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jueves, 13 de mayo de 2021

45: Regreso

 


―Medonte… ―me habló Selena.

La miré y ya no pude sentir lo mismo que antes. Para mí se había convertido en una extraña. Todo lo vi con otros ojos.

―Medonte, por favor ―insistió.

―Tú no me hables. ―Me volví para hablarle de frente―. ¡Dejaste que nuestra hija sufriera las penas del infierno, vez tras vez, para seguir un estúpido juego? No mereces llamarte madre, no mereces ese título. Tal vez, ahora que lo pienso, si hubieses amado un poco más a Catalina, ella no se habría convertido en un monstruo, pero preferiste ignorarla y tratarla como a una enemiga, en vez de ayudarla.

―Lo intenté, Medonte, yo luché por ella.

―¿Sí? ¿Igual que luchaste por Abril?

―No seas injusto.

―¿Injusto? ¿Injusto yo? ¿Me llamas a mí, injusto? Selena, tu hija sufrió vida tras vida, murió de las formas más horribles imaginadas y no imaginadas y tú, que sabías todo este sádico juego no hiciste nada. ¿Y soy yo el injusto?

―No podía hacer nada.

―¿Por qué?

―Yo…

―Dime, si hay una explicación, quiero escucharla ahora.

―No seas duro con ella, Medonte ―me reclamó Mala’ikan.

―¿Saben qué? Quédense juntos, hagan la mierda que quieran, pero a mí me devuelves con mi hija.

―¿Dejarás a tu Luna? ―inquirió mi secuestrador con burla y desconfianza.

―Ella jamás fue mía.

―Por fin lo entiendes.

―Quisiera haberlo entendido antes.

―Medonte ―dijo Luna con tristeza.

―Tú no me hables.

―Hijo, no te cierres, escucha ―suplicó mi padre.

―¿Tú sabías algo de esto? ¿Sabías que todo esto no era más que un juego macabro entre esos dos?

―No fue un juego. Catalina era muy poderosa, no era posible destruirla como si nada, tenían que darse las variantes. Sé bien que no podrás entenderlo ahora, hijo, pero lo que comenzó con una apuesta, terminó en desastre para muchos. Ustedes no tuvieron ninguna baja, fuiste un buen comandante y líder de tu ejército, hijo, debo decir que estoy orgulloso de ti, pero no fue así con los aliados de Catalina, solo dos sobrevivieron.

―Eran una manada de malditos, no merecían vivir.

―Tú mismo dijiste que muchos se habían unido por miedo.

―Pudieron ponerse de nuestra parte y no lo hicieron. No merecían compasión.

―Aun así, hubo mucha destrucción.

―¿A qué vas con esto? Si quieres convencerme de que esto no fue un juego, sé bien que no lo fue, a quien deberías intentar convencer es a Mala’ikan, él cree que está en un programa de televisión exhibiendo su gran hazaña.

―Todo tenía que pasar como pasó para tener este final, de otro modo habríamos fracasado como tantas otras veces que quisimos destruir a Catalina.  

―¿Habríamos? ¿Habríamos, dices? No te vi en el frente, padre, tampoco a Selena, pues solo cuando estaba oculta, mi hija pudo destruir a Catalina. Y en cuanto a Mala’ikan, solo fue a engañarme para traerme aquí quién sabe para qué. No digas: habríamos si no participaste.

―Todas las fuerzas sobrenaturales y todos los dioses de cada planeta y constelación participamos de algún modo, hijo, muchos le entregamos poder y sabiduría a Abril para ganar la batalla.

Me dejé caer en el sillón. Estaba furioso, pero no estaba seguro de lo que yo era capaz en ese momento o si tendría la fuerza o el poder necesario para acabar con ellos.

―No puedes contra nosotros, Medonte, no aquí, donde eres un fantasma, un alma errante.

Cerré los ojos. Mi vida entera la pasé a merced de un tipo que se divertía a costa mía, enamorado de un alma sin corazón y admirando a un hombre que creía cabal. ¡Qué equivocado estaba! Y en adelante, solo me esperaba un futuro peor, ser el juguete de ese dios caprichoso y voluble.

Un pitido corto y extraño me sobresaltó. Enseguida sonó otro y otro y otro. Miré hacia atrás y, a cada pitido, aparecía un ¿dios? Eran seres que imponían respeto con su sola presencia. Me levanté.

―Mala’ikan, te ordenamos devolver a tu prisionero.

El aludido no contestó.

―Medonte, hijo de Garas, debes venir con nosotros ―me ordenaron. Hablaban todos a la vez como un solo hombre, pero ninguno movía los labios.

Miré a Mala’ikan, se suponía que él era mi dueño, ¿no? Él me hizo un gesto de asentimiento. Mi padre también me instó a que los siguiera. Selena no me miró.

Me acerqué a los hombres y desaparecimos de allí. En segundos, llegamos a una sala enorme, blanca y con pilares gigantes. De alto, debía tener al menos ochenta metros. Había doce sillones enormes ocupados por doce seres iguales de enormes.

―Medonte hijo de Garas, te presento mis respetos.

―¿Quiénes son ustedes? ―interrogué.

―Somos los miembros del consejo, dictamos las leyes y nos ocupamos de que se cumplan.

―¿Qué quieren de mí?

―Aunque no lo sepas y te cueste creerlo, eres un ser muy especial: semidiós, mitad humano, vampiro original y nefilim.

―¿Nefilim?

―Tu padre es un ángel, Medonte, por él eres un nefilim; tu madre es una diosa, esa es tu parte de semidiós; lo de vampiro original no tengo que explicarlo y naciste en la Tierra, por lo tanto, eres humano, también.

―¿Y eso qué significa?

―Que tú eres el único que puede salvar la Tierra.

―¿De qué?

―De quien quiera destruirla.

―No entiendo, desde aquí no puedo hacer nada.

―Volverás a la Tierra, Medonte, ya está arreglado. Has mostrado valentía y coraje ante las adversidades; templanza y serenidad en los momentos más inciertos, cualidades que no siempre van de la mano; además de bondad y compasión, sed de justicia.

―Justicia que quisiera cobrar en este mismo instante ―murmuré.

―Lo sabemos, y ahí hace aparición tu templanza, es tu mejor consejera y esta noche lo has demostrado.

―Como regalo para ti, te devolveremos a la Tierra con tu hija ―intervino otro.

―¿Ya? ―inquirí desconfiado.

