no.

―Manuel, no sabes nada de todo esto.

―No es justo.

―La vida no es justa, Manuel, ya deberías saberlo. ―Se giró para mirarme, momento que aproveché para tranquilizarlo un poco, sus emociones estaban demasiado alteradas y en ese momento era capaz de cualquier cosa.

―Ray… Ray escucha…

―Está amaneciendo ―dijo más tranquilo.

―¿Qué vas a hacer? ―preguntó Max.

―Esperar hasta esta noche.

―¿Y si no viene? ―inquirí.

―La quemaré. ―Pude ver en su mente que seguía dispuesto a hacerlo.

―¿Viva? 

―Así es, ¿quieres que la mate y luego la queme? No se puede morir dos veces.

Volví a intentar calmarlo, su rabia era demasiada y no podía actuar del todo sobre sus emociones.

―¡No puedes hacer eso! ―grité para que sus celos, su amor, ganaran la batalla al odio que sentía por Marina.

―¿Ah no?

Caminó hacia la escalera, iba a ver a Abril y no estaba seguro de su reacción al verla, bien podía calmarse, como asesinarla sin compasión. Lo intercepté en el camino. Mientras tanto, hice que mi hija siguiera llorando casi al punto del colapso, debía hacer que sus emociones fluyeran de ese modo para que Ray al menos sintiera compasión por ella.

―No la puedes quemar viva, no merece eso.

―¿Tanto te importa? ¿Nick? ―Por supuesto, hice que Nick viera en mí el amor            que supuestamente sentía por ella.

―Le gusta, sí, se siente atraído a ella.

―Y no quiere que hagamos sufrir a su mortal ¿verdad?

 ―Ray, nunca te vi así, al contrario, siempre has…

―No me conoces de nada, Manuel, todavía no… Ahora vas a empezar a conocerme.

El odio comenzaba a dar paso a los celos puros.

―No puedes hacerle eso ―insistí en voz baja.

―Sí puedo y lo disfrutaré más todavía.

―¡No!

―Mientras más te metas, peor le irá a ella, mejor que no intervengas.

Ya no intervendría. Su odio había menguado. Hice dormir a mi hija antes de que él subiera. Estaba seguro de que no le haría daño, por más confundido que estuviera no podría lastimarla, la guerra la estaba ganando el amor. Al poco rato salió de la casa a la velocidad del rayo, necesitaba pensar y aclarar su mente. Respiré aliviado, mi hija ya no corría peligro.

Nick me miró de un modo extraño.

―¿Pasa algo? ―inquirí.

―Tú no la amas como mujer ―respondió con seguridad.

―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Leo―, tú no puedes ver los sentimientos.

―No, no puedo ver los sentimientos, pero sí los pensamientos y, aunque él la quiere, no veo en sus pensamientos nada que sea carnal…

―Ella no merece que la tome…

―Va más allá de merecer o no, Manuel ―me interrumpió―, esto va de lo que piensas acerca de ella. Ray quiere besarla, sabe que no puede, pero eso no le impide desearla, en cambio tú… Tú no la ves como un hombre a una mujer.

Bajé la cabeza, no podía mentir, tampoco podía implantar en mi mente imágenes de mi hija conmigo, era imposible, Nick tenía razón, no podía verla como hombre, solo como padre.

―Manuel, ¿qué pasa? ―me preguntó Leo.

―No, no la veo como mujer, es hermosa, sí, creo que aquí todos nos dimos cuenta, pero la siento más como a una hija, como alguien a quien cuidar, siento una enorme necesidad de protegerla, de tenerla para mí.

―Quizá sea la hija que perdiste ―mencionó Leo.

―¿Perdiste a una hija? ―me interrogó Max.

―Sí. Hace mucho, dudo que sea ella, mi hija no era más que una bebé cuando falleció. No. Es imposible. Además, se supone que Abril es Marina, ¿no?

―Yo no estoy tan seguro ―intervino Joseph.

―Pues yo tampoco ―replicó Leo.

―Yo menos ―dijo Max.