―Y como todo regalo una responsabilidad, tu primera misión será poner un freno a la familia de Leonello Minozzi en su escalada de muerte y violencia. Desde ahora en adelante, además de los poderes que ya tienes y de los que has obtenido o aprendido a través de los años, tendrás la capacidad de visualizar los diferentes futuros de acuerdo a las decisiones que se tomen, por lo que podrás determinar, con conocimiento de causa, qué es mejor decir y qué es mejor callar, qué es lo que se debe hacer y que no, cuándo debes actuar y cuándo es mejor no intervenir. Serás el líder terrestre de tu gente. De toda tu gente.

―¿Y mi hermano?

―Tú hermano… Ya nos haremos cargo de él.

―Él es como yo, somos hijos de los mismos padres.

―Sí, es cierto, pero sus caracteres son diferentes. Tus cualidades son lo que te hacen especial.

Guardé silencio, tenía por delante una gran responsabilidad. Por lo pronto, mi ánimo se había calmado al pensar en que volvería con mi hija y no vería más a Mala’ikan, ya no me engañaría otra vez con sus artimañas. Además, podría seguir ayudando a construir un mundo mejor.

―Asumo que aceptas ―me dijo el que más había hablado.

―Sí.

―Perfecto, no esperábamos menos, supongo que escogerás a tu propio clan para ir a acabar con el del padre de Leonello.

―Sí.

―Muy buena elección, juntos hicieron un muy buen trabajo contra Catalina.

Asentí con la cabeza.

―Bien, entonces, prepárate para volver a ver a tu hija y cumplir con tu misión.

―Espero no defraudar.

―Jamás lo has hecho.

Tras esas palabras, me sentí un simple engranaje en un diseño superior, pero lo dejé pasar. Volvería con mi hija y eso era lo más importante para mí.


Epílogo


Y así fue como llegué de vuelta y vi a mi hija convertida en vampira; sin embargo, su esencia, su energía de magia pura, no había cambiado. La de Sabrina tampoco. Yo abogué para que pudieran convertirse en lo que yo era para que, de ese modo, no solo la magia las acompañara, también la fuerza, por lo que sus poderes fueron retirados momentáneamente para ser convertidas, por el conflicto que ello suponía, y luego se les reincorporaron.

Destruimos a la familia de Leo, que, en realidad, ya no era su familia, eran una mala copia, y cada uno se fue por su camino un tiempo para descansar.

Yo me dediqué a buscar a mi hermano, que se había escapado la noche que todo terminó y nadie sabía nada de él. Al mismo tiempo, me presenté a los otros clanes y familias para darles las nuevas noticias y las indicaciones y nuevas reglas que regirían en nuestra especie. Por suerte, todos estuvieron de acuerdo, sobre todo porque la mayoría ya me conocía y, los que no, habían escuchado lo ocurrido con Catalina.

A mi hermano lo encontré un par de años después. La culpa no lo dejaba vivir y Mala’ikan le había ofrecido su ayuda, cosa que yo no permitiría, ya había jugado con mi vida y mi familia una vez, no lo permitiría una segunda.

 

Fin

 *Gracias por acompañarme en esta nueva historia, espero que les haya gustado. Besitos 💓💓💓


martes, 11 de mayo de 2021

44: La verdad sale a la luz

 


―¿Qué es esto? ―le pregunté al llegar a ese lúgubre lugar―. ¿Es el infierno?

Mala’ikan largó una risotada.

―Créeme que esto es un edén comparado al infierno.

―¿Dónde estamos?

―En mi hogar.

―¿Qué hacemos aquí? Yo creí que…

―¿Qué? ¿Creíste que te llevaría al Cielo, al Infierno o con tu querida y adorada Luna?

―¿Qué pasa, Mala’ikan?

―Pasa que echaste a perder todo. Vez tras vez arruinaste mis planes. Malgasté siglos contigo, qué digo, ¡milenios! Esperaba que al menos ahora, en esta última batalla, me concedieras la victoria.

―¿De qué victoria hablas?

―Te explicaré. ―Se sentó en un sofá gris de tres cuerpos y me hizo sentar en otro similar frente a él―. Cuando Catalina te convirtió, los convirtió ―corrigió― a ti y a tu hermano, hicimos una apuesta. ¿Quién de los dos ganaría? Eran los primeros chupasangres y no sabíamos cómo resultaría, de qué serían capaces. Yo me quedé contigo y te entrené. Ella se quedó con Licurgo. Mientras tú adquirías fuerza y sabiduría, tu hermano se convertía en un feroz monstruo, a él no le importaba aniquilar a quien se le pusiera por delante o a quien Catalina le ordenase matar; no tenía escrúpulos. Tú los tenías a montones.

››Nosotros tú y yo, defendíamos a Abril, Catalina se defendía sola, no necesitaba a nadie para hacerlo.

―Lo de defender a Abril no resultó muy bien ―interrumpí.

―No, aquello era para quebrantar tu espíritu.

―¿Por qué?

―Porque Catalina quería vencerme en este juego.

―¿Esto fue un juego para ti?

―Por supuesto, ya te lo dije una vez, ustedes no son más que un suspiro en el tiempo. Dos, casi tres milenios llevas en este mundo, ¿qué es eso comparado a la eternidad de la Luna? ¿A mí, que estoy aquí desde el principio de los tiempos?

―¿Qué quieres, Mala’ikan? Ya ganaste, ¿qué más quieres? ¿En qué fallé?

Sonrió, se levantó y sirvió dos vasos de un extraño licor, me ofreció uno y no pude rechazar.

―Es que ¿sabes, Medonte? Ahora que terminó el juego ya no estoy tan seguro de querer compartir a Selena.

―Siempre he sabido eso ―mascullé.

―Sí, nunca confiaste en que te dejaría estar con ella.

―¿Qué vas a hacer? Ganaste este estúpido juego, ¿qué más quieres?

―Todavía lo estoy pensando. Bebe.

Él mandaba en mi mente, por lo que tomé el contenido del vaso de un solo trago. Para mi sorpresa, me supo delicioso.

Sonrió y levantó su copa.

―Buenas noches, Medonte ―brindó y se tomó su bebida; yo me fui a negro.

Abrí los ojos apenas. Seguía en el mismo sofá y en la misma sala de antes. Oí una discusión.

―Estás traspasando las reglas, Mala’ikan ―le decía un hombre.

―Él es mío, me pertenece, él se entregó por propia voluntad a cambio de su hija.

―¡Lo trajiste con engaños!

―Yo no le mentí.

―Tampoco le dijiste la verdad.

No escuché más. Por extraño que parezca, hablaban un idioma que yo no conocía, pero que entendí a la perfección.

Volví a abrir los ojos, por la dirección de la luz, habían pasado un par de horas.

―El consejo no dejará pasar esta injusticia ―habló una mujer.

―Me da lo mismo el consejo, Medonte es mío.

―¿Qué quieres de él?

―Apartarlo de ti.

―Mala’ikan…

―¿Lo amas de verdad?

Se hizo un silencio, ella era mi Luna eterna, mi Selena. Esperaba su respuesta, pero me volví a dormir.

Una vez más desperté en el mismo lugar. En aquella ocasión, Mala’ikan se encontraba frente a mí, tal como antes.

―Parece que es un trago fuerte para un simple humano ―comentó sardónico.

―¿Qué me diste?

―Es un vino de los dioses.

―¿Con quién hablabas?

―Con nadie, la última media hora estuve esperando a que te despertaras para continuar nuestra charla.

―Te escuché.

―¿Me escuchaste? ―se sorprendió―. Quizás el vino te hizo desvariar.

Miré hacia afuera.

―No ha pasado media hora, Mala’ikan, el sol no salía todavía cuando llegamos aquí y ahora ya es casi mediodía.

―Los tiempos aquí son distintos.

―¿Qué quieres, Mala’ikan? ¿Qué se supone que hago aquí?

Me sonrió otra vez con esa mezcla de burla e indulgencia.

―Si te digo, ¿me prometes no ponerte idiota y pretender atacarme?

―Sí, dime ―exigí.

―Te secuestré.

―¿Qué?

―Eso. Te secuestré. No se supone que estés aquí.

―¿Y dónde se supone que debería estar?

―Eso da igual, el asunto es que no saldrás de aquí… jamás.

Quise lanzarme contra él y golpearlo hasta que me explicara con claridad todo lo que necesitaba saber, pero me contuve.

―Muy bien, Medonte, los años de entrenamiento han rendido sus frutos. Eres muy capaz de controlar tus emociones e instintos.

No respondí, no valía la pena hablar con él.

―Vamos, no te enojes, tu hija está viva y será feliz, eso era lo que querías, ¿no? ¿Te estás arrepintiendo de haber dado tu vida por ella?

―Eso jamás.

―¿Entonces? Hemos sido amigos por milenios, Medonte, y tenemos una eternidad para seguir siéndolo.

―Nunca hemos sido amigos, los amigos no se engañan, no se traicionan, con los amigos no se juega y tú has hecho todo eso y más.

―Sí, tienes razón, pero, vamos, ¿me vas a guardar rencor por eso? Los amigos se perdonan los errores.

―Ya te dije que no somos amigos y lo tuyo no fue un error.

―Entonces, creo que solo tomaré tu vida y te destruiré, creí que podríamos ser amigos, pero ya veo que no.

―¡Por un estúpido juego destruiste a mi familia, mi vida, todo lo que más amaba! ―rugí furioso.

―No, Medonte, no te confundas, eso lo hice por meterte con mi mujer y no dejarla cuando te lo advertí, ¿lo recuerdas? Ah, sí, no se te ha olvidado, es imposible. Te lo dejé bien claro, Luna es mía y lo será por toda la eternidad.

―Ya no, Mala’ikan, he sido liberada de tu yugo.

¿Mi luna allí?

―Eso es imposible.

―Y tu prisionero también. Se enteraron de lo que hiciste con la familia de Leo, el problema es que están poniendo de manifiesto a los vampiros, seres que tú y Catalina crearon. Hasta ahora, han podido controlarlos, pero no sabemos hasta cuándo.

―Yo no hice nada ―se defendió.

―Catalina los tenía atrapados con un hechizo, tú fuiste quien cerró el candado y ahora lo abriste.

Mala’ikan me miró y pude percibir miedo en sus ojos.

―¿Y qué vas a hacer? ¿vas a atraparme?

―No, vengo a ofrecerte un trato: tu perdón a cambio de tu prisionero.

―¿Qué? ¡Jamás!

―En ese caso, vendrá el consejo.

―Que vengan.

―El consejo no dejará pasar esta injusticia.

―Me da lo mismo el consejo, Medonte es mío.

Por suerte, estaba sentado, esa conversación la había escuchado hacía una hora, mientras estaba bajo el efecto del vino o lo que fuera que ese tipo me haya dado.

―¿Qué quieres de él? ―le preguntó mi Luna.

―Apartarlo de ti.

―Mala’ikan…

―¿Lo amas?

―Sabes que sí.

―No puedes amarlo, me encargaré de que jamás vuelvas a verlo. Lo tendré aquí por siempre.

―Estás traspasando las reglas, Mala’ikan ―habló un hombre.

―Él es mío, me pertenece, él se entregó por propia voluntad a cambio de su hija.

―¡Lo hiciste con engaños!

―Yo no le mentí.

―Tampoco le dijiste la verdad.

Hablaban de mí como si yo no estuviera presente y no me importó. Cerré los ojos, me sentía cansado. De todos modos, yo estaba de espaldas a ellos.

Mi mente me llevó al principio de mi vida, cuando todo comenzó, de todo lo vivido y de todo lo aprendido y recordado, hubo algo que nunca nadie me aclaró, yo era un semidiós… ¿Qué parte de mí lo era? ¿Cómo fue posible si mis padres eran seres humanos normales?

Se hizo silencio. Yo no me moví. No sabía qué estaba pasando atrás.

―Hijo…

La voz del hombre se me hizo muy familiar, era una vez que jamás creí volver a escuchar y que hacía tres milenios la escuché por última vez.

Me volví con lentitud, si era otra alucinación…

―Hijo ―repitió.

―¿Papá? ¿Qué haces aquí?

―Estoy aquí para sacarte de este lugar.

―¡No puedes hacer eso! ―protestó Mala’ikan.

―¿No puedo? ―preguntó mi padre sin perder la compostura.

―Ya te dije, él se ofreció voluntariamente a cambiar su vida por la de su hija.

―Hija que no iba a morir, por cierto, las profecías lo decían, ella fue al infierno, pero no a morir, a liberar las almas que Catalina había encadenado y regresaría para vengar a su hijo.

―¿Mi hija no estaba destinada a morir?

―No. Es decir, no si lograba acabar con Catalina, lo cual no le fue difícil.

―¿Por qué me dijiste que debía dar mi vida por la de ella? ¡Me dijiste que moriría y que no regresaría! Desde un principio me has engañado. Me quitaste todo, mi familia, mis amigos, mi país. Desde el inicio no has hecho más que mostrarme mentiras y falsedades. Dime algo, dime la verdad por una vez en tu vida, ¿era necesario esperar tanto y que mi hija sufriera todo lo que sufrió?

Mala’ikan miró a mi padre, a Selena y luego a mí, después, bajó la cabeza.