―Sus pensamientos no muestran a una hechicera poderosa, lo único que muestran es a una muchacha vulnerable y temerosa a la que le ha tocado sufrir lo indecible en esta vida ―acotó Nick.

―No entiendo… Hay tantas cosas que no entiendo. ¿Por qué Ray la odia tanto? ―pregunté, por supuesto que lo sabía, pero debía aparentar que no, se suponía que ellos nunca me habían involucrado bien en sus asuntos, además, Ray venía de regreso dispuesto a torturar más a Abril, pues sus pensamientos lo habían llevado al día en que Isabel Castellán lo abandonó y debía lograr calmarlo, cosa nada sencilla por lo demás, pues no solo debía luchar con sus pensamientos y emociones, también debía hacerlo en contra del maleficio de Catalina.

―Cuando te uniste a nosotros sabías que teníamos una disputa con Ricardo y Marina ―comenzó a explicar Max―. Bueno, Abril es idéntica a Marina, físicamente por lo menos y se supone que estaban juntos ellos dos, lo lógico era pensar que Abril era Marina…

―Pero no es ella ―dije para asegurar lo que ellos ya me habían dicho.

―Al parecer no, pero el parecido es extraordinario y bien podría ser ella, lo que hace difícil no querer matarla lenta y dolorosamente.

―Pero ustedes no la odian como lo hace Ray.

―Él estuvo muy enamorado de Marina y ella le destruyó la vida en todo el sentido de la palabra, si hoy somos lo…

―¡Basta de explicaciones! ―interrumpió Ray entrando a la casa como una estampida.

―Ray, yo solo quiero entender ―supliqué.

―No tienes nada que entender. Abril se parece mucho a Marina, pero en realidad, no tienen nada en común. Marina era fuerte, desafiante y valiente, no como esa pobre mujercita que trajiste, que es una cobarde por donde se le mire. No entiendo qué te gusta de ella si no ha parado de llorar desde que llegó aquí. Marina y Abril no tienen punto de comparación.

―Y la odias.

―No la odio, simplemente no me cae bien ―replicó con ironía.

―Pero no puedes torturarla simplemente porque no te cae bien.

―No lo hago solo por eso, también me divierte, el pánico la domina y ella no es capaz de luchar contra él, eso hace más fácil todo… y más entretenido.

―Nunca te vi así.

―No me conoces lo suficiente, Manuel y no te conviene criticar lo que hago, porque podría cambiar de víctima.

―Eres un…

―Sí, lo soy y no me provoques.

Se fue a su despacho, ya no estaba tan seguro de querer asesinarla, los celos, en su caso, lo hacían querer defenderla, aunque sus pensamientos lo torturaran con recuerdos del pasado en los que no quería pensar.

Por lo menos, podía estar tranquilo; hasta esa noche Abril estaría segura. Lo que pasara al anochecer, era otra cosa, tendría que estar muy al pendiente, pues si Ricardo aparecía o no, no sería relevante, Ray de todas formas podría querer acabar con ella. Aun así, estuve todo el día pendiente de él y sus pensamientos, no sabía qué había hecho Catalina y, por lo que había podido ver, podía estar bien un momento y al siguiente, sentir todo el odio del mundo en su corazón.

Cayó la noche y, entre desvaríos y confusiones, Ray decidió que solo fingirían quemar a mi hija para darle caza a Ricardo, con él fuera de las canchas, sería más fácil atrapar a Marina.

Ray preparó todo, Nick y Max le ayudarían, yo solo era un observador, no se me permitía acercarme. Ray seguía enojado conmigo y, por supuesto, desconfiaba de mí.

Leo y Joseph no se encontraban en la casa, Leo se había llevado a Joseph para hablar con él y tranquilizarlo, sus emociones estaban demasiado alteradas con la llegada de Abril y debía sacarlo para trabajar con él.

Una vez que todo estuvo preparado, apareció Leo y, al ver que Ray estaba a punto de quemar a Abril, se lanzó en su contra, quise intervenir, pero si lo hacía, todo se saldría de control, nuestro líder no permitiría una intrusión mía a no ser que me la hubiera pedido, tampoco quise intervenir para calmarlo, pues mi hermano estaba cerca y eso le daría la certeza de que lo que estaba a punto de ocurrir, era cierto. Además, si intervenía en eso, Ricardo se daría cuenta y, esa noche, tenía un influjo muy poderoso de Catalina.