Sentí que el peso del mundo, el cargo de llevar casi tres milenios a cuestas y el sufrimiento de mi hija en todas sus vidas me aplastó como una torre de concreto que me dejó sin fuerzas. Hinchaba mi pecho con un aire que no recibía y que no necesitaba.

A mi memoria llegó el recuerdo de mi siesta de veinte años. Si hubiese estado despierto, podría haber ayudado a mi hija a terminar con Catalina y nada, de todo lo que pasó después, habría pasado, ella no habría tenido que seguir sufriendo. ¿Cuántas veces había sufrido una muerte lenta y dolorosa solo por el placer de un juego macabro?

―Medonte… ―me habló Selena.

La miré y ya no pude sentir lo mismo que antes. Para mí se había convertido en una extraña. Todo lo vi con otros ojos.

―Medonte, por favor ―insistió, yo no contesté, antes de hacerlo, debía controlar mi furia.



domingo, 9 de mayo de 2021

43: Mi nueva morada

 


A cada segundo me desesperaba más, no sabía cómo ayudarla, cómo devolver a mi hija a la vida, cómo intercambiar mi vida por la suya. En lo de la hoguera fue fácil, sabía que debía entrar al pentagrama cuando ambas estuvieran dentro y Mala’ikan haría el resto. Pero en ese instante estaba perdido. No sabía qué hacer y mi mente se negaba a trabajar.

“Por favor, Mala’ikan, ayúdame una vez más. Selena, mi Luna eterna, no dejes morir a tu hija, por favor”.

La malévola risa de Nicole me sacó de mi angustia. ¿Qué se creía esa impostora, se estaba burlando de mi hija?

―Lo siento, querido ―le hablaba a Max―, pero el poder de la luna es demasiado poderoso para desperdiciarlo.

Los hechiceros formaron un círculo protector alrededor de Sabrina, a quien Nicole amenazaba con quitar de su camino.

La joven hechicera buscaba, impotente, guía en los enigmas que su madre le había entregado tiempo atrás. Solo ella debía resolverlos, pero uno me dio la clave:

La hija que perdió a su hijo

Jamás perdonará,

Aunque todavía no lo sabe,

La venganza traerá.

La madre que perdió a su hijo

En los brazos del maligno,

Volverá del infierno mismo

Para vengar traición y olvido.

A la madre o a la hija

Su poder traspasará

Lado a lado en la batalla

A su hijo vengarán.

Abril, mi Abril perdió a su hijo a causa de Ricardo, el maligno, y en sus mismos brazos debía regresar del infierno.

“La traeremos de vuelta, hermano”, me dijo mi hermano con su mente.

Se paró al lado de Nicole en señal de apoyo. Yo, con todo el dolor de mi desgarrada alma y haciendo acopio de todas mis fuerzas, me situé al lado de la impostora. Quise quebrarle el cuello en ese mismo instante, pero me contuve.

―¡Manuel! ―Ray no podía creer lo que veía.

―Lo siento ―respondí con una falsa sonrisa―, debía asegurarme de que muriera.

―¡Es tu hija, carajos!

―Era, ya no está, no existe. Nunca tuve mucho contacto con ella, apenas sí la conocí.

―No puede ser, esto no acabará nunca ―masculló.

El clan, junto a Marcos y a Andrea se alinearon para la lucha.

Nicole, en tanto, trataba en vano de entrar al círculo de hechiceros, tenían un escudo protector muy poderoso. Cansada ya de los intentos de intrusión de su nueva enemiga, Nicole encendió una hoguera entre ambos bandos. Necesitaba tiempo y yo necesitaba que se apresurara en develar los enigmas.

―La madre que perdió a su hijo… ―repitió―. Si no es ella, ¿quién?

―Abril ―murmuró Joseph.

―¿Abril?

―La profecía dice que ella no lo sabe y Nicole desde hacía mucho sabía lo de Alex, sabía que no murió en los brazos del maligno. La hija de Isabel, nuestra Abril, lo perdió cuando Ricardo…

“El poder secreto es el amor”, les hablé a su mente, sobre todo a Andrea y a Marcos.

―No podrás ganar, Nicole, hay algo que nosotros tenemos y que tú no ―dijo Andrea con una fortaleza y fragilidad muy parecida a la de su madre.

―¿Sí? ¿Y según tú qué es eso?

―Tú estás aquí por ansias de poder, en cambio, nosotros, todos nosotros, estamos aquí por amor, la fuerza más poderosa del mundo, el poder secreto.

―¡El amor! Por favor, no creerán en esa estupidez. Ni siquiera es real.

Marcos dio un paso delante de la mano de Andrea, su compañera de vida desde hacía quinientos años.

―Debí destruirte ―largó Nicole; como si eso fuera posible para una neófita como ella.

Sabrina apagó el fuego que nos separaba, se veía más resuelta.

―Pueden tener miles de años y mucho poder ―nos habló a Ricardo y a mí―, pero jamás podrán tener lo más importante: amor.

―¿Amor? ―se burló Ricardo―. Abril conoció el amor que yo puedo darle a una mujer, supongo que lo tienen todavía en la memoria. Lamentablemente, estaba embarazada, esa niña ni siquiera conoció la luz del sol. ―Miró a Andrea, sabía muy bien quién era ella.

―¡Maldito infeliz! ―gritó Ray que jamás sintonizaba con nada, se lanzó contra mi hermano, pero lo detuve y lo empujé de vuelta a su lugar.

―Era niña, bueno, eso ya lo sabías, ¿no? ―La luna estaba volviendo a brillar por completo, era el momento―. ¿Y qué podrías hacer ahora? ―Siguió Ricardo―. ¿La vengarás? ¿Acaso podrá volver a la vida?

Apreté mis puños y bajé el rostro, por primera en mi larga existencia, recé… Pedí que mi hija volviera a la vida, ¡Debía volver!

Una descarga de energía revivió a Abril, pero ya no era la asustadiza niña de hacía poco, era una gran hechicera. Se levantó sin tocar el suelo, flotó como un ánima dispuesta a la venganza.

―Mataste a mi hija, Ricardo, ahora deberás pagar caro tu error.

―No si yo puedo evitarlo ―replicó Nicole, quien se envolvió en una burbuja de fuego y se elevó para quedar a la altura de su contrincante.

Abril le lanzó cristales de hielo. La magia de Nicole era un simple truco en comparación a la verdadera magia de mi hija. El único poder que tenía Nicole era el ser neófita, exceso de fuerza y muy difícil de destruir, su regeneración era cincuenta por ciento más rápida que la de cualquiera de nosotros.

Cayó al suelo, derribada por mi hija. Salté sobre ella para inmovilizarla y mi hermano le dio el golpe mortal. Abril encendió una hoguera, sabía que estábamos en contra del tiempo con esa mujer.

Apenas vi a Ricardo lanzarla al fuego, me acerqué a mi hija que había bajado a tierra, en su aspecto normal.

―¿Puedo abrazarte? ―le pregunté temeroso.

―Eres mi papá, ¡claro que puedes! ―me respondió con sus ojitos aguados.

La abracé con toda la fuerza que me era permitida.

―Te amo, hija, pensé que… que…

―Estoy aquí, papá, gracias a ti.

―No solo a mí. ―Miré a mi hermano que hablaba con Max.

Ray llegó a mi lado y mi hija se olvidó de mí. Los dejé solos, necesitaban su tiempo y espacio.

―Ricardo ―le hablé, él se dio vuelta y me dio un gran abrazo que correspondí sin dudar.

―Perdóname, hermano, no sabía lo que hacía.

―Lo sé, no te preocupes, ahora estás libre de la influencia de esa mujer.

―Hice demasiado daño. ―Miró por sobre mi hombro, me giré y vi a Abril caminar decidida y con sus pensamientos bloqueados.

―¿Dónde está mi hija? ―le exigió a mi hermano.

―Detrás de ti.

Abril se dio la vuelta y se encontró con Andrea junto a Marcos.

―La he cuidado bien todos estos años ―explicó Marcos―. La oculté de ti ―le dijo a Ray―. Si la hubiese expuesto…

―Lo sé, estaba mucho más segura contigo que conmigo ―respondió Ray.

Observé a Max que continuaba al lado de la fogata, me acerqué.

―¿Cómo estás? ―le pregunté por cortesía, sabía muy bien lo que ocurría en su mente y corazón.

―¿Tú sabías que no era Sonya?

―Lo supe por casualidad.

―Quedé como un idiota.

―No digas eso.

―Lo soy, Manuel, me dejé engañar como un idiota.

―Jamás te dejaste engañar, Max, siempre dudaste.

―Tu hermano tuvo razón en una cosa, ella me dijo que era Sonya y le creí sin preguntar, caí como un estúpido.

―Nunca terminaste de creerle.

―¿Y de qué me sirvió? ―preguntó en retórica y caminó de vuelta a la casa.

Joseph se acercó a mí.

―Le costará un poco asumir su pérdida ―lo justificó. Yo lo miré y sonreí.

―No tanto como crees. Sonya, la verdadera, está aquí, estaba esperando el momento preciso para acercarse a él.

―¿De verdad? ¿Cómo?

―Es una historia larga, aunque parece que no es la única que terminó bien ―dije mirando a Nidia que se acercaba a nosotros.

―No, creo que ya era hora de que yo también conociera el amor, ¿no?

―Así es, ya cumpliste con tu hermana. Gracias por hacer tanto por ella.

―Es mi hermanita, siempre lo será, no podía dejarla.

―Lo sé, no sabes cómo me tranquiliza el saber de tu amor por ella, cuídala. Espero que seas muy feliz, te lo mereces.

―Parece que te estuvieras despidiendo.

―Tu chica te espera, ve con ella.

Nikolai apareció a mi lado y Joseph nos dejó solos.

―¿Te vas? ―me preguntó.

―Sí, ya cumplí mi misión, mi hija vivirá una vida plena y feliz.

―Diste tu vida por la de ella.

Lo miré sin contestar.

―Mala’ikan me lo dijo ―explicó.

―Pues sí, esta noche antes del alba reclamará mi alma.

Mi amigo me abrazó.

―Nikolai, debes saber algo antes de que me vaya. Aclaro que yo solo lo diré, la decisión que tomes respecto a ello solo dependerá de ti, no te sientas presionado, mucho menos obligado, yo ya no estaré así que no tendrás ningún compromiso conmigo.

―Me asustas, Medonte, ¿pasó algo?

―Encontré a Abril.

Me miró confundido y buscó a mi Abril con su mirada.

―A tu Abril, Nikolai, la hija de Livia.

―¿Qué?

―Sí, no la encontré en buenas condiciones, tiene un hijo pequeño. Fue apostada por su padrastro en un juego de azar y quien ganó la maltrataba. ―Hizo un gesto de dolor―. Como te dije, no tienes que hacer nada, dejé todo cubierto para que se hicieran cargo de sus necesidades y de las del niño, nada les faltará.

―Después de todos estos años y del desaire que te hizo, sigues ocupándote de ella.

―No puedo dejarla sola. Es mi hija. Sigue siéndolo.

Le conté cómo la había encontrado y lo que había hecho. Él guardó silencio. Su mente se debatía entre olvidarse de ella o ir a buscarla.

―Tómate tu tiempo, asimílalo y luego toma una decisión, con calma ―le aconsejé.

―La amo.

―Lo sé.

―Pero me hizo mucho daño.

―También lo sé, por eso te digo que lo pienses bien. Si no quieres volver con ella, nadie te obliga, solo pensé que debías saberlo.

―Gracias.

Mala’ikan hizo su aparición.

―¿Listo, Medonte?

Asentí con la cabeza.

―Nikolai, un gusto verte.

―No puedo decir lo mismo si te llevarás a mi amigo.

―Así lo quiso él.

―No hay problema, Nikolai, mi hija está bien, será feliz y mis amigos también. Catalina y su gobierno del terror, terminó.

―Sí, Medonte, se acabó. Vamos. Ya va a amanecer.

Le di un abrazo a Nikolai y me dejé conducir por el ángel de los muertos a mi nueva morada. Una muy extraña, por cierto.

**A tres capítulos del final, ya no queda nada 😀 💓

jueves, 6 de mayo de 2021

42: No pude salvarla

 

La tan esperada noche llegó. Nos dirigimos a la colina en el claro del bosque. Ray y yo flanqueamos a Abril; detrás, nuestro clan y Marcos con Andrea; tras ellos, los hechiceros, y detrás de ellos todos nuestros aliados. Íbamos llegando a la colina, yo pensé que Nikolai ya no llegaría, cuando lo vi con un ejército, no solo de vampiros, también de ángeles-demonios, hombres lobo y brujas. Le sonreí, no había tiempo para nada más. Se unió a nuestro grupo. Yo sabía que ganaríamos, pero la ayuda y el apoyo de mi querido amigo era invaluable.

Una vez llegados al lugar donde sería el evento, el miedo se apoderó de Sabrina, había descubierto que Maribel no era su verdadera madre, que Milena lo era y temía ser como ella, aun cuando le aseguraron que la esencia de Martín, su padre angelical, estaba más presente en su alma que la de su madre biológica, además, la educación de Maribel había forjado su carácter y no debía temer por volverse diabólica.