Al escuchar la pelea, Joseph se apresuró a llegar y también se fue en contra de nuestro líder. Ray estaba desesperado, no sabía cómo hacerles entender que no sería real. Entonces, Leo se fue, furioso por no poder ayudar a esa joven de nuevo.

Joseph no cejó en su empeño por hacerlo desistir de sus intenciones, por lo que Ray nos hizo un gesto, a Nick y a mí, de que lo sacáramos de allí, a lo cual, por supuesto, obedecimos sin chistar.

Poco rato después, Abril dio un grito que no solo nos paralizó a todos, el tiempo y el espacio se detuvieron. Por un momento, pensé que Ray lo había hecho de verdad. El silencio fue roto por la risotada de Ricardo, quien pensó lo mismo que nosotros. Centré mis sentidos, pues el grito de mi hija me había descolocado y me di cuenta de que la había dormido. Ray no le haría daño. No esa noche.

Salimos corriendo en busca de mi hermano, al que casi agarramos después de un par de horas, pero eso era algo que no podía permitir, no dejaría que lo mataran, no antes de quitarle ese maldito hechizo que lo tenía embrujado y volviera a ser él mismo.

Al volver a casa por la mañana, Nick, Joseph, Max y Leo estaban enojados conmigo, iban protestando en mi contra, me sentían un traidor, y sí lo era… en parte.

Joseph subió de inmediato a ver a Abril.

―¿Cómo está? ―le pregunté, quería saber cómo reaccionaba, esperaba que su odio por mi hija fuera menguando.

―No te importa. ¿Qué pasó?

Luego de que le contaron a Ray lo ocurrido en el bosque, de mi supuesto error por dejar escapar a Ricardo, pude ver en su mente la idea de asesinar a Abril, pensó que los tres estábamos coludidos en su contra y que ella no era una víctima, sino una victimaria. Tuve que usar todos mis poderes para hacer sentir peor a Abril y tratar de calmar a Ray; para mi sorpresa, no me costó tanto. Seguía enojado conmigo, pero al menos sus ansias de matarla habían disminuido. Me lanzó contra la pared y Abril despertó aterrada, odiaba hacerla sentir así, pero no tenía más opción, era lo que debía hacer según Mala’ikan, “el sufrimiento de Abril será lo único que calme al demonio que habita en él”, me indicó en más de una de sus clases para prepararme para ese momento.

Me incorporé y corrí hacia la escalera, esperaba que Ray me interrumpiera y así lo hizo.

―No te acerques a Abril. ―Me detuvo antes de subir, lleno de celos.

―Quiero ver cómo está.

―¡No te metas!

―¡Yo la traje, tengo derecho a verla!

―La trajiste, sí, pero no tienes derecho a nada.

―¿Tienes miedo de que me prefiera a mí?

―No digas estupideces.

―¡Basta! Dejen de pelear como niños ―intervino Nick―. Abril está asustada. Manuel, ya bastante has hecho con dejar escapar a Ricardo para seguir con este teatro, no sigas interviniendo.

Di un paso atrás antes de que Nick dijera que yo no tenía sentimientos románticos por Abril

―No te metas con Abril ―me advirtió Ray antes de que él mismo subiera a verla.

Resoplé, el amor había ganado una vez más. Lidiar con mi yerno no era nada fácil. Esperaba que ese rencor se apartara de él antes de que fuera demasiado tarde, pues, si seguía igual una vez que todo se develara, no estaba seguro de permitir que estuviera con mi pequeña.

Si fuésemos personas normales, habría hecho que se separaran, pero sabía que estaban destinados a estar juntos y no podía intervenir en ello, lo que más podía hacer era enfrentar a Ray con sus propios sentimientos y provocar llanto y cobardía en mi hija para que le tuvieran lástima. Si ella mostraba algún atisbo de valentía o fuerza, estaba perdida. Si no la mataba Ray, lo haría cualquiera de los otros.  



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