―Te amo, eres la hija nacida de mi corazón, no lo olvides ―le aseguró la hechicera.

Yo envié tranquilidad al ambiente, no podía permitir que el pánico se apoderara de alguno, mucho menos de las chicas.

Catalina llegó con Ricardo a su lado. Me extrañé, no podían llegar solos. Claro que no, al rato apareció una hueste de entes sobrenaturales, pero no me fijé en ellos, mi misión era la maldita bruja y mi hermano. Ambos caminaron y sus acompañantes quedaron atrás por órdenes de ella.

―Vamos ―le susurré a Abril y a Ray.

Los cinco nos encontramos a medio camino, con algunos metros de distancia entre nosotros.

Ricardo miró a Abril y vio en ella a Isabel Castellán, la última vida de mi hija. Catalina le arrebató ese pensamiento, o eso pretendía, pues mi hermano no lo olvidó, es más, vio en mi hija a su sobrina, lo cual me indico que el influjo de esa mujer en mi hermano estaba muy debilitado.

―¿Creen de verdad que pueden destruirme? ―se burló Catalina.

―Por supuesto ―le contesté―, hoy tendrás tu merecido de una vez por todas.

―Claro, ya quisieras.

―Así será ―confirmó Ray.

―Ustedes no son rivales para mí. Y tú, menos, hermanita.

―Eso ya lo veremos ―respondió Abril con voz firme, lo que provocó un ligero temblor en Catalina. Le tenía miedo. Sí.

―¡Ahora! ―ordenó a su ejército, los cuales se abalanzaron sobre nuestro grupo.

Abril creo un escudo invisible ante nosotros y, cuando Catalina lanzó una lengua de fuego y energía hacia nosotros, chocó con el escudo. La bruja no se lo esperaba y resopló, quiso volver a intentarlo, pero mi hija la encerró en una cárcel energética, donde neutralizó los poderes de nuestra enemiga.

Otra hechicera quiso atacar a mi hija por la espalda, Ricardo se lanzó sobre Abril para sacarla del camino. Ray se lanzó sobre él, quería matarlo, yo empujé a Ricardo y me fui en su contra para que él cuidara de mi hija, pero su odio hacia mí lo cegó y no vio cuando otro vampiro se arrojó sobre Abril y la lanzó lejos. Eso no solo rompió el hechizo y dejó fuera de combate a mi hija por un rato, también quedó muy adolorida y tuve que sanarla. Pudo haberla matado. Yo sí maté al desgraciado.

―A ella déjenmela a mí ―le ordenó a su hueste con su voz mental.

Yo me llevé a mi hija a un costado.

―Pon un escudo protector sobre ti ―le indiqué―, todavía no es tiempo para tu lucha, tú eres poderosa, pero Catalina es astuta, cuídate, hasta que llegue el momento. Pase lo que pase, no intentes ayudarnos, ¿sí?

―Sí, papá.

―Te amo, hija.

―Yo también.

Me giré para ayudar al resto.

―¿Papá? ―Me devolví para mirarla―. Ganaremos, ¿verdad?

―Sí, mi niña, y tendrás la vida que siempre mereciste.

Le di un beso en la frente y me fui a la batalla.

Luchar otra vez al lado de Nikolai me trajo muchos recuerdos. Mi vida pasó ante mis ojos como una película con todos los buenos y malos momentos mientras combatíamos juntos.

―Tu amigo ―me dijo Nikolai indicándome a Joseph que peleaba con un gigante y estaba perdiendo―. Ve tú, yo me hago cargo de este.

Corrí para socorrerlo, pero en el momento en el que el gigante le iba a caer encima se me adelantó una vampira a la que conocía muy bien, fue una de las primeras jóvenes a las que Nikolai convirtió tras ser atacada por una jauría de animales… humanos. Nadia botó al gigante y entre Ray y yo lo desmembramos.

Mi hija encendió una gran fogata en medio de los dos grupos. A la rápida, vi a Joseph y a Nadia prendados uno del otro, si seguían en su burbuja, serían los próximos en morir, así es que los saqué de su ensueño, ya llegaría el momento de estar juntos al fin.

Seguimos batallando por casi una hora, a decir verdad, no eran tan buenos rivales o no tenían la suficiente motivación, pues, en tanto ellos caían como moscas, de nuestro lado no había una sola baja.

Solo quedaron dos vampiros del lado de Catalina, aparte de Ricardo y ella misma, los cuales huyeron para no terminar alumbrando la noche.

El eclipse lunar comenzó y el silencio se volvió denso.

―Ahora es mi turno, querida ―dijo Catalina con excesiva teatralidad.

Abril formó el pentagrama de fuego en el suelo y quedaron ambas en su centro.

―¿Crees que eso me atemoriza? Estoy segura de que ni siquiera sabes para qué sirve ―se burló desafiante y saltó fuera de él.

―No soy tan inútil como piensas, hermanita, crees que no sé nada y que no podré destruirte, ¿verdad?

Catalina no contestó, solo sonrió burlesca, esperaba al eclipse para atacar, pero mi hija se le adelantó y con un látigo de viento, la volvió a meter al pentagrama.

Ricardo quiso entrar, pero Ray y yo lo detuvimos, esa pelea era de ellas. Miré a mi alrededor, todos estaban detenidos en el tiempo, busqué la mirada de mi hija, solo ella podía liberarlos. Me sonrió, hizo un ademán con sus manos y todos volvieron a la normalidad. Mi hija era tan poderosa.

Las dos mujeres se enzarzaron en una lucha feroz. Catalina no intentó volver a salir o quizá no podía. La luna cada vez estaba más oculta. Abril le hacía frente a su hermana, pero la habilidad de esa mujer y la oscuridad de la noche le jugaban en contra. Abril quiso formar de nuevo una burbuja para contener a Catalina, pero no lo logró; en cambio, la hechicera golpeó una y otra vez con látigos de energía a mi pequeña. Mi hija era incapaz de defenderse y en uno de los ataques, cayó inconsciente. Esa era mi señal, había llegado mi turno de actuar.

Me lancé en contra de Catalina que le iba a dar el golpe de gracia a mi hija y comenzamos a luchar, ella con su magia, yo con fuerza y rapidez.

Ray dejó a Ricardo con Joseph y Max y también entró al círculo, pero Catalina lo sacó de inmediato.

La Luna ya estaba por ocultarse.

“Mi Luna, ayúdame esta vez”, rogué y vi a Mala’ikan que nos observaba. Hizo un gesto de asentimiento y yo me abracé a mi enemiga para inmovilizarla y que Mala’ikan me transfiriera su esencia, lo cual hizo pocos segundos después. Mi alma y la de Catalina estaban mi cuerpo.

Abril se aterró y no supo qué hacer.

―Hazlo, hija, termina con esto, mátame antes de que tome el control de mí.

No me obedeció. De haberlo hecho, Catalina y yo hubiésemos muerto y todo habría acabado. Intenté leer en su mente, pero la tenía bloqueada.

Las llamas del pentagrama se elevaron al menos veinte metros.

―Hija, mátame, así podrás vivir la vida que te corresponde ―rogué una vez más.

―Ella no ganará, papá, no la dejaré ganar.

―Mátanos a los dos, esa es la única forma.

―No es la única, papá.

―Es la única en la que podrás vivir, hija, por favor ―le supliqué desesperado. O era mi hija o era yo, pero uno de los dos tenía que morir y prefería ser yo.

―No, papá, esta es mi lucha.

No sé cómo lo hizo, pero devolvió el alma de Catalina al cuerpo de Milena y a mí me expulsó del pentagrama.

―¡No! ―grité desesperado y me levanté para entrar de nuevo. Catalina y yo deberíamos morir juntos.

Leo y Joseph me detuvieron.

―Cálmate, si entras, el fuego acabará contigo ―me dijo Leo.

―¡Ella está sola con Milena! ―protesté, sabía que ambas morirían.

Busqué a Mala’ikan, pero no lo encontré. Nikolai y Marcos estaban juntos y, al parecer, ya conocían el desenlace.

―Es impresionante lo que puede hacer ―comentó Maribel acercándose a nosotros―. Ese tipo de llama no lo hace cualquiera, es imposible.

―¡Está en peligro! ―grité, nadie comprendía la gravedad de lo que pasaba.

―No lo está ―confirmó Sebastián.

―¿Vamos? ¿Es que solo yo veo lo que se viene? ―Por supuesto que era así―. La luna está a punto de desaparecer y cuando eso ocurra…

―Yo confío en que lo sabrá hacer, solo necesita un motivo para destruirla ―me respondió Luisa, la abuela biológica de Abril.

―Motivos le sobran ―agregó Ray.

―Sí, motivos le sobran, pero aún le cuesta sentirlos desde las entrañas.

―Se metió con su padre recién encontrado ―indicó Joseph.

―Sí, así es, veremos si eso es suficiente. ―Yo sabía muy bien que no.

―¿Dudas de su amor por ti? ―inquirió Ray, sorprendido.

―No, no es eso, es que… Tengo miedo por ella. ―Yo sabía que mi pequeña iba a morir y no era justo.

―Yo también tengo miedo ―confesó Ray―, pero no podemos entrar allí, es demasiado peligroso… para ella ―aclaró.

―Lo sé, no debió sacarme ―musité. Ray tenía razón, si lográbamos entrar, ella se desconcentraría y podía terminar muriendo por nuestra imprudencia sin matar a Catalina.

La hoguera donde habíamos quemado los cuerpos de nuestros enemigos se apagó. Mi Luna había quedado cubierta por completo. Ese era el momento decisivo.

El tiempo se detuvo.

―¿Darías tu vida a cambio de la suya? ―me preguntó Mala’ikan.

―Por supuesto que sí, lo sabes ―respondí sin dudar―. Ella no quiso.

―Abril está rompiendo los hechizos de Catalina, quedará sin fuerzas y morirá, para salvarla, tendrás que dar tu vida a cambio de la de ella. Tu vida se reclamará esta noche, antes del alba.

―Ni siquiera deberías preguntar, sabes que si mi hija muere mi vida ya no tendrá sentido.

―Perfecto. Solo necesitaba asegurarme.

―¿Qué tengo que hacer?

―Deberás traerla de vuelta.

―¿Y cómo haré eso?

―Tienes que descubrirlo tú mismo, tienes hasta el amanecer.

―¿Qué? ¡Dime cómo lo hago! ―exigí.

―Cálmate, Medonte.

―¡Mi hija va a morir si no la traigo de vuelta!

―Sabrás cómo hacerlo y recibirás ayuda, no te preocupes. ―Desapareció de mi vista.

―Mala’ikan… ―dije en un ruego, no quería perder a mi hija.

―Tranquilo, Medonte, sigo aquí, yo te dije que iba a estar presente, aunque no pudiera pelear a tu lado.

―Sálvala, por favor.

―No, Medonte, sálvala tú ―sentenció antes de que perdiera, no solo la visión de él, también su esencia.

El tiempo volvió a andar, la luna se asomó e iluminó el centro de las llamas.

Pocos minutos después, una espiral llevaba un alma de vuelta al Cielo.

―¿Quién es ella? ―preguntó un nervioso Ray.

―No lo sé, no es fácil distinguirlas así ―respondí peor que Ray.

―Sus auras son muy parecidas y enredadas en esa luz, no logro verla como para notar la diferencia mínima que existe entre ambas ―indicó Leo.

―No oigo nada proveniente del interior ―reafirmó Nick―, tampoco estoy seguro de quién es.

―Es Abril, ¿quién más? ―se burló Ricardo―. Milena saldrá mucho más poderosa y ustedes ya pueden darse por muertos.

Ray la dio un golpe que le partió la cara.

―¡Nadie ha pedido tu opinión!

―Ya verán cuando salga Milena y me libre, ¡yo mismo te mataré!

No entendía por qué Ricardo actuaba así, ya no estaba bajo el hechizo de Catalina, pero su mente estaba bloqueada para mí.

Nicole se acercó a él.

―¿De verdad quieres matarnos a todos? ¿Quieres matarme a mí?

―¿Sonya?

―Sí, soy yo.

―No, no puede ser.

―Sí, lo soy, tú intentaste salvar a mi bebé.

Ricardo se tambaleó y se mostró confundido. ¿Por qué lo hacía? No lo entendía, ¿es que acaso le quedaba algo de los hechizos de Catalina dentro?

Sabrina se acercó y colocó su mano en su hombro. Sí, aún quedaba en su interior un último hechizo, que la joven hechicera eliminó y envió hacia el espiral que todavía permanecía uniendo a la Luna con el Pentagrama.

Ya no seguí escuchando lo que pasaba entre mis amigos y mi hermano, mi interés estaba puesto en mi hija, no sabía lo que había ocurrido y temía no ser capaz de salvarla.

Una gran llamarada se alzó desde el pentagrama y luego se apagó por completo. Los cuerpos inertes de las dos hermanas quedaron al descubierto.

Corrí para ver a mi hija, ella no debía morir, ¡yo había cambiado mi vida por la de ella! Mala’ikan lo había asegurado. La tomé entre mis brazos y amargas lágrimas de sangre corrieron por mis mejillas.



martes, 4 de mayo de 2021

41: Efímera felicidad


Aquella noche me fui al bosque, necesitaba pensar, pronto todo terminaría.

―¿Preparado para el gran evento? ―me preguntó Mala’ikan tras aparecer ante mí.

―Eso espero.

―No será fácil.

―Lo sé, solo espero que salgamos victoriosos.

―Tienen mucha ayuda y seguirán llegando más ―me dijo mirando a la casa, yo me volví y vi que desde el cielo caían espirales de luces.

―Son ángeles que vienen a luchar.

―¡Vaya! ―exclamé sorprendido.

Hubo un minuto de silencio que se tornó muy tenso.

―Medonte… ―habló al fin con duda, lo cual me resultó muy extraño―. Mañana alguien tiene que morir.

―Espero que sea Catalina.

―Además de ella.

―¿Qué?

―Hay una muerte segura que creo no te importará.

―¿Quién! Todos aquí son importantes.

―Nicole ―dijo lacónico.

―Ah, ella…

―Sí, ella. Las otras dos muertes todavía no están claras.

―Si me vas a decir que una de ellas es mi hija…

Un silencio respondió más que un grito.

―¡No! ¡No! Si ella muere, esto no habrá servido de nada. Todo lo que he hecho no habrá servido para nada.

―No te pongas así, Medonte.

―¿No? ¿Cómo quieres que me ponga? Mi vida entera la he sacrificado para terminar con Catalina y darle a mi hija la vida que merece, ¿y tú me dices que no me ponga así?

―Cálmate, nada está dicho, todavía, además, si muere Catalina, habrás salvado al mundo.

―¡A la mierda el mundo si pierdo a mi hija! ¿Sabes todo lo que ella ha sufrido? ¿Sabes todo lo que he vivido para llegar a este momento con vida? ¿¡Lo sabes?!

―Lo sé, Medonte, lo sé, yo solo vine a advertirte.

―Puedes irte con tus advertencias a la cresta.

―¡Medonte!

―Mi hija no puede morir. ¡No puede! ―Lloré con amargura.

Mala’ikan se acercó y me abrazó como un padre. En ese amargo llanto descargué toda mi frustración por ser incapaz de salvar a mi pequeña.

―Hay un modo, Medonte.

―Un modo de qué.

―Un modo de salvarla.

Yo me aparté y lo miré esperanzado.

―Dime, lo que sea con tal de que ella viva la vida que se merece.

―Debes prestar mucha atención ―me ordenó antes de explicarme paso a paso lo que debía hacer.

 

 

La mañana llegó temprano para Abril, se despertó antes de la siete y no pudo ni quiso seguir durmiendo.

―Deberías descansar ―le dije―, puedo ayudarte, si quieres.

Ray estaba con algunos de nuestros amigos en una reunión de planificación.

―No, no quiero. ¿Podemos practicar?

―¿Por qué no vamos a dar una vuelta? Ya has practicado lo suficiente, no debes gastar tus energías.

―¿No que soy energía pura?

―Así es, mi niña, pero también eres humana, además, quiero pasear contigo.

Comencé a caminar con ella de la mano, de pronto, me detuvo, yo la miré.

―Papá, lo lograré, ¿cierto?

Le sonreí y acuné su dulce rostro.

―Claro que sí, hija, esta noche ganarás, no te quepa duda de eso.

―¿Has visto este futuro?

―No, es una de las cosas que me está vedada, pero sí recibí iluminación de alguien que sí lo sabe.

―Entonces, estás seguro de que ganaremos.

―Sí, mi amor, tú ganarás.

Seguí caminando y me dirigí al bosque con ella.

―¿Papá?

―¿Pasa algo?

―¿Dónde vamos? Este lugar me da miedo.

―No debes temer, mi niña, nada malo te va a pasar aquí, mucho menos conmigo, solo quiero que veas algo.

Nos detuvimos en el acantilado, donde hacía un tiempo había querido suicidarse.

―¿Qué hacemos aquí?

―Abril, hija, yo soy tu padre, jamás te haría daño, no te traje aquí para matarte, sería estúpido, estamos rodeados de vampiros que saben quién eres tú y quién soy yo ―respondí a sus pensamientos―. Además, con tus poderes, si quisieras, o tuvieras la necesidad, me podrías eliminar.

―Es que no entiendo.

La guie hasta la orilla, desde donde se podía ver el mar y, a lo lejos, extensiones de tierra, hasta donde el ojo podía observar.

―Este mundo, hija, dependerá de ti esta noche, y no solo este plano, los otros también, ya has visto que han llegado seres de todo tipo y lugar. Tú eres la elegida para salvar a este y otros mundos. Tú eres fuerte, tú eres vida, tú eres energía, tú eres todo lo que se necesita para acabar con Catalina y sus maldades. Ven, que te voy a llevar a recargar energías.

La subí a mi espalda.

―Afírmate muy bien ―le indiqué.

Ella se aferró a mi cuello y salté al abismo. Ella gritó aterrada y se agarró más fuerte de mí. A medio camino, me convertí en un águila calva; se relajó.

―¿Eres como Leo?

―Sí. ¿Estás bien?

Por respuesta se recostó en mi lomo.

―Gracias, papá.

―Te amo, hija.

―¿Puedes bajar al mar? ―me preguntó al rato.

Al llegar abajo, me volví hombre de nuevo, quise leer sus pensamientos al ver que no hablaba, pero no pude. Ella sonrió.

―¿Qué pasa?

―Puedo bloquear mis pensamientos.

Sonreí.

―Vaya, vaya, entonces ya no puedo leerte, aunque ahora piensas en lo orgulloso que quieres que me sienta por tus logros.

Hizo un puchero y dejó caer los brazos.

―¡Me leíste! -protestó.

Me acerqué y la abracé con toda la fuerza que podía infundir.

―Mi pequeña, una vez te dije que eras muy transparente y tus ojos dicen más que tus palabras. Te aseguro que tu mente está bloqueada para mí y sí, soy el padre más orgulloso y feliz de todos los mundos por tenerte como hija. Te amo, te amo y durante mucho tiempo he esperado este momento, estar contigo, hablarte, contemplarte, saber que tú también me quieres… Verte feliz y completa. Claro que soy el padre más orgulloso y jamás lo dudes.

Ella se apretó más a mí.

―Te amo, papá, te amo mucho y me alegra haberte encontrado.

No podría describir la felicidad que me embargó en ese momento, aunque sabía que sería efímera… como siempre